2.

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Lo vio torcer los deseables labios en una mueca ante aquel nombre.

-          No me llames así.- gruñó.

Sus grandes manos bronceadas subieron por sus brazos hasta agarrarla fuertemente por los hombros, que se encogieron ante su potencia. Era mucho más grande que ella, y, aunque sabía que nunca había sido un hombre violento, su mirada airada la hizo retroceder.

-          No finjas asustarte conmigo, gynaika.

-          Aún no has contestado a mi pregunta.- rebatió, ignorando su protesta.

Desde que había entrado en su despacho, sólo había oído órdenes y reproches, y su paciencia se agotaba por segundos.

Christopher la apretó de nuevo contra él, dejando que notara cada uno de sus músculos en tensión. Kassia se mordió los labios para no emitir un leve gemido de satisfacción. Lo deseaba. Aún después de tanto tiempo lo seguía deseando.
Apoyó ambas manos con indecisión sobre la chaqueta de su traje, aspirando trabajosamente al sentir los potentes latidos de su corazón bajo los dedos.

-          Hoy me siento generoso.- exclamó Afrodakis con una carencia palpable de felicidad- Voy a hacer un trato con la mujer que me abandonó y me traicionó, para que luego digan que soy un tiburón.

-          ¡Yo no te...

-          Cállate, Kassia.

Ella obedeció, pero no contuvo el bufido de desagrado ante tal orden. Nunca había consentido que nadie la obligara a nada, y él estaba acostumbrado a hacerlo con todo el mundo.

-          Eso es lo que quiero de ti: obediencia.

-          ¿Pero de qué narices estás...

-          Silencio.- volvió a exigir, esta vez con más dureza.- Ayudaré a tu querido hermanito si me das algo a cambio...

Sus ojos azules llameaban al contacto con los suyos, y sus manos cálidas se deslizaron por encima de su vestido hasta cerrarse sobre su trasero, dejando más que claro cuál era el precio que debía pagar por su favor.

-          Que ni se te pase por la cabeza, Christopher...- murmuró, furiosa, al tiempo que intentaba deshacerse de su cercanía.

Pero él la sujetaba fuertemente contra su imponente cuerpo, inclinándose para hablar casi en un susurro junto a su oído.

-          Te deseo, Kassia... No puedo negarlo..., te deseo tanto que en este momento sólo puedo pensar en desnudarte y hacértelo aquí mismo, sobre el escritorio...

-          ¡Cállate!

Su grito desesperado acabó en jadeo cuando sintió cómo sus dedos hábiles se deslizaban precisos bajo el vestido, rozando sus muslos con una sensualidad insoportable.

-          ¿Por qué? ¿Por qué iba a callarme?- replicó él, duro, impasible- Ya no eres una niña, gynaika, no creo que te asombre que te diga todo lo que quiero hacerte.- su tacto ya rozaba el liguero de las medias- Uhm... esto se vuelve cada vez más interesante...

-          Para, Christos, por favor...

-          ¡Que no me llames Christos!- estalló, soltándola bruscamente- Perdiste ese derecho, y cualquier otro, cuando me deshonraste.

Kassia guardó silencio durante unos segundos, cerrando los ojos con frustración.

-          Te di la oportunidad de ser feliz. Teniendo al lado a una esposa desdichada no lo hubieras conseguido. Ninguno de los dos quería casarse y lo sabes.

Ella lo había querido tanto que aún entonces seguía recordando cómo dolía. Había huido de Grecia al día siguiente de que Christos le entregara el anillo de compromiso, anunciando con total disgusto su prematura boda en pocas semanas.
Kassia no quería casarse, tenía dieciocho años y aún le quedaban cientos de cosas por descubrir antes de atarse a cualquier hombre, y más a uno como Christopher Afrodakis. Él no la amaba entonces, ni esperaba hacerlo algún día. No podría haber vivido con aquello.

-          Nuestras familias se quedaron destrozadas por tu rechazo.- la reprochó con frialdad- Se avergüenzan de ti, gynaika. Y yo también lo hago.

Ya había escuchado suficiente.

Con toda la dignidad que la quedaba, dio media vuelta y se encaminó una vez más hacia la puerta.

-          Huye de nuevo, Kassia; pero recuerda, puedo salvar a tu hermanito, sólo tienes que darme lo que quiero.

Y, con esas palabras como fondo, desapareció con un fuerte portazo.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora