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-          El señor Afrodakis no se encuentra en su oficina, señorita...

-          Neville- se apresuró a contestar.

-          Señorita Neville.

Kassia se llevó la mano a los labios con nerviosismo.

-          Le esperaré.

El asesor personal del señor Afrodakis torció los labios en una mueca, recorriendo descaradamente con la mirada su pequeño cuerpo con una mezcla de lujuria y altivez que le produjo un escalofrío nada amable.

-          No sabemos a qué hora volverá el señor...

-          Está subiendo.- anunció tras él la tensa voz de la recepcionista.

Los nervios de Kassia se dispararon. Llevaba horas preparando lo que debía hacer y decir y, en aquel momento, a escasos minutos de poder hablar con él, su mente se bloqueaba.

No. Debía ser fuerte. Por Jamie. Por su madre.

Con un suspiro cansado, volvió a dejarse caer sobre el amplio sofá de la recepción, esperando a que llegara la única persona que podría sacar a su pequeño e irresponsable hermano del lío en el que se había metido. Christopher Afrodakis.
Le temblaron las piernas sólo de pensar en enfrentarse a él de nuevo. Hacía tantos años que no lo veía. Cinco, para ser exacta.

La puerta giratoria comenzó a funcionar, anunciando su llegada, y Kassia se levantó de un salto, situándose junto al asistente, ahora tenso por la entrada de su jefe.

-          Jason, ¿has programado ya el vuelo de mañana?

Su voz, dura y autoritaria, era tal y como la recordaba. Entonces apareció ante ella. Imponente.  Aún más guapo que la última vez que se vieron.
Sobrepasando el metro noventa, Christopher lucía su envergadura con una elegancia asombrosa. Su presencia lucía tan masculina y poderosa que Kassia estuvo a punto de esconderse tras el sofá. Siempre había conseguido impresionarla, incluso ahora que ya era adulta.

Incapaz de pronunciar palabra, observó cómo él se acercaba, ajeno a su presencia, hacia la recepcionista para recoger unos sobres que le tendía con una sonrisa coqueta, la cual ignoró con frialdad.

-          El coche te recogerá a las nueve.

-          Estupendo...- musitó él, encaminándose hacia la enorme puerta de su despacho.

Kassia lanzó un bufido malhumorado. ¿Cómo se atrevía a ignorarla tan descaradamente? ¡¿Ni siquiera se había dado cuenta de que existía?!

Con una nueva energía, se dirigió tras él a grandes zancadas y se coló en su oficina cuando se disponía a cerrar la puerta.

-          ¿Pero qué...- gruñó Afrodakis, inclinando la mirada hacia ella.

-          ¡Señorita Neville, no puede entrar ahí!

Jason abrió la puerta de un brusco tirón para intentar sacarla de allí, pero ninguno de los dos le prestó ninguna atención, parecían poseídos por una extraña corriente que unía sus miradas airadas.

-          Cierra la puerta, Jason.- ordenó, impasible, Christopher.

Obedeció al instante. Ella misma lo hubiera hecho si la hablara de aquella forma.

-          Deja de mirarme así.

Tal y como temía, él no apartó de su rostro sus gélidos ojos color mar, un recuerdo vivo de su preciada tierra griega. Parecía estar viendo en su mirada toda la fuerza del Egeo, toda la viveza de aquellas aguas mágicas.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora