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Exceptuando la divertida intervención de Howard Christakis y la incomodidad de Christopher por su palpable interés por ella, la noche había resultado igual de aburrida que en todas las fiestas de la alta Sociedad a las que su marido le obligaba a acudir para representar su papel.

Pero ya se había acabado.

Su decisión llevaba semanas fraguándose, pero esa mañana todo se había precipitado. Había amanecido sola con una llamada de Lauren desde Nueva York en la que le pedía que mirara la portada virtual de varias revistas del corazón.

En el fondo, sabía lo que se iba a encontrar.

Y ahí estaban, las fotos que confirmaban el idilio entre Christopher y Leah George, la actriz de la novela americana con peores críticas de la televisión: Heart Killer. Había seis fotografías de ellos dos en la playa de una pequeña isla griega cercana a la capital en las que se podían ver besos apasionados y caricias dentro del agua. "La actriz revelación del año conquista al magnate griego" rezaba uno de los artículos.

Después de derramar las últimas lágrimas de su vida por Christos Afrodakis, cogió el coche y se dirigió hacia Viron, una pequeña ciudad cercana, a la consulta del Doctor Demetrio Kallas.

Sus pruebas le confirmaron lo que ya sabía. Se sentó al menos un par de horas en el automóvil, pensando cuál sería la mejor forma de proceder. Sabía lo que tenía que hacer, sabía cuál era la mejor solución para ambos, por lo que no dudó ni un solo segundo de la decisión que había tomado durante los últimos días.

Cuando llegó al edificio donde le habían dicho se encontraban las oficinas de Afrodakis Ploío, S.A., respiró hondo, cogió su bolso y entró, como quien entra en la boca del infierno.

Era más grande de lo que había previsto, por lo que tuvo que preguntar en la elegante recepción dónde encontrar a Christopher. Una chica joven perfectamente peinada y con una falda demasiado llamativa la observó con superioridad.

-          ¿Tiene cita, Señorita...

-          Señora Afrodakis.- contestó con cierta arrogancia.

Sus ojos brillaron de miedo.

-          Lo siento, Señora Afrodakis, el despacho de su marido se encuentra en la última planta, al fondo hay un ascensor.

Le dio las gracias con brusquedad.

-          Kassia, ¿cómo tú por aquí?

Cosmo se puso a su lado mientras caminaba hacia donde le había señalado la recepcionista, pero siguió mirando al frente.

-          Tengo que hablar con Christos.- respondió, pulsando el botón de llamada.

-          ¿Por qué tengo la sensación de que va a ser algo malo?

Desde luego, era más intuitivo que su marido.

-          Eso ya lo decidirá él.

Su amigo se quedó estático mientras ella subía al ascensor con esa mirada fría que  habría de poner a continuación.

Cuando llegó al último piso y caminó hacia la única puerta del pasillo, se sentía más fuerte que nunca. Respiró profundamente y entró en el despacho sin aviso previo. Una preciosa mujer se inclinaba sobre el escritorio de su marido, observando cómo escribía con una sonrisa coqueta.

-          A sí que tú eres la siguiente...- dijo con un leve chasquido.

Christos alzó la mirada de sus papeles con pasmo mientras la chica se incorporaba torpemente, evitando mirarla directamente.

-          Kassia, ¿qué haces aquí?

-          Quiero hablar contigo.

-          Helene, retírate.- señaló él con un gesto.

En cuanto la puerta se cerró tras ella, Kassia avanzó hacia el escritorio.

-          Tengo mucho trabajo, ¿no puedes esperarte a esta noche?

Era el momento. A partir de ahora, todo cambiaría.

Cogió uno de los papeles que se extendían sobre la mesa y, sin leerlo, escribió una fecha. Christopher lo miró con cierta furia.

-          ¿Qué coño es esto, Kassia?- exclamó antes de leer- Diecinueve de mayo.

-          Es el día en el que quiero los papeles del divorcio firmados.

Sus ojos se agrandaron hasta límites insospechados antes de brillar con esa furia que tanto le habría asustado antes.

-          ¡¿Pero qué mierda dices?!

-          Estoy embarazada, y ese día salgo de cuentas.


Fue como si cayera al vacío desde un avión en pleno vuelo.

Kassia estaba... ¡iba a ser padre! Pero entonces, ¿qué narices era eso del divorcio?

-          En el contrato que me hiciste firmar ponía que podría anular el matrimonio en cuanto te diera un hijo- se adelantó ella-, bueno, pues ahí lo tienes.

-          ¡¿Pero te has vuelto loca?!

-          No, Christopher, no he estado más cuerda en mi vida.

No podía permitirlo. Ella era suya. Y siempre sería suya. La sola idea de no volver a verla, de mirar el periódico y encontrarse un día con el anuncio de su matrimonio con otro hombre, le sumía en una espiral de ira que nunca había sentido.

-          No voy a dejar que sigas pisoteándome, esto se acabó.- dijo su mujer con seriedad.- No me mereces, Christos.

¡¿Cómo que no la merecía?! Le colmaba de regalos, hacía el amor con ella cada noche y tenía todo aquello que cualquier mujer ansiaba en la vida.

-          ¡¿Me estás dejando?!

-          No, nunca te he tenido.

Entonces, abrió su bolso y lanzó un papel contra su mesa. No le dio tiempo a leerlo cuando otro le siguió, y después otro.

Acto seguido, se marchó casi a la carrera.

¿Qué había pasado?

Cogió los papeles y los repasó uno a uno, sintiendo cómo los latidos de su corazón se aceleraban cada palabra un poco más.

"La preciosa Leah George y el empresario Christopher Afrodakis pasean su romance por las islas griegas" anunciaban las grandes letras de una revista fotocopiada junto con una gran foto de ambos en la playa.

A continuación, una copia de su contrato prematrimonial firmado por ambos, con el cuarto punto señalado con subrayador amarillo: "sólo podrá acceder a la concesión de la anulación del presente matrimonio después de procurar un heredero Afrodakis".

El último documento le cortó la respiración.

"Contrato de donación de Niniadis Thálassa, S.A. a Christopher Afrodakis"

¿Cómo había conseguido aquello?

Se llevó las manos a la cabeza, reprimiendo las ganas de arrancarse el cabello a mechones, mientras oía cómo la puerta de su despacho de abría de nuevo. Alzó la mirada, esperando que Kassia volviera a pedirle perdón.

Pero Cosmo y Neo le devolvieron una mirada triste que supo interpretar.


-          Se ha ido.- se oyó decir, casi en un susurro.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora