Dos días para la boda. ¡Dos días!
Kassia se encontraba en la terminal del aeropuerto de Atenas, mirando fijamente la puerta de llegadas sin dejar de balancearse de un lado a otro con nerviosismo.
Dionne, su madre, y Lauren, su mejor amiga en Nueva York, acababan de llegar en un vuelo directo, y había ido a buscarlas. Era la primera vez que se veían desde que llevaba aquel anillo en el dedo y estaba de los nervios por cómo sería su reacción.
Las puertas de cristal se abrieron con un leve silbido y su amiga salió casi a la carrera, provocándole una carcajada.
- ¡Kassia!- gritó con demasiado énfasis.
Toda la gente que se acumulaba cerca se giró hacia ellas cuando se fundieron en un abrazo que la dejó sin respiración.
- ¡Cuánto me alegro de verte, golfilla griega!
- Lauren, nos está mirando todo el mundo.- rió, apretando aun así con fuerza a su amiga.
Conocía a Lauren desde el colegio. Se convirtieron en inseparables desde el primer día, y habían continuado juntas sus estudios hasta la Universidad, donde ella optó por periodismo y Lauren por las ciencias puras. Ahora, era la profesora de física experimental más joven de la Universidad de Columbia.
Estar con ella era como verse arrollada por un tren. A pesar de que ella misma se consideraba una persona bastante activa, Lauren se había convertido a lo largo de los años en la persona que consiguió que hiciera las mayores locuras de su vida.
- Mi niña...
Esa voz... Era su medicina más preciada.
Se volvió hacia su madre y la abrazó con fuerza, aspirando el familiar olor de su largo cabello caoba, igual al suyo.
Desde que murió su padre, tantos años atrás, Dionne no había levantado cabeza. Se esforzaba cada día más para mantener a sus hijos, los había criado de una forma ejemplar, pero los tres sabían que sólo era feliz en su compañía. Se veía en sus ojos oscuros la añoranza de su tierra, de sus padres y su difunto marido. Había perdido demasiado, y tanto Jamie como Kassia habían intentado por todos los medios que su mirada volviera a iluminarse.
Las acompañó a ambas hasta el Mercedes que había estado utilizando los últimos días y metió las voluminosas maletas antes de acomodarse en el asiento del conductor, junto a Lauren, que apretó un segundo su mano antes de dejar que arrancara.
- ¡Vaya carro, cómo te cuidas!
- Es de Christopher.- meneó la cabeza mientras conducía- ¿Qué tal el vuelo?
- Largo.
Miró por el retrovisor a Dionne, que estaba recostada en su asiento, como si se encontrara al borde del agotamiento total.
- ¡Pero cuéntame!- exclamó Lauren, suavizando el ambiente- ¿Cómo has atrapado a ese dios griego?
Rio, divertida, ocultando para sí el abatimiento que la situación en la que se había metido le producía.
- Nos conocimos la primera vez que estuve aquí, ya te lo conté en su momento.
- Me pareció un hombre muy agradable cuando vino a verme.- intervino su madre.
- ¿Qué te dijo?
- Me pidió tu mano.
Se mordió la lengua para no soltar una carcajada carente de felicidad. Era la segunda vez que Christopher pedía su mano: la primera, a su abuelo; ahora, a su madre. Claro que ésta desconocía de la vez anterior. Cuando volvió de Grecia como alma que lleva el diablo decidió ocultar la vergonzosa historia que dejaba atrás; se limitó a contarles a todos que había conocido a un chico, pero omitió ese quemazón que él provocaba en su pecho, la vergonzosa mañana en el yate y la entrega del primer anillo de compromiso.
- ¡Oh, qué tierno!- estalló su amiga.
No era tierno. No era nada tierno.
Christopher se llevó la mano a la sien derecha y la masajeó lentamente.
- ¡Tu actitud es una vergüenza, Christos!- oyó repetir a Julli al otro lado de la línea- ¡Dejar a la pobre Kassia a cargo de toda la boda!
- Estoy trabajando...
- ¡No es excusa!
Gruñó por lo bajo mientras se recostaba en el amplio sillón de su despacho.
- ¡Está la chica de aquí para allá con ese Zander correteando detrás de ella y volviéndonos locos a todos!- continuó, ajena a sus quejas- Menos mal que Calista y Holly la ayudan y que ya han llegado su madre y esa amiga, Lauren.
- ¿Ya están ahí?
- Ha ido Kassia a recogerlas esta mañana, ¡Dionne es una mujer encantadora!
Esbozó una media sonrisa al recordar la visita que había hecho a su futura suegra hacía unas semanas. Era la viva imagen de Kassia, los mismos ojos profundos, el mismo cabello caoba ya escamoteado con alguna cana. En carácter, sin embargo, parecían opuestas. Dionne era una persona que parecía vivir por y para los demás, tenía un carácter amable y fiel, deseosa de agradar. Por eso le había sorprendido tanto que hubiera sido capaz de huir a espaldas de sus padres.
- Esta boda ha sido una gran idea, Christos.- alzó la mirada, sorprendido, a pesar de que sabía que Julli no podía ver su gesto- Según se han enterado los Niniadis de que Dionne estaba aquí, han venido a verla, ¡y se ha puesto a llorar de la emoción!
Continuó, en silencio, escuchando todo lo que Julliana tenía que contarle mientras encendía por primera vez el ordenador que hacía días guardaba en el cajón de su escritorio.
Se mordió la lengua para omitir un gruñido al ver lo que ponía en la pantalla:
Usuario: Kassia Neville
Contraseña: ________
- Te paso a Kassia.
- Adiós, Julli.- se limitó a contestar.
Escribió sin muchas esperanzas la fecha del cumpleaños de su prometida: 04051987.
Error: la contraseña no es válida.
- Christos, ¿cuándo vas a venir?
Una nueva llamarada de deseo ante esa voz insultantemente sexy.
- Mañana cojo el vuelo, agapi mou, no te preocupes, llegaré a tiempo.- rio, divertido.
- ¿Podré ver a Jamie?
- Creo que podré llevarlo, pero a cambio quiero dos cosas.
Oyó perfectamente el bufido al otro lado de la línea.
- ¿Qué quieres?
- Primero me tienes que contar la verdad.- respondió, con la mirada fija en la pantalla azul del ordenador.
- ¿Y segundo?
- Te voy a llevar a un sitio después del banquete para pasar la noche de bodas, y no quiero que huyas, ni que me montes una escena.- explicó lentamente- Quiero que estés relajada y que confíes en mí.
Niniadis, escribió en la casilla vacía.
Neville
KassiaNeville
Kassia87
- Pides demasiado, Afrodakis.
Se oyó el pitido de fin de llamada.
Afrodakis.
Contraseña válida
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
Roman d'amourKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...