31.

15.6K 1.1K 7
                                    

Os dejo dos capítulos (31 y 32)!

La cantidad de información que Kassia tenía de aquel tipejo de Ryan Jones era impresionante, se dijo mientras revolvía los cientos de papeles que había agolpado en el escritorio del despacho de su apartamento neoyorkino. Habían sacado dos cajas a reventar de la casa de Dionne, folios escritos a mano con una letra alargada y elegante, a pesar de lo descuidado, y otros impresos a ordenador.

-          ¿Necesitas ayuda?

Alzó la mirada para verla asomarse por la puerta. Acababan de darse una larga ducha y aún caían gotas esquivas de sus largos rizos de fuego.

-          ¿Por qué no tienes todo esto en un ordenador, o un cd?- preguntó, revolviéndose el cabello.

-          Eso era lo más obvio.

Se acercó a él para apoyarse contra la mesa, cruzando los brazos en un gesto de incomodidad.

-          Además, después de que "alguien" entrara en mi trabajo y destrozara el disco duro de mi ordenador y todas las memorias externas que tenía allí, me pareció estúpido tener las cosas en mi propio portátil, así que lo pasé todo a papel. Esto no lo buscarían.

Tenía sentido.

Deslizó las manos por sus piernas desnudas, frenando en el dobladillo del diminuto camisón de seda.

-          ¿Dónde están tus camisetas de hombre y esos pantalones de gimnasia que te gusta llevar siempre?

-          Tendré que usar algo de lo que has mandado hacer para mí, ¿no?- sonrió Kassia, alejándose con un premeditado contoneo.- Deberías acostarte, ricachón.

Odiaba aquel estúpido mote que se había emperrado en utilizar con él.

-          Voy a quedarme a ver con qué puedo amenazar a ese hijo de puta.

-          Simplemente elije: ¿qué te parece más escandaloso, encuentros con prostitutas menores de edad o blanqueo de dinero procedente de remesas de cocaína colombiana?

Joder. Esto se había transformado de repente en un caso prácticamente ganado. Ese cabrón tenía tantos trapos sucios que dudaba que quisiera que saliera ninguno de ellos a la luz.

-          Es más impresionante lo de las putas, pero estoy seguro de que valorará más su dinero que su reputación de putero.- terminó por decir.

Ella asintió, como si estuviera de acuerdo con su deducción, y revolvió en la segunda caja, aún en el suelo, para sacar una enorme carpeta azul, que dejó caer sobre su escritorio con un sonoro golpe.

-          Ahí está todo.

-          ¿Cómo has conseguido todo esto?- preguntó, pasando una a una cada hoja repleta de cuentas, balances, albaranes y recibos.

-          Hago bien mi trabajo, y un periodista nunca revela sus fuentes.

Volvió a dirigirse hacia la puerta. Christopher no podía evitar seguir el suave balanceo de sus amplias caderas.

-          Me voy a dormir.- dijo antes de desaparecer.

Volvía a tener ganas de hacer con ella algo más que dormir, pero se obligó a centrar la atención en su trabajo, cogió una libreta y un bolígrafo y empezó a preparar su reunión del día siguiente.

Estaba tan agotada que ni siquiera había sentido a Christos acostarse a su lado, pero se despertó apoyada por completo sobre su pecho desnudo, acurrucada entre sus brazos.

-          Buenos días, gynaika.

Alzó la mirada. Unos preciosos ojos color mar la observaban atentamente. Parecía fresco, como si las pocas horas que, estaba segura, había dormido hubieran sido más que suficientes.

Sin pronunciar respuesta, se giró con un gemido cansado, dándole la espalda, lo que pareció tomar como una invitación, pues se pegó de nuevo a ella, encajando perfectamente contra su silueta encorvada. Cerró los ojos al sentir sus fuertes dedos revoloteando por su piel ya cálida con un leve roce que parecía evitar premeditadamente las partes de su cuerpo que más lo necesitaban.

-          Christos...- se oyó musitar a pesar de sí misma.

El irritante sonido del teléfono la sobresaltó, y estuvo a punto de echarse a llorar cuando las manos de Christopher se alejaron de su cuerpo para atender.

-          ¿Sí?- contestó con una palpable irritación en la voz.

Oyó perfectamente a Jason hablando por el otro lado de la línea y volteó de nuevo para observar su expresión al colgar.

-          Joder.

Se levantó de un salto y empezó a vestirse con una rapidez que la asombró.

-          ¿Qué pasa?- preguntó, adormilada.

-          Ese hijo de puta va a salir del país, tengo que pillarle antes de que salga su vuelo.

Iba a ir a por Jones...

-          Voy contigo.

Christos la miró como si estuviera loca antes de acercarse para colocar un rizo rebelde tras su oreja.

-          No quiero ni que te acerques a menos de diez kilómetros de ese cabrón.- dijo suavemente- Deja que yo me encargue de esto.

Quiso protestar, pero la calló con un beso y salió casi a la carrera de la habitación.

Oyó la puerta principal cerrarse con un fuerte portazo y se levantó de la cama. Era una pérdida de tiempo quedarse ahí sin hacer nada mientras la casa se le caía encima. Se lo había dicho mil veces a Christopher: ella no iba a ser una mujer florero. No estaba hecha para sentarse junto a su maridito en estúpidas fiestas y sonreír a cualquier chorrada, teniendo como única ocupación ir de compras y presumir con un grupo de marujas igual de inútiles que ella.

Ella era una gran periodista. A pesar de no haber llegado tan lejos como su ambición le había hecho pensar en la Universidad, sabía que era buena en su trabajo. Además, aún tenía mucho tiempo para aspirar a lo más alto de su carrera.

Hablando de trabajo...

Estaba decidido: iría a la redacción del Queen's Tribune a ver cómo andaban por allí las cosas. Seguro que sus compañeros se llevaban una sorpresa.

Christopher jamás había tardado tan poco tiempo en llegar al JFK. Había tenido que serpentear como un loco por las calles atestadas de Nueva York, superando con creces el límite de velocidad, saltándose varios semáforos y recibiendo insultos y pitadas hasta el final de su recorrido.

Pero había llegado justo a tiempo. El avión de Jones salía en quince minutos, por lo que debía ser rápido.

Ryan Jones se encontraba frente a él, sentado en unas cómodas butacas de la zona VIP del aeropuerto. Era un tipo corpulento, casi a su altura, con los hombros anchos y una enorme barriga que siempre le precedía. Resultaba sumamente repulsivo, mucho más después de la historia de Kassia.

-          Oh, Señor Afrodakis, espero que no haya enturbiado sus planes mi repentino viaje.- dijo cuando le vio, sin poder evitar una mueca al levantarse con esfuerzo- No le esperaba aquí, la verdad, teniendo a esa preciosa esposa seguro esperando en su cama.

Hijo de puta.

No lo pensó, ni siquiera se percató de que su brazo se había alzado antes de que su duro puño se estrellara con un sonoro crujido contra la nariz de Jones, que se tambaleó como un flan recién hecho antes de caer al suelo.

-          Ni la menciones.- estalló, casi en un grito- Ahora me vas a escuchar, cabrón, y lo vas a hacer atentamente.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora