18.

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La cargó hasta su habitación y allí la recostó sobre la cama antes de llamar a Markos, el segundo al mando en la casa después de Julli, por el teléfono interno para que le disculpara ante sus invitados y diera por terminada la fiesta.

Se giró hacia Kassia. Estaba impresionante con aquel vestido rojo sobre esa piel tan pálida.

-          Tenía que haberte comprado rubíes.- se oyó decir, acercándose hacia ella.

-          No necesito abalorios de ricachona.

Esa era su chica.

Ignoró su protesta y la atrapó para sentarla sobre sus rodillas y poder deslizar las manos por sus brazos desnudos.

-          Deberías comer más, no pesas nada.

Sus labios se torcieron en una mueca.

-          Deja de recordarme lo poquita cosa que soy.- dijo casi a grito, levantándose de su regazo.

La volvió a tumbar en la cama con suma facilidad y se echó sobre ella, rozando dolorosamente su cuerpo contra el de ella, que se empezó a agitar.

-          Ya te he dicho antes que tienes el tamaño perfecto.

-          Christopher, quítate de encima.

Cada vez temblaba más bajo él, evitaba mirarlo a los ojos y de su garganta escapaban leves quejidos.

-          ¿Qué te pasa?- preguntó, sorprendido- ¿Por qué estás tan nerviosa?

-          ¡Quítate!

Se levantó de un salto, hecho que aprovechó Kassia para salir corriendo de su cuarto. ¿Qué narices había pasado? Si no hubiera sido su primer hombre, habría asegurado que era una virgen asustada, pero ni siquiera cuando carecía de experiencia se había comportado así. ¿Qué era esa forma de temblar? ¿Acaso le tenía miedo? Nunca le había dado motivos para asustarse de él, así que, ¿a qué venía aquello?

Enfadado, se dio una rápida ducha con agua fría y se acostó.

Soñó que un cuerpo cálido se pegaba a él y que unas pequeñas manos se deslizaban por su torso para reposar sobre su pecho agitado.

-          Christos...

Abrió los ojos, encontrándose con unas grandes pupilas negras que le miraban con cierto recelo.

-          ¿Qué haces aquí?- preguntó, agarrando con fuerza la sábana para no tocarla.

-          Quería pedirte perdón por lo de antes, yo...

Vio cómo se mordía el labio inferior y una nueva ráfaga de deseo hizo despertar una vez más otras partes de su cuerpo.

-          ¿Por qué te has asustado de mí?

Se echó sobre el costado para poder mirarla de frente y ella se encogió como un pajarillo.

-          No me asusto de ti, sólo...

-          Sólo, ¿qué?- inquirió con impaciencia.

-          Necesito tiempo.

Pasó el brazo alrededor de su cintura para apretarla contra sí. Ese diminuto pijama la hacía parecer más joven, sexy.

La deseaba tan desesperadamente que la palabra "tiempo" fue como un puñetazo en el estómago.

-          Cuando volvimos a vernos hace sólo unos días viniste a mi apartamento para entregarte a mí, ¿qué ha cambiado desde entonces?- exclamó, intentando arrojar algo de luz sobre el tema- Hace cinco años, siendo virgen, tampoco pusiste ningún reparo, es más, ni siquiera se te ocurrió avisarme de que iba a ser el primero.

El gesto de ella se tornó enfurecido.

-          ¡Ya estamos otra vez con ese tema! Mira, yo sólo he venido a disculparme por haberte gritado, no voy a hablar más al respecto.

Hizo amago de levantarse, pero la agarró con fuerza.

-          No te vas a ninguna parte.- se quejó, acomodándola contra su hombro- He dicho que hoy duermes conmigo y lo vas a cumplir, mañana tengo que volver a Nueva York y quiero irme habiendo descansado, así que duérmete.

No era lo que quería decir, ni siquiera lo pensaba. La idea inicial era hacer el amor con ella tanto como aguantaran sus cuerpos, ya dormiría en el avión por la mañana, pero ya que inexplicablemente le asustaba tanto tener sexo con él, se conformaría con sentir su calidez cerca.

Cuando despertó, agradeció que Christopher ya se hubiera ido, pues se sentía tan avergonzada que sólo quería quedarse bajo las sábanas. Se había comportado de una forma tan infantil.

Pero sentir que la aprisionaba contra la cama, la pasión encendida en sus ojos... había hecho revivir en ella imágenes que preferiría tener enterradas para siempre. Con Christos se debatía entre el más intenso deseo por él y el miedo con el que hacía meses vivía.

Se desperezó con calma, levantándose con un gemido. Había dormido como un bebé. Aunque nadie lo diría por la dureza de sus músculos, el cuerpo de Afrodakis era sorprendentemente acogedor.

Un papel doblado sobre la mesilla llamó su atención y lo abrió. "Cuando vuelva me lo vas a explicar todo quieras o no quieras. Te llamaré cuando llegue y vea a Jamie. agapi mou. C.A."

A lo mejor si se lo contaba, todo se arreglaría antes, se dijo, antes de sacudir la cabeza con énfasis, ¡Pero qué estaba diciendo! Eso sólo lo empeoraría más.

Bajó a desayunar después de vestirse con un elegante y cómodo vestido ibicenco y unas sandalias de cordones.

En realidad, a pesar del temor que había tenido desde el principio, debía reconocer que aquella casa era preciosa, sus estancias eran más que amplias, todas con enormes ventanales, techos altos, exquisita decoración, y los jardines eran simplemente una maravilla. Le gustaba desayunar en la terraza de la planta baja, desde donde podía admirar el esplendor del mar a escasos metros.

-          Qué guapa está esta mañana, señorita Kassia.

Sonrió a Julliana mientras ésta e sentaba a su lado para acompañarla con un café. Casi como cada día.

-          Gracias, Julli. - puso un dedo sobre los labios antes de preguntar lo que rondaba en su cabeza- No tendrás por ahí el teléfono de Calista Kokkalis y Holly Lemonis,  ¿verdad?

-          Precisamente esta mañana Markos me dio una nota de la señorita Lemonis para usted.

Le tendió un pequeño trozo de papel. El asunto de las notitas le recordaba al colegio.

"Aquí te dejo mi número (¡primero!) y el de Calista, nos ha encantado conocerte y nos gustaría ayudarte a adaptarte a tu nueva vida. ¡Llámanos si necesitas algo! Filia, Kassia."

No se lo pensó dos veces. Las llamó a ambas con una energía renovada y quedaron en encontrarse al cabo de una hora en la Plaza Sintagma, al pie de las escaleras del Parlamento griego.

-          ¿Hay algún coche que pueda tomar prestado un rato?

Julliana la miró con una media sonrisa curiosa.

-          ¿No prefiere que la acerque alguien de la casa?

-          No- se apresuró a negar-, me gustaría volar un rato a mi aire, y de paso probar uno de esos bonitos deportivos que guarda Christos en el garaje.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora