Cuando Christos abrió la puerta, Julliana fue hacia él como si hubiera tenido el presentimiento de su presencia.
- ¡Vaya horas de llegar!- protestó- Están a punto de llegar tus invitados.
No pudo evitar un bufido mientras se dirigía escaleras arriba para asearse. ¡¿Es que nadie podía entender todo el trabajo acumulado que tenía?!
Entró en su habitación a tiempo de ver a Kassia intentar abrocharse la cremallera trasera de un corto vestido rojo que se ajustaba a su espectacular cuerpo como un guante. Se acercó en silencio y apartó sus manos para terminar él la tarea, rozando su piel desnuda con el mayor de los placeres.
Había pedido que todas las cosas que Kassia guardaba en la habitación que se le había asignado en un principio fueran trasladadas a su propio cuarto. No iba a permitir que pasara alejada de él ni una sola noche. No después de las ganas de desconectar que traía después del trabajo.
- ¿Por qué tienes que ser siempre tan silencioso?
- ¿Te he asustado?- preguntó, deslizando los brazos alrededor de su fina cintura.
La sintió temblar y se regodeó en silencio. Por muy enfadada que estuviera con él, nunca podía resistirse a su cercanía.
- No me asustas.
Kassia se deshizo de su agarre para sentarse sobre la cama y ponerse los altos tacones negros.
Algo le decía que se subía a aquellos zapatos de más de diez centímetros para no quedar tan por debajo de su altura. Era una mujer orgullosa.
- Voy a darme una ducha.- anunció a nadie en concreto.
Se desprendió de la corbata y la chaqueta por el camino hacia el baño y oyó perfectamente el bajo jadeo de su semigriega.
El agua fría calmó su ansiedad, su estrés y ese calor innato de su piel, antes de volver al dormitorio para enfundarse unos pantalones de vestir y la camisa blanca.
Kassia continuaba estática en el mismo sitio donde la había dejado, sentada sobre el borde del colchón, con las manos fuertemente apretadas en las rodillas.- Aún no te he dado las gracias por conseguir que Jamie siga sus estudios en Columbia.
La miró de reojo mientras terminaba de vestirse.
- No tienes que dármelas, te dije que me ocuparía de ti y tu familia.
- No necesitamos que nadie se ocupe de nosotros, Afrodakis.- la oyó contestar con un gruñido.
Lo que había dicho: orgullosa.
La cogió del brazo para acercarla a él, aspirando el suave olor de su cabello, como a frutas silvestres.
- Concédeme el placer.
Kassia alzó el rostro para mirarlo con ojos encendidos, dispuesta a replicar. Pero tres toques en la puerta les hizo voltear hacia allí.
- Señores Afrodakis, ya han llegado sus invitados.
- Vamos, Señora Afrodakis.- dijo él con una gran sonrisa.
Ella golpeó su hombro con fuerza antes de agarrarse del brazo que le ofrecía, esbozando esa falsa sonrisa que ya había lucido con sus padres.
Sorprendentemente, Kassia estaba encantada. Sus abuelos ya no parecían aquellos tiranos que habían dejado que su hija y sus nietos vivieran en la miseria durante tantos años, ahora simplemente eran quienes tenían que haber sido siempre.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...