Esperaba con todas sus fuerzas que todo aquello fuera un sueño, pero el hombre sentado sobre su cama parecía demasiado real.
- ¿Cómo me has encontrado?
Se había cuidado mucho de despistar a los matones de Christos que la seguían en Nueva York, y tampoco le había dicho nada a Calista o Holly para que no le llegara esa información.
- Dante me dijo dónde estabas.- contestó él, levantándose para acercarse unos pasos en su dirección- ¿De verdad creías que no iba a encontrarte?
Sería mejor que no se aproximara ni un centímetro más a ella o perdería ese autocontrol que tanto le había costado conseguir.
- Lo que creía y esperaba era no volver a verte más.
Vio cómo en sus ojos relampagueaba un brillo furioso y sus labios se torcían en una mueca de disgusto.
- Vas a tener a mi hijo, no pretenderás alejarte sin más, ¿no?
- Había pensado en dejar que lo vieras un par de días al mes, cuando vinieras a Nueva York- replicó con dureza a sabiendas que eso le sentaría espantosamente mal-, pero eso tampoco implicaría que yo tuviera que verte.
- No me retes, Kassia.
Había tardado más de lo que pensaba en sacar ese arrogante orgullo griego que tanto aborrecía y le excitaba al mismo tiempo.
- ¿Por qué no te largas de una maldita vez y me dejas vivir tranquila?
Sólo quería paz. Y eso nunca lo conseguiría al lado de alguien como Christopher Afrodakis. Él lo había dicho una vez: su matrimonio era una guerra constante.
- Porque soy egoísta- dijo él con un encogimiento de hombros antes de acercarse un poco más- y puede que tú puedas vivir sin mí, pero yo me siento muy perdido si no estás cerca.
El corazón se le iba a salir del pecho.
Se llevó la mano ahí, sobre su desbocado latido, y un gemido de dolor escapó de sus labios.- ¿Por qué me haces esto, Christopher? ¿Por qué me odias tanto?
Sus ojos azules la observaron con extrañeza y alargó el brazo para tomar su mano y tirar de ella. No pudo evitar aspirar ese olor tan característico de su piel al quedar con el rostro pegado a su camisa entreabierta hasta el tercer botón.
- ¿No me escuchas?- oyó su voz en lo alto de su cabeza- Te estoy diciendo que te necesito.
Se apartó de él con un empujón que la impulsó hacia atrás y caminó hasta quedar apoyada contra la pared.
- Ya, me necesitas para cerrar el negocio con mi abuelo, pues no, no pienso seguir siendo un objeto de trueque.
- ¡Deja de decir tonterías!
- ¡Leí el puto contrato que firmaste, Afrodakis, no te atrevas a gritarme que lo que digo son tonterías!
Christopher se sentó de nuevo sobre la cama, sacudiendo la cabeza con un bufido de rabia.
- Ese contrato...- le escuchó decir mientras clavaba en ella sus preciosos ojos-, lo firmé antes de conocerte, gynaika, tu abuelo le propuso un matrimonio de conveniencia a mi padre y yo no puse pegas.
- ¿Qué más daba lo que yo sentía?
- Dante quería que yo dirigiera su empresa, pero que al final un Niniadis la heredara, y sólo podía conseguirlo de ese modo.
Se mantuvo en silencio, aunque lágrimas de rabia ya se desprendían de sus ojos.
No podía llegar a entender cómo a su abuelo o a su marido les importaban más sus sociedades que las personas que les rodeaban.
- Intenté que lo olvidara en cuanto te conocí.
Se creía que era idiota.
- Eras tan dulce, tan cabezota, tan impresionable...- Christos esbozó una triste sonrisa-, no quería que mi proposición de matrimonio fuera así, Kassia.
Su respiración se aceleraba por minutos.
- Lo dices como si hubieras querido casarte conmigo.
Christos volvió a acercarse, alzando su barbilla para mirarla a los ojos. No parecía haber ningún tipo de duda en los suyos y eso le asustó.
Creía que reconocería cualquier engaño suyo con ver sus reacciones, pero él parecía tan calmado que se preguntó si era un gran mentiroso o realmente decía la verdad.- Claro que quería casarme contigo.
Intentó deshacerse de su agarre para ocultar sus lágrimas, pero él no la dejó.
- Sabiendo que mi dote era la empresa de mi abuelo quién no querría casarse conmigo.- replicó con rabia.
- ¡Para y escúchame!
Protestó cuando la alzó con facilidad en brazos para sentarse en la cama y colocarla sobre las rodillas. Se removió bruscamente en su abrazo, golpeándolo en el pecho.
Pero fue como si pegara a una columna.- ¡Suéltame!
- Cállate de una vez.- gruñó Christos.
Cuando se inclinó sobre ella y besó sus labios, quiso negarse, alejarse de su sensualidad, pero su cuerpo se mantuvo estático y a su merced.
Casi había olvidado el sabor de esos labios.
Cuando se apartó de su rostro, su respiración se había vuelto a acelerar. Se sentía débil, como si aquel beso le hubiera robado esa fuerza que se había prometido mostrar.
Christopher alargó el brazo para coger el libro de su mesilla y se lo mostró.
- ¿Todo esto es verdad?
Miró hacia otro lado, incómoda.
- Sabes que lo es.- murmuró.
- Aquí dice que no quisiste casarte conmigo porque sabías que para mí era una obligación.
Quería levantarse de su regazo, pero sus brazos hacían una presa de hierro alrededor de su cintura.
El embarazo provocaba que sus sentimientos se magnificaran, y las ganas de llorar no cesaban de mostrar su debilidad ante su marido.
- Vi tu cara esa mañana, Christopher, y tú mismo dijiste que lo hacías por haber sido mi primer hombre.
- Eres tan lista para algunas cosas y tan ingenua para otras...- dijo él con una carcajada carente de humor-, Dante me llamó aquella mañana y se enfadó mucho cuando le dije que habías pasado la noche conmigo, dijo que tenía que pedirte matrimonio ese mismo día si no quería que te enteraras del estúpido contrato que firmé.
La cabeza le empezó a dar vueltas, era como si todo lo que había dado por hecho se desmoronara ante sus ojos. La historia volvía a cambiar, y ahora se sentía más confusa que nunca.
- Pero cuando me lo pediste estabas tan enfadado...
Christos se llevó la mano al bolsillo y sacó de él una joya que conocía a la perfección: su primer anillo de pedida. Era de oro blanco, con un rubí y un zafiro engarzados para formar un círculo perfecto.
- Mandé hacer este anillo la semana siguiente de conocerte.- explicó, clavando sus ojos en ella- Desde el primer día supe que serías la mujer perfecta para mí, pero me molestó que tu abuelo lo precipitara todo.
Tenía tantas ganas de besarle y a la vez tanto miedo de que todas sus palabras fueran mentira.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...