8.

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Dos horas después de su encontronazo con Christopher, Kassia se mecía en una de las hamacas de la piscina exterior, intentando contactar con Jamie.

-          Móvil apagado, móvil apagado... ¡Joder, Jamie!

Iracunda, lanzó el teléfono al agua impoluta con un jadeo furioso.

-          ¿Algo va mal, pequeña?

-          No consigo hablar con mi hermano.- contestó, sin alzar la mirada hacia Julli.

Sintió cómo se sentaba a su lado cuando la hamaca contigua crujió levemente ante su peso.

-          ¿Por qué no hablas con Christos? Seguro que sabe cómo contactar con él.

-          Ya lo he intentado, pero...- se levantó de un salto- ¡Es imposible hablar con ese hombre, es inaguantable!

Julliana rió y sacudió elegantemente la mano.

-          Es un buen chico, sólo tiene que aprender a controlar su orgullo.

-          Lo dicho: es inaguantable.- terminó por decir.

-          Espero que no estés hablando de mí, agapi mou.

Kassia alzó la mirada al escucharlo viniendo hacia ellas. Se quedó sin aliento.
Ya sabía lo atractivo que era. Cinco años antes lo había descubierto con el mayor de los placeres. Pero, ahora, observando con atención su imponente cuerpo cubierto sólo por un bañador por encima de las rodillas y todo él brillando ante el sol de la tarde, estaba dispuesta a confirmarlo las veces que fuera necesario.

¡¿Pero qué estaba pensando?! ¡Ya le había visto así antes! Ya había adorado aquella belleza tan impresionante siendo sólo una adolescente. Y, en ese momento, con veintitrés años a las espaldas, sentía una vez más la revolución de sus hormonas.

Apretó con fuerza las manos contra los cojines de la hamaca en cuanto él llegó hasta donde estaba, ocultando el sol con su silueta. Por nada del mundo caería en la tentación de recorrer con los dedos los contornos de aquellos músculos tan bien marcados.

-          Hablo de ti, efectivamente- contestó con rabia.- ¿A quién más me iba a referir como "insoportable"?

Christos Afrodakis la dejó babeando de nuevo cuando esbozó una amplia sonrisa. Era tan endemoniadamente atractivo que sentía unas ganas inmensas de gritar y patalear como una niña.

-          Siempre tan encantadora.

Julliana se retiró discretamente con una media sonrisa, dejándolos solos una vez más. Para su desgracia.

-          ¿Qué haces aquí, no puedes dejarme ni un momento tranquila?

-          Ni siquiera sabía que estabas aquí, en MI piscina, no seas engreída.

Sin prestar la mínima atención a su mueca, él siguió su camino y se lanzó con un elegante movimiento al agua cristalina.

Intentó no mirarlo mientras nadaba a grandes y poderosas brazadas de un lado a otro de la piscina, pero no pudo evitar refugiarse en sus gafas de sol para seguir sus movimientos con discreción.

¿Era así como mantenía aquel cuerpo, nadando? Recordaba que él la había dicho años atrás que se entrenaba en el gimnasio de su casa, que le ayudaba a descargar adrenalina. Ahora, Kassia dudaba que aquél fuera el motivo. Con la cantidad de mujeres que se llevaba a la cama, no era posible que necesitara descargar nada fuera de las sábanas. A no ser que esas modelos altas y horriblemente guapas con las que se le veía en la prensa rosa no le satisficieran, y esa idea le era bastante escéptica.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora