29.

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-          ¡Vaya cacharro!

Rodó los ojos con diversión ante la mirada desorbitada de Lauren, que le propinó un fuerte codazo al sentarse a su lado en el avión privado de Christopher, el cual hablaba animadamente con Jamie frente a ellas.
Dionne había decidido pedir unos días más en el trabajo para recuperar el tiempo perdido con sus padres, que parecían más que encantados con la unión Afrodakis-Niniadis.

-          Qué pelotazo has pegado, cachorrilla.- siguió hablando su amiga.

-          ¡Lauren, cállate ya!

Christos rio, encantado en su arrogancia griega.

-          Déjala hablar.

-          Claro, como a ti no lleva dándote la vara todo el viaje...- refunfuñó.

Lauren llevaba parloteando horas, apenas le había permitido dormir unos minutos escasos, a pesar de lo agotada que se encontraba por la apasionada noche de bodas.

-          Señores pasajeros, estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto internacional de JFK de Nueva York.

Vuelta a casa.

¿Quién se lo iba a decir? Se había ido hacía unas semanas casi a la fuerza y regresaba casada y junto a su marido, un griego multimillonario al que había aborrecido durante cinco años.

Y al que seguía aborreciendo en cierta manera, por supuesto. Su arrogancia y prepotencia hacían sombra a la amabilidad y altruismo que le caracterizaban en ciertas ocasiones.
Pero no podía mirarlo y no estallar en llamas. Christos rezumaba pasión, parecía haber sido creado exclusivamente para saciar sus instintos más básicos.

-          ¿Kassia?

Sacudió la cabeza levemente, intentando centrarse en la conversación.

-          ¿Qué?- se apresuró a contestar, mirando aún al vacío.

-          Vamos, agapi mou, ya han abierto las puertas.

Tomó la mano que su marido le tendía y le siguió fuera del yet con la mente perdida en el recuerdo de la noche de bodas.

-          Tengo que pasar por mi apartamento.

-          ¿Para qué?- oyó preguntar a Christos.

-          Necesito mi portátil para empezar a trabajar.

Vio su gesto contrariado y sus sospechas se dispararon. Frenó el paso, dejando que Jamie y Lauren se adelantaran hacia la cinta donde recogerían las maletas.

-          ¿Por qué pones esa cara?

Sus ojos color mar la observaban con atención.

-          Christos...- le instó, cruzando los brazos sobre el pecho.

-          Tu portátil lo tengo yo.- contestó con tranquilidad- Fui a tu apartamento hace unas semanas y lo cogí.

¡¿Pero quién se creía que era?!

-          ¡¿Y se puede saber por qué tienes que hurgar entre mis cosas?!

Como hubiera visto todo lo que guardaba sobre él en el ordenador... pensaría que trataba con la mayor acosadora del planeta.

-          Intentaba buscar algo sobre Jones.

-          Toda la información sobre ese señor la tengo a buen recaudo.- respondió, enfadada.

Soltó un golpe contra su pecho con fuerza y salió casi a la carrera para alcanzar a su hermano, al que se agarró al instante, colgándose de su brazo como cuando era niña.

-          Cuidado, enana, que ya no pesas veinte kilos.

Le golpeó el hombro con una mueca.

-          ¡Oye, idiota!

Christopher los seguía a pocos pasos, observando la preciosa figura de Kassia balancearse  al caminar.
Parpadeó, intentando recuperar la consciencia, mientras veía aparecer junto a las cintas transportadoras de equipaje a su asistente, Jason.

-          Señor Afrodakis, bienvenido.- dijo al estar a su altura.- ¿Qué tal el viaje?

-          Largo.- masculló.

Jason estaba más que acostumbrado a su malhumor, por lo que simplemente sonrió y se dirigió hacia Kassia para saludarla con amabilidad, tal y como le había pedido.

-          Señora Afrodakis, espero que hayan tenido un vuelo agradable.

-          Gracias.

Casi sonrió ante la patente incomodidad de su esposa, que giró el rostro hacia él casi como una súplica que aumentó su ego.

-          Jason, encárgate de avisar de que el Señor Neville y yo llegaremos en una hora, y prepara una reunión con Jones para mañana mismo.

-          Ahora mismo, Señor Afrodakis- asintió-, he dejado su coche aparcado en la puerta de llegadas.

Le tendió las llaves y salió a toda prisa del aeropuerto ante la mirada atenta de los presentes.

-          Vaya, yo también quiero un lacayo.

-          ¡Lauren!

Era realmente divertido ver la peculiar relación entre las dos amigas: mientras Lauren era el centro de atención con sus excentricidades, Kassia intentaba, sin éxito, controlar su euforia.

Su semigriega se acercó a él mientras esperaban a que las maletas salieran.

-          ¿Para qué quieres ver a ese tipo?- le preguntó, con ojos temerosos.

-          Vamos a terminar con esto de una vez por todas.

No podía resistirse. Se inclinó con rapidez y tomó sus labios entre los suyos en un beso intenso y posesivo.

-          Necesito todo lo que tengas sobre él.

-          ¿Qué vas a hacer con eso?- preguntó ella con esos ojos inquisidores.

-          Sólo acojonarle para que retire la denuncia.

De momento, pensó para sí.

-          De acuerdo.- la cogió de la cintura para pegarla de nuevo a su cuerpo- Tenemos que ir a mi apartamento a coger las llaves de casa de mi madre.

-          ¡Kassia, día de tortitas!

Al mirar hacia ellos, se dio cuenta de que ya habían rescatado todas las maletas y Lauren volvía a gritar en su dirección, a pesar de las risas de Jamie, que parecía ajeno a su próximo ingreso en prisión.

-          ¿Es así siempre?- curioseó.

-          Desde que la conozco, sí, y te aseguro que llevo muchísimos años aguantando sus tonterías.

Se sorprendió cuando Kassia, sin decir nada más, cogió su mano y tiró de él, directos hacia la salida, donde les esperaba, tal y como le había precisado Jason, su precioso BMW azul cobalto.

-          Mira, Christos, si no te importa, nos dejas aquí a la nueva ricachona y a mí en mi casa, que la quiero para mí sola un rato.

Eso le daría tiempo para arreglar la entrada de Jamie y ocuparse de algunos asuntos ajenos a ese caso en particular antes de recoger la información de Jones junto con Kassia.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora