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Le dolía tanto la cabeza que creía le iba a estallar. Se incorporó con un gemido, frotándose con fuerza las sienes.

-          Por fin te despiertas.

Negó con un cabeceo, intentando ignorar aquella voz. Pero sólo consiguió que los pinchazos se acentuaran.

-          Cállate.- rezongó con desagrado.

-          ¿Primero me avergüenzas y ahora me dices que me calle?

Alzó los párpados, sorprendida y enfadada por la acusación. Christopher se encontraba de pie junto al marco de la puerta, que se apresuró a cerrar cuando vio la mirada airada que le lanzó desde la cama.

-          ¡¿Que yo te he avergonzado?!- estalló, haciendo caso omiso a las quejas de sus sienes.

Intentó no fijarse en sus vaqueros y la camiseta blanca, un atuendo informal que no solía ser propio de él, tampoco en aquella pose indiferente tan sexy, ni en que llevaba en la mano una taza de café humeante que se moría por probar.

-          Bebiste demasiado.

-          Bebí, bailé y hablé con gente con la que no me interesaba hablar.- replicó, extendiendo la mano para que le tendiera la taza, cosa que él hizo con un murmullo desagradable. – Tengo veintitrés años y sangre en las venas, Christopher, si querías a una mujer aburrida y seria te has equivocado de candidata.

La caliente y concentrada cafeína se deslizó por su garganta seca casi con rudeza, arrancando de ella un jadeo dolorido.

-          Además, ¡¿qué querías que hiciera mientras tú te dedicabas a coquetear con todas esas zorras en mis narices?!

Sus pupilas ardieron con furia.

-          ¡A sí que es eso!- soltó con rabia- ¡Celos!

Un nuevo pinchazo, esta vez en el pecho, la hizo echarse para atrás para observarlo mientras dejaba el café sobre la mesilla.

-          ¡Celos! ¿De ti? ¿Estás de coña?

-          Eres mi mujer, Kassia.- gruñó Christopher, adelantándose para tomarla fuertemente del brazo- Al menos intenta parecer que lo eres delante de la gente.

Se deshizo de su agarre con un tirón nada amable y se levantó de la cama con intención de alejarse todo lo posible de él, su furia y su sexualidad.

-          ¡Si tenemos que aparentar, ¿qué coño haces tonteando en mi cara con un puñado de putas cuando deberíamos estar de luna de miel?!

Su réplica pareció dejarle sin palabras, pues, aunque abrió los labios, de ellos no salió nada más que un suspiro cansado.
Al menos durante unos minutos

-          Por si no lo recuerdas, vine aquí para sacar a tu hermano de prisión y fuiste tú la que insistió en acompañarme.

Era la mujer más insufrible que había conocido en toda su vida. Sólo quería dejarla de nuevo en la cama y hacer que sus labios estuvieran lo suficientemente ocupados para no poder articular una sola palabra estúpida más.

-          Mira, Afrodakis, si yo tengo que fingir ser tu mujer, tú tienes que aparentar ser mi marido.- dijo ella, acercándose lentamente con una mirada felina que le provocó ardores- A sí que el rollito de golfo rompecorazones se te ha acabado, porque yo no permitiría jamás que mi esposo fuera follándose a cualquier flacucha que se encontrara por el camino.

A pesar de su tono de voz furibundo y del sucio mensaje que pronunciaba, no podía apartar los ojos de ese cuerpo despampanante vestido con el cortísimo camisón negro que le habían hecho a medida. A medida de sus gustos, por supuesto.

-          Mientras tú me tengas contento, no necesito a ninguna... flacucha.

De un par de zancadas, atrapó su mano y tiró de ella para pegarla a su cuerpo endurecido.

-          Te repito lo que ya te dije una vez, Christopher-  pronunció ella, despacio-: no soy tu muñequita.

Le ponía tan caliente esa forma de hablar calmada e irritada al mismo tiempo...

-          Vamos a la cama, gynaika.

Kassia retrocedió, sorprendida.

-          ¡No!

-          ¿No quieres?- preguntó, aun sabiendo la respuesta de antemano.

El rostro normalmente orgulloso de su mujer se tiñó de grana.

-          Claro que quiero... es decir...

Rió, encantado en su vergüenza adolescente, mientras  la alzaba en brazos con un rápido movimiento y la tumbaba a su lado en la enorme cama de su habitación. Su pequeño cuerpo se ajustaba a la perfección a su envergadura, como si hubiera sido creada especialmente para él y su propio placer.

-          No quiero que coquetees con otras delante de mí.- dijo Kassia muy seriamente.

-          No quiero que bebas tanto en esas fiestas.

En realidad, debía reconocer que no había sido tan exagerado como lo exponía. Sólo se había mostrado divertida, juvenil, y, junto a Holly, le había dado a aquella aburrida celebración una chispa de vida que había sorprendido a todos los asistentes, incluso a los más jóvenes.

-          ¿Hice algo indecoroso?

Encaramó a su mujer sobre las caderas y deslizó las manos por sus pálidos muslos, demorándose en acariciar cada centímetro de aquella piel tersa y suave.

-          Ahora vas a hacer algo indecoroso.- contestó con una media sonrisa.

-          En serio, Christos.

Se mordió la lengua. No quería decir lo que en realidad había pasado, pues no podía dejar de pensar en ello, y exponerlo en voz alta sólo haría que fuera real.

Pasadas las cuatro de la madrugada y después de al menos diez cócteles haciendo reacción en los cuerpos de Kassia y Holly, Neo y él decidieron volver a casa antes de que terminaran de desmadrarse en medio del museo repleto de gente.
Al llegar a casa y subir a su preciosa semigriega ya dormida hasta la habitación principal, ella abrió levemente los ojos al tiempo que la echaba sobre la cama y la desvestía con suavidad.

-          Te odio.- dijo Kassia entonces.

-          ¿Por qué, agapi mou?

Se deshizo de su largo vestido y de los tacones, conteniendo a duras penas las abrumadoras ganas que tenía de poseerla mientras, finalmente, deslizaba la ropa interior fuera de su cuerpo.

-          Deseas a otras.

Hablaba medio adormilada, pues tenía los ojos cerrados con fuerza y su respiración se mantenía constante y pausada a pesar de sus palabras.
Se había mostrado tan celosa de las mujeres que se habían acercado a él durante la noche que parecía que no se daba cuenta de lo bella que era ella misma.

-          Sólo te deseo a ti.- contestó, consciente de la verdad de sus palabras.

-          ¿En serio?

Acarició con un leve roce el valle entre sus pechos antes de apartar la mano y vestirla con el camisón que ella guardaba cada mañana bajo la almohada como una inconsciente rutina.

Se desvistió él mismo y se acostó a su lado, arropándola con las sábanas.

-          Christos...- susurró.

-          Dime, gynaika.

-          Te quiero.

Volvió a la realidad con un cabeceo, sintiendo perfectamente el calor de sus mejillas.

-          No hiciste nada malo, Kassia.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora