58.

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No podía dejar de sonreír mientras regresaban al hotel tras una larga cena seguida de las sorprendentes felicitaciones de algunos de los comensales del restaurante, a los que Christos contestó en un fluido español con amabilidad mientras ella sólo podía esbozar una sonrisa.

- ¿Por qué no me dijiste que ibas a denunciar a Jones?

Christopher la observó por el rabillo del ojo al llegar al resort y dejar que el aparcacoches se encargara del automóvil.

- No parecía hacerte mucha gracia que hiciera algo al respecto-le oyó contestar mientras le tendía la mano-, pero sabes que tenía que hacerlo, romperle la nariz no era suficiente.

Golpeó su hombro, sorprendida y divertida al mismo tiempo.

- Dime que no le pegaste.

- ¡Claro que le pegué!-exclamó con cierta rabia- Pero se merecía más.

Se merecía lo que tendría: ver cómo su vida y su imperio se hundía por sus acciones.

Su marido la acompañó hasta el ascensor y permaneció frente a él, dubitativo.

- Vamos, vas a subir, ¿no?

Su sonrisa fue inmensa.

- Esperaba que me lo pidieras.- atrapó con facilidad sus caderas para alzarla del suelo mientras subían las plantas- Has estado lejos demasiado tiempo.

- Deberías bajarme, Christos, si nos ve alguien...

Él rio, apretándola un poco más para que rodeara su cintura con las piernas, cosa que hizo con gran gusto.

- Si nos ve alguien verá a una pareja de recién casados, deja de preocuparte.

Cuando llegaron a su planta y se dirigió con ella en brazos hasta la habitación, se sintió como si los meses anteriores no hubieran existido y su vida con él empezara en aquel momento.

Vio, embelesada, cómo, con una agilidad envidiable, sacaba una llave de su bolsillo trasero y abría la puerta de su habitación, dejando entonces que se soltara de su agarre para poder tocar el suelo con los pies.

Cuando decidió ir a aquel hotel apartado de casi todo, buscaba tranquilidad y tiempo para pensar qué haría cuando tuviera al niño; pero nunca se imaginó que la historia cambiaría tanto, que Christos iría a buscarla y le confesaría todo lo que había oído aquella misma mañana.

Sus ojos buscaron los de él y sintió cómo se derretía por dentro ante su intensidad.

Como si su cuerpo fuera manejado a través de resortes automáticos, Kassia deslizó la cremallera de su vestido hacia abajo y lo dejó caer al suelo. Oyó la respiración entrecortada de su marido y sonrió.

- Eisai ómorfi...- le escuchó decir.

Se acercó hasta él con una nueva vitalidad, desabrochando lentamente los botones de su camisa con la mirada fija en la piel oscurecida de su pecho.

- Repite eso, suena maravilloso.

Él rio, con esas carcajadas roncas que precedían a su pasión abrumadora, pero se inclinó para decirlo en su oído una y otra vez hasta que ella terminó de quitarle la prenda. Entonces, la atrapó con un firme abrazo y la dejó echada sobre la cama.

Christos deslizó las manos por su cuerpo con una ternura que pocas veces había visto en él, deteniéndose premeditadamente en la leve redondez de su vientre.

- ¿Cuándo se puede saber si es niño o niña?

Alzó el cejo, sorprendida por la pregunta, mientras le veía apoyar el rostro contra su ombligo.

- Supongo que en un par de semanas, no lo sé, la verdad.- contestó.- ¿Tienes algún interés especial?

- Oh, no, pero va a ser una niña.

Christopher dejó que sus manos resbalaran por aquella piel tersa y suave, recorriendo un camino ya conocido mientras ella apretaba fuertemente su nuca contra ella para besarle con ardor.

¿Cómo había permitido que ella se alejara durante esas interminables semanas?

La colocó sobre sus caderas, incorporándose para deslizar los dedos entre su cabello caoba y presionar los labios contra su cuello. Olía tan bien, dulce y afrutado.

- Quítate la ropa.- le oyó decir con una sonrisa segura.

- Quítamela tú.

Kassia le hizo levantarse y, sentada sobre el borde del colchón, desabrochó lentamente sus vaqueros y posó los labios contra su vientre musculado mientras dejaba caer el resto de su ropa. Alzó la mirada hacia él y sonrió.

Era preciosa.

Extendió los brazos y rio al verla saltar enérgicamente a ellos, encajando a la perfección contra su cuerpo desnudo.
Tiró hacia abajo de su ropa interior y la guio lentamente hacia su sexo, agarrándola con fuerza cuando sintió cómo se estremecía por sus embestidas.

- Te he echado de menos, preciosa.

Ella gimió como respuesta, hundiendo los dedos en sus hombros, dejando lo que serían a la mañana siguiente profundos arañazos.

No había podido olvidar aquella calidez, sus acogedores músculos apretándose contra él y esa mirada apasionada que no se apartaba de sus ojos.

Algunas horas después, sudorosos y agotados, la arropó entre sus brazos y procuró un casto beso sobre su cabeza.

- Ha sido fantástico.

- Tú siempre eres fantástico- rio ella, acariciando levemente su pecho.

Todas sus amantes le habían asegurado quedar más que satisfechas, pero siempre había sido distinto con Kassia. Ella parecía disfrutar un poco más allá, al igual que él mismo. Nada se podía comparar a ese cuerpecillo apretándose contra el suyo, a la pasión de sus gestos y el ardor de sus gemidos.

- Me inspiras, agapi mou.

Oyó su ronca carcajada.

- ¿Me vas a contar ahora qué hacías con ese cretino de Christakis esta mañana?

- Me llamaron de recepción diciendo que quería desayunar conmigo.- dijo Kassia tranquilamente.

Su humor se enturbió.
Ese cabrón siempre había conseguido irritarle. Y el que se acercara y coqueteara tan descaradamente con su mujer era la gota que colmaba el vaso.

- Y tú aceptaste.

Kassia alzó la mirada de su pecho para mirarlo con un brillo divertido.

- Pensé que te molestaría.

- Me conoces bien.- contestó, apretando aún más los brazos a su alrededor- Cuando te vi con él se me pasaron por la cabeza mil formas de matarle.

Se estremeció cuando ella deslizó la lengua por su cuello, como si quisiera borrar de un lametón aquellos pensamientos.

- Sólo quería enfadarte.

- ¿No te gusta?

Se sentía estúpido preguntando tal cosa, pero no podía aguantarlo por más tiempo.

- Espero que no lo digas en serio, Christos.- escuchó decir a su semigriega- Con un donjuán tengo suficiente.


Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora