A pesar de que vestía de traje cada día, en aquel momento se sentía como si llevara una camisa de fuerza.
Miró a su alrededor, intentando deshacerse de los nervios que tenía agarrados al estómago. Se encontraban en la costa de Glyfada, en una preciosa playa de arena blanca donde habían colocado una enorme pista de madera para las más de doscientas sillas blancas, una pasarela roja, al puro estilo hollywoodiense, y el colosal arco de rosas blancas bajo el que se situaba el altar. Y ahí estaba él, esperando junto al sacerdote que había atendido todos los eventos religiosos de su familia desde hacía décadas y con sus amigos y escuderos tras de él.
- ¿Nervioso?
- Cállate.
Las risas se escucharon a su espalda con claridad dos segundos antes de que la orquesta tras los invitados empezara a tocar. Eso sólo podía significar una cosa: Kassia había llegado.
Una a una, las tres damas de honor fueron desfilando por la pasarela con desenfado, vestidas con unos preciosos vestidos de gasa hasta el suelo de un azul intenso, semejante al mar que tenían junto a ellos. Tras Lauren, Holly y Calista, caminó hasta ellos Dionne, que le sonrió al pasar a su lado, vestida enteramente de verde manzana.
La música se hizo más intensa cuando, por fin, Kassia junto a su hermano pusieron un pie en la pasarela. Los invitados se levantaron de sus asientos al instante.
Sus pupilas se agrandaron. Estaba preciosa. Llevaba un vestido al más puro estilo diosa griega. La gasa blanca bajaba por su hombro derecho para ajustarse en el torso, con un discreto cinturón brillante en la cintura, y descender con desenvoltura hasta el suelo. Llevaba el cabello caoba con un semirrecogido en la nuca, dejando algunas de sus rebeldes ondas al aire. La única joya que vestía era el sencillo anillo de compromiso que ella misma había elegido.
Cuando llegó a su lado y Jamie depositó la mano de su hermana sobre la suya, Kassia esbozaba una media sonrisa. Dio un cariñoso apretón a sus pequeños dedos antes de dirigirse hacia el sacerdote con un leve cabeceo.
Entonces empezó la ceremonia tradicional griega.
No se estaba enterando de nada. Entendía una palabra de cada veinte que el sacerdote casi escupía con una rapidez innata. Se esforzó por mantener el gesto imperturbable, como si prestara toda su atención al torrente griego del pastor.
Entonces, llegó el momento de intercambiar las alianzas. Por lo que le había contado Calista, los anillos son bendecidos por segunda vez en la ceremonia, y debían pasar por ambas manos. Imitó a Christopher y observó con atención cómo deslizaba el frío anillo de oro blanco y diamantes por su dedo anular.
Acto seguido, el sacerdote les colocó sobre la cabeza unas coronas de flores unidas por lazo de raso blanco y les instó a rodear el altar tres veces antes de ofrecerles una ostentosa copa de oro llena de vino tinto.
Después, llegó el momento de hablar. Al parecer, Christopher le había pedido al pastor que oficiara aquella parte de la ceremonia en inglés para que ella pudiera ser capaz de repetir sus palabras tras él. Primero fue Christos, con la mirada clavada en ella y las manos agarrando las suyas. Como si se tratara de una boda real.
Luego, fue su turno:
- Yo, Kassia Neville, te tomo a ti, Christopher Afrodakis, como esposo, y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Lo que vino a continuación fue un nuevo huracán de palabras que, una vez más, no entendió. Sólo supo que todo había terminado cuando el sacerdote les retiró las coronas y todos los invitados aplaudieron. ¿Ya estaba casada?
Sintió la cálida mano de Christopher alzando su mentón y levantó la mirada hacia sus preciosos ojos marinos.
- Ya eres mía.- le oyó susurrar antes de hundir la boca en sus labios en un beso más que apasionado.
Le echó los brazos al cuello y correspondió ante los aplausos de amigos y desconocidos. Eso era lo que se esperaba de una recién casada, ¿no?
Christos pasó un brazo bajo ella y la alzó con facilidad del suelo, dando una graciosa media vuelta antes de encaminarse por la pasarela. Vio a su madre con los ojos llorosos y la sonrisa inmensa de Jamie, y no pudo evitar sentirse feliz.
Estaba gratamente sorprendido. Kassia, a su lado en la enorme limusina blanca que les llevaría al salón del convite, incluso sonreía.
- No me he enterado de nada.- se rio, alisando arrugas inexistentes de su vestido.
- Lo suponía.
Le era imposible resistirse. Se inclinó y besó sus labios con avidez, sujetando fuertemente su cabeza contra él. La oyó jadear, sorprendida, antes de rendirse ante la supremacía de su boca. Sintió sus pequeños dedos clavándose en los hombros y la alzó para sentarla sobre sus rodillas.
- Estás muy guapa.
- ¿Te gusta el vestido?- la oyó preguntar, con los labios temblorosos e hinchados por su beso.
- Muy apropiado.
Deslizó las yemas de los dedos por la suave gasa que cubría su hombro y fue descendiendo con premeditada lentitud hacia su pecho agitado.
- Christos, qué...
- Shhhh.
Calló sus palabras con la boca.
- Ya hemos llegado, señores Afrodakis.
- ¡Gamó̱!- escupió con desagrado, dejando a Kassia en el asiento.- No te creas que te has librado.
El salón del banquete parecía la gala de los Oscars: los largos vestidos de fiesta, los esmóquines, el brillo de piedras preciosas por toda la habitación...
Tragó con brusquedad e, instintivamente, agarró con fuerza la mano de Christopher, que rió, regodeándose. El aplauso que precedió su entrada fue atronador, los gritos de júbilo se extendían por donde avanzaban y Kassia se esforzaba por mantener la sonrisa.
- ¡Opa!
El estruendo del primer plato contra el suelo le hizo dar un brinco de sorpresa.
- No te asustes, van a estar lanzando la vajilla toda la noche.- susurró su ahora marido en el oído.
Les sentaron en una mesa presidencial sobre un pequeño escenario junto con sus más allegados, y dio las gracias en silencio por tener a la izquierda a su hermano. Después de él, se encontraban Dionne y sus abuelos, los tres luciendo unas inmensas sonrisas de satisfacción. Al lado de Christopher, sus padres y un anciano de cabello completamente cano y unos llamativos ojos marinos que no recordaba haber visto nunca.
- Ven, que te presento a pappoús.
Aquellos ojos lo delataban.
- Pappoús Bastiaan, esta es Kassia.
Cuando sonrió, sus pupilas se iluminaron. Se levantó con un sorprendentemente grácil movimiento y la abrazó con fuerza, parloteando palabras griegas que no llegó a entender. Correspondió a su abrazo con alborozo.
Bastiaan Afrodakis no levantaba más de un palmo de su estatura, pero tenía las extremidades fuertes y el espíritu joven.
- Dice que eres una belleza.- tradujo Christopher- Y que ya era hora de que te presentara.
El hombre se separó de ella y señaló a su nieto con un dedo bronceado, agitándolo vigorosamente mientras escupía decenas de palabras con rapidez.
- ¿Te está echando la bronca?- se rió, encantada al ver el gesto de infantil enfado en su rostro.
- Dice que he tardado demasiado en presentarte, y que como te deje ir me tirará al mar para que me ahogue.
No pudo evitar reír.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...