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Se había prometido no volver a llorar por él después de ver aquellas odiosas revistas del corazón, pero no pudo evitar la cascada de lágrimas que surcó su rostro mientras se dirigía en taxi, con el escaso equipaje que había recogido de la casa Afrodakis en el maletero, hacia la casa de sus abuelos. Julli se había echado a llorar al verla marcharse, pero no dijo nada, como si entendiera por segunda vez ese abandono. El resto de empleados de la casa la miraron como se mira a una loca tras las verjas de un manicomio.

-          Hemos llegado, señorita.

Señora, estuvo a punto de corregir, pero se mordió la lengua y calló mientras bajaba del vehículo y esperaba pacientemente a que el taxista dejara su par de maletas en el suelo. Pagó con creces la carrera y llamó a la puerta, que al instante se abrió.

-          Señora Afrodakis, llamaré a su madre.- le dijo uno de los empleados antes de arrastrar su equipaje dentro del hall.

Menos de dos minutos después, sus abuelos y Dionne se dirigieron hacia ella con la preocupación reflejada en el rostro.

-          ¡Cariño, ¿por qué lloras, qué pasa?!

Ni siquiera podía distinguir el rostro de su madre tras las lágrimas, pero se abrazó a ella casi con ansiedad, apretando fuertemente sus hombros.

-          Me voy a divorciar.- logró decir.

-          ¿Pero por qué, qué ha pasado?

Alzó la mirada hacia su abuelo, que se mantenía en silencio, simplemente de observador. Se secó las lágrimas y le señaló con un dedo acusador.

-          ¿Por qué no se lo preguntáis a él?

Dante permaneció estático, con esos ojos negros clavados en ella, mientras Alissa se acercaba a él para posar su mano sobre el hombro de su marido.

-          ¿Qué tienes tú que ver con esto?- le preguntó con suavidad.

-          ¿Por qué no le cuentas la razón de que Christopher se casara conmigo?

Volvía a sentir esa rabia que le nublaba el juicio.

-          Christos se casó contigo porque quería hacerlo.

-          ¡Já!

Levantó los brazos con impaciencia, echando a andar en un círculo imperfecto.

-          ¿Qué está pasando aquí?- oyó preguntar a su madre.

-          Pasa que le ofreció a Afrodakis cederle su empresa si se casaba conmigo y teníamos un hijo.

La mandíbula de su abuela pareció caerse hasta el suelo de la sorpresa, y Dionne rodó los ojos por la habitación como si no creyera lo que oía.

-          Eso no es...

Antes de que terminara su burda excusa, extendió otra de las copias que guardaba de aquella especie de contrato que había tirado a la cara de Christopher unas horas antes.

-          Contrato de donación de Niniadis Thálassa, S.A. a Christopher Afrodakis...- leyó Alissa con tono quebrado-... la donación de Niniadis Thálassa se realizará en el mismo momento en que nazca el primer hijo de la unión entre Christopher Afrodakis y Kassia Neville...- su voz se quebró- ¿Qué significa esto, Dante?

Su abuelo seguía con los ojos fijos en ella.

-          Traté de anularlo...

-          Lo sé.- respondió, limpiándose la cara a manotazos.

-          Oíste nuestra conversación.

No era una pregunta, pero aun así asintió.

-          Sólo necesito un par de días aquí, después volveré a Nueva York.

-          Puedes quedarte todo el tiempo que necesites, cielo.- dijo su abuela, estrechándola amablemente contra ella.

No podía esperar a irse. Sólo podía pensar en alejarse de él, de su mundo, de aquel sitio que lo único que le aportaba eran recuerdos dolorosos. Por supuesto que sabía que nunca lograría desprenderse de Christopher, iba a tener un hijo suyo y quería que él estuviera presente de alguna forma en la vida del pequeño, o la pequeña.  Pero, si podía alejarse lo suficiente, quizás encontraría el rumbo a una nueva vida.

-          No puedes irte.- repuso Dante con esa autoridad tan característica.

Necesitaba irse.

-          Puedo y lo haré, no pienso quedarme aquí a ver cómo Christopher se pasea con otra delante de mis narices.

No quería decirlo en voz alta, pero las palabras salían solas de sus labios, escapando de ese férreo control que había intentado mantener demasiado tiempo.

-          Pasado mañana cogeré un vuelo a Nueva York y empezaré una nueva vida- terminó con una firmeza que no sentía-. Hay otra cosa que creo deberíais saber.

Dionne se adelantó mientras oía a lo lejos el tono de su teléfono móvil.

-          Estoy embarazada.

Esperó pacientemente algún tipo de reacción, pero su familia parecía paralizada, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento. Por lo que, con un bufido de frustración, se apresuró a contestar la llamada, asegurándose antes de que no se tratara de Christopher.

-          ¿Sí?

-          ¡Kassia, ¿dónde estás?!- la voz de Holly era ya familiar.

-          En casa de mis abuelos, pero no se lo digas a Christos.

-          ¡¿Por qué has hecho eso?!

Entendía su reacción. Para todo el mundo, ellos habían sido desde el principio una pareja normal, un par de enamorados que se habían reencontrado años después tras una trágica despedida.

Quedó con ella en verse junto con Calista en esa misma casa, evitando así poder cruzarse con Christopher o alguno de sus amigos.

-          Cariño, es una noticia fantástica- dijo Dionne cuando colgó el teléfono, abrazándola con fuerza.-, pero ¿no crees que deberías hacer las paces con Christopher?

-          No me merece, mamá.

-          Es verdad, no te merece.

Miró a Dante sorprendida, pero él no dijo nada más antes de dar media vuelta, ordenar a uno de los muchachos que llevara su equipaje a la planta superior y marcharse en dirección al salón principal, al otro ala de la casa.

El timbre de la puerta sonó y Holly y Calista entraron en la estancia casi con brusquedad, buscando sus ojos rojos con urgencia.

-          ¿Por qué no vais a la parte de atrás?- propuso su abuela- Os llevaré algo de beber.

Las guio en silencio, notando cómo sus miradas inquisidoras se clavaban en su nuca como dardos, hasta la enorme mesa que presidía el amplio y cuidado jardín, donde se sentaron con rapidez.

-          Tengo mucho que contaros.

¿Por qué se sentía como si compadeciera ante un tribunal?

-          Estás embarazada y le has pedido el divorcio a Christopher.- resumió Holly con cierta rabia- No entiendo nada, si se os veía genial juntos.

-          Tú lo has dicho: se nos veía.

De nuevo, ese escozor conocido en los ojos.

-          Pero..., vosotros...

Calló su frase con un gesto mudo y, después de respirar profundamente durante unos minutos para detener las lágrimas que ya amenazaban con salir de sus pupilas, procedió a contarles la verdad. Cada detalle y cada mentira que Christopher le había obligado a contar, cada gesto que habían fingido y cada sentimiento que ella no necesitaba fingir.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora