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Entre unas cosas y otras aún no había tenido ocasión de revisar el ordenador de Kassia, y sentía su presión en el último cajón del escritorio de su despacho. Aunque ansiaba respuestas, había decidido posponer el momento de investigar ese frente, de momento se centraría en la defensa de Jamie.

Recogió todo lo que iba a necesitar aquella mañana y se dirigió hacia el garaje, donde un elegante BMW 320 negro le esperaba en su reservado. A pesar de que solía utilizar chófer, le gustaba conducir aquellos trastos, sentir la velocidad y el peligro; aunque en Nueva York era bastante improbable que pudiera alcanzar más de sesenta kilómetros hora, esa ciudad era como un cúmulo sin sentido de enormes rascacielos de cristal y robustos edificios habitacionales, con decenas de calles atestadas de coches, peatones y cucarachas. Le gustaba el bullicio, pero adoraba la paz que sus familiares aguas griegas le proporcionaban.

Serpenteó por la Gran Ciudad para salir de ella y recorrer unos cuantos kilómetros hasta la cárcel del condado. Había pedido con un par de horas de anticipación que su cliente estuviera listo para su visita y pudieran charlar en una sala lejos de los demás presos.

Cuando llegó a ese complejo lúgubre y traspasó a pie los altos muros vigilados, le hicieron pasar directamente hasta donde su futuro cuñado le esperaba. Estaba sentado con desgarbo, vestido con el traje de prisión parecía en cada visita aún más demacrado, mantenía las manos fuertemente unidas sobre el rostro, como si quisiera echarse  llorar.

-          Jamie.- le saludó mientras se sentaba frente a él.

-          ¿Cómo está mi hermana?

Era su habitual saludo.

-          Está muy bien, como siempre.

Se sentó frente a él, dejando el maletín en el suelo y cruzando los dedos.

Jamie era sorprendentemente diferente a su hermana. Tenía el cabello castaño claro, casi rubio; era bastante alto, alrededor de metro ochenta; y tenía la piel bronceada. Lo que sí era un rasgo común con Kassia eran aquellos enormes ojos negros, escrutadores; y ese carácter insolente y apasionado.

-          ¿Por qué no me cuentas la verdad de una vez por todas?

Su cliente le observó con perspicacia.

-          Ya sabes todo lo que tienes que saber, cuñadito.- se limitó a contestar.

-          No podré sacarte de aquí si no me dices por qué atacaste a Jones.

Vio cómo su mandíbula se tensaba y las manos se apretaban en duros puños.

-          ¿Por qué no se lo preguntas a él?

Christos se cruzó de brazos con calma.

-          Ambos sabemos que no me contará nada, esto lo tiene ganado, sabe que le conviene cerrar la boca.- pronunció, despacio- Al contrario que a ti.

Jamie se mantuvo en silencio, sin apartar aquellos ojos negros de él.

-          Al menos contéstame a una pregunta, ¿esto tiene que ver con Kassia?

Algo le decía que sí. Su prometida le guardaba muchos secretos, y tenía más que claro que este asunto era uno de ellos.

-          No la metas en esto.- contestó Jaime, casi a voz de grito.- Ella no ha hecho nada.

Alzó la mano como gesto cómico de paz. Era increíble el instinto protector que su futuro cuñado tenía sobre su hermana mayor.

-          Al menos podré ir al bodorrio, ¿no?

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora