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Decidieron ir a Nueva York al día siguiente debido a la insistencia tanto de Jason como de su jefe. En cuanto pusieron un pie en tierras americanas y traspasaron el aeropuerto en dirección a la salida, paró rápidamente para comprar el Queen's Tribune ante los ojos asombrados de la dependienta.

"Justicia divina para Ryan Jones: el conocido dueño de la discográfica 'Angel's' se enfrentará en los próximos días a dieciocho denuncias con penas que rondan entre los cuatro y los veinticinco años de cárcel" pudo leer con grandes letras negras en la portada.

Era la primera vez que uno de sus artículos era titular del periódico y sintió un júbilo extremo.

- Déjame leer eso.- dijo Christos a su lado, arrebatándole la prensa de las manos.

Dos caras conocidas les esperaban junto a un mercedes negro y sonrió con simpatía al ver que, a pesar de todo, no les había despedido.

- Buenos días, Señores Afrodakis.- saludaron sus particulares guardaespaldas al unísono.

- Buenos días, espero que no os haya metido en un lío.

Andreus se inclinó hacia ella con una mirada divertida.

- Es nuestro trabajo, Señora Afrodakis.

Sonrió y se metió en la parte trasera del coche alentada por su marido, que leía entretenidamente su extenso reportaje. Mantuvo la atención fija en él, en sus reacciones.

- Es estupendo.- sentenció finalmente, dedicándole un suave beso en la frente- Hollande tiene que estar como loco.

- Gracias por hacer esto.

Christos ladeó la cabeza y atrapó su nuca con una mano para acercar su rostro al suyo.

- No me las des, sólo quería joderle la vida a ese cabrón.- murmuró con un gruñido que le excitó- Nadie molesta a mi mujer y se va de rositas.

Kassia se colgó de su cuello para besarle profundamente, deslizando una mano curiosa por la piel morena de su pecho que la camisa blanca dejaba al descubierto.

Se habían pasado prácticamente toda la noche haciendo el amor, pero aún así y después del largo vuelo, se sentía de nuevo insaciable, ávida de él.

- Agapi mou... ahora no, ya estamos llegando a tu trabajo...

La voz de Christos era ronca, apasionada, pero sus manos la agarraron con firmeza para que cesara sus caricias y le mirara.

- Pero yo...

- Yo también, gynaika- dijo él, estrechándola un momento-, pero tendremos todo el tiempo del mundo para eso.

Entendía eso, pero la palabra esperar no le gustaba cuando deseaba tan desesperadamente a ese hombre. Le habían dicho que el embarazo haría explotar sus sensaciones, sus anhelos, sus sentimientos, pero no se había preparado para aquello.

Contrariada, se sentó correctamente en el asiento trasero del coche y esperó unos minutos a que el chófer le anunciara que ya habían llegado al Queen's Tribune, cuando aprovechó para bajarse apresuradamente, agradecida de que estuviera en el lado de la acera.

En cuanto atravesó las puertas, sus compañeros se levantaron de sus mesas para ir a saludarla.

- Me he leído tu libro, ¡es fantástico!

Sonrió en la dirección de donde procedía la voz, agobiada por tanta gente a su alrededor.

- Cada oveja a su redil, que tengo que hablar con nuestra escritora de éxito.- exclamó tras ellos la potente voz de su jefe.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora