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-          ¿Tú también te sientes como si te hubiera pasado un camión por encima?- oyó preguntar a Holly en cuanto entró al comedor.

Su amiga se encontraba sentada junto a Neo en la mesa, con un par de platos a rebosar de bollería y fruta fresca y la cabeza gacha, casi apoyada contra la superficie de madera.

Después del maravilloso encuentro sexual con Christopher, el dolor de cabeza había desaparecido casi por completo, pero no quiso reconocerlo en voz alta.

-          Algo así.

Neo rió, encantado en su etílico malestar, mientras acariciaba tiernamente la espalda de su mujer.

Christos la instó a sentarse y fue en busca del servicio para que les sirvieran el desayuno.

-          Os creéis que sois aún unas crías y claro...

-          Cariño, te recuerdo que no llegamos a los veinticinco, somos unas muchachas jóvenes y dinámicas aún.- repuso su mujer con un deje de regodeo- Que vosotros seáis unos muermos viejales no nos va a impedir divertirnos.

Holly era tan jovial que nadie podía evitar el júbilo que provocaba estar a su alrededor, por lo que se carcajeó con ganas al ver el gesto malhumorado de Neo ante tales adjetivos.

-          Habla por tu marido.- intervino Christos al aparecer por la puerta.

Tras él, un par de chicos se apresuraron a preparar los cubiertos para ambos y dejar tres fuentes repletas de comida a su alcance. No fue hasta ese momento en que se percató del hambre que tenía.

-          Tú eres más mayor que yo, capullo.

-          También soy más entretenido.

Sus párpados se alzaron con un divertido gesto, dejando más que claro a qué ámbito de la vida se refería cuando se dirigieron directamente hacia ella.

Sintió el calor de su rostro y cogió una gran napolitana rellena de chocolate para entretener su atención y, de paso, calmar a su estómago, que gruñó de gozo.

-          Eso no deberías juzgarlo tú, ¿no?- replicó Holly con una risita.

-          Preguntemos a Kassia entonces.

Levantó la mirada de su delicioso dulce, sorprendida por la mención de su nombre en aquella conversación de la que no quería ser partícipe.

-          ¿Es entretenido?- le preguntó Neo con una ligera sonrisa.

-          ¿Por qué crees que me casé con él?

Sus invitados estallaron en carcajadas mientras Christopher dirigía hacia ella una mirada casi sorprendida.

¿Es que acaso no se había dado cuenta? El sexo con él era completamente distinto a como había sido con George o Curtis. Mirando hacia atrás y teniendo en cuenta cómo se comportaba su marido, el resto de hombres de su vida parecían no tener ni idea de qué o cómo hacer lo que a Christos le salía de forma natural.
Era engreído, prepotente y arrogante, pero cambiaría el mejor día de su vida por una noche más con él.

Una vez más, sus ojos negros ardían al contacto con los suyos. Por mucho que intentara ocultarlo, su mujer era fuego, y se lo demostraba cada vez que estaban solos.
Se mordió los labios para evitar un gruñido. Estaba seguro de que si continuaba así, manteniéndose en vela cada noche para saciar aquel instinto animal, todos sus negocios se hundirían. Era imposible mantener su ritmo habitual de trabajo, e incluso concentrarse en él, sabiendo que tenía a aquella obstinada y sensual mujer esperándolo en casa.

-          Kassia, ¿podrías hacerme un favor?

Sacudió la cabeza, intentando centrarse en la conversación que se mantenía frente a él, y engulló con avidez un gran trozo de melocotón.

-          Claro.- oyó contestar a Kassia.

Theos, hasta el sólo sonido de su voz le provocaba ardores.

-          Nunca había estado antes en Nueva York y... - la sonrisa de Holly era delatadora.

-          Haremos turismo, soy una guía excelente.

Su grito de alborozo hizo reír a Neo, que se dirigió hacia él con una mirada cómplice.

-          ¿Qué te parece si dejamos que las señoritas se diviertan solas y nos vamos tú y yo por ahí?

-          Perfecto.

-          Espero que "por ahí" no signifique un garito de strippers, señores.- contestó Holly, poniendo los brazos en jarra cual madre durante una regañina

Kassia llevó a su amiga a Central Park, vieron el Castillo de Belvedere y pasearon tranquilamente por los amplios jardines. La vista desde allí era impresionante. Mirases donde mirases, te veías rodeado de aquellos gigantes de acero y cristal y, sin embargo, el encontrarse uno de los parques urbanos más amplios del mundo, hacía que sintieras una calma que parecía imposible entre aquellas calles ruidosas y atestadas.

Después, visitaron Broadway y Times Square, donde almorzaron algo ligero, y recorrieron las calles colindantes subidas a uno de esos autobuses turísticos tan de moda antes de bajarse en la 72th para tomarse una copa en un conocido pub.

Se sentía agotada. Conocía a la perfección cada detalle de aquella ciudad, se había criado entre turistas y estresados oficinistas, recorriendo aquellas largas avenidas como si fueran el pasillo de su propia casa. Pero Holly tenía dos días para verlo todo y, aunque sabía que era imposible, quería que volviera a Grecia con todos los recuerdos y fotos que fueran posibles.

-          Nunca me habéis contado cómo os conocisteis y decidisteis casaros.

No se andaba por las ramas, dio para sí.

Bebió un largo trago de su gin-tonic y sonrió.

-          Bueno, yo nunca había tenido relación con mis abuelos maternos, pero un día Dante llamó y me invitó a Atenas, así que no me lo pensé y cogí un avión.- empezó a contar con cierto entusiasmo- Pocos días después, Christopher apareció por allí e hizo de guía durante las semanas que permanecí en Grecia.

-          ¡Oh, y entonces tu madre enfermó!

Asintió, incómoda por la mentira. Pero, ¿qué podría decirle? ¿Que él le había pedido matrimonio por obligación y ella había huido a hurtadillas de Grecia gracias a la ayuda de Julliana?

-          ¿Cuántos años teníais?

-          Bueno, yo acababa de cumplir dieciocho, y Christos tenía veintitrés.

-          ¡Vaya pederasta!- rio Holly, removiendo su copa con demasiado entusiasmo- Ahora cuéntame cómo os volvisteis a ver.

Sonrió, divertida por su curiosidad nada disimulada.

-          Cinco años después de que nos conociéramos, hace unas semanas, fui a su despacho de aquí, de Nueva York, para pedirle cierta asesoría jurídica respecto a un tema sobre mi hermano.- resumió, sintiendo cómo los latidos de su corazón se aceleraban a cada palabra- Supongo que volvió a conquistarme, y me convenció de cogerme unas vacaciones en la redacción para acompañarle a Grecia.- sabía que tenía que decorar la realidad con trazos de surrealismo inventado- Al día siguiente de llegar, me pidió matrimonio, y el resto es historia.

Holly abrió los labios como para decir algo, pero la mantuvo en la misma posición unos minutos antes de soltar un teatral suspiro.

-          ¡Qué romántico!

¿Romántico? Su historia con Christopher era la menos amorosa que había conocido en su vida, al igual que él mismo. Christos era frío, un mar cambiante al que la gente no se acercaba por cierta clase de respeto cercana al miedo.

-          La verdad es que cuando Neo me contó que Christopher se casaba creí que sería con alguna de esas descerebradas con las que solía salir, pero me alegro de que se haya dejado llevar por el corazón y haya elegido a una chica tan inteligente y con tanto carácter como tú. Eres lo que él necesita.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora