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-          ¿Qué tal la firma de libros?

Alzó la mirada de su plato de pasta para mirar a Holly, que inclinó la cabeza en un divertido gesto.

-          Bien, como siempre.- contestó.

-          ¡No puedo dejar de leerlo, es tan precioso!

Hizo un amago de risa. "Mar y fuego" estaba causando revuelo en el mundo literario, algo que nunca se imaginó, y las mujeres del mundo devoraban sus páginas con avidez según su editor. Al parecer, muchas de ellas se sentían identificadas con el profundo desamor que sentía el personaje protagonista.

-          Pero el final...- protestó su amiga, removiendo los ingredientes de su ensalada.- Deberías hacer una segunda parte que termine bien.

Todo el mundo le comentaba lo mismo: debía hacer algo que corrigiera esa llorera que le daba a sus lectores al leer las últimas páginas de su libro. Pero no se sentía con fuerzas para escribir algo feliz, algo que no sentía. Ella había plasmado su historia en aquellos capítulos, había cambiado ciertos detalles, pero los que conocían lo que había vivido con Christopher sabían que hablaba de ellos.

¿Cómo iba a escribir un final feliz si no existía?

-          Me lo pensaré.

No lo haría. Nunca escribiría una segunda parte, porque no la habría nunca.

-          ¿Vas a volver a tu trabajo, Kassia?- oyó preguntar a Calista.

-          De momento no, si vuelvo ahora no van a querer de mí nada más que acosarme a preguntas sobre Christopher, y no tengo ganas.

Todo el mundo le preguntaba sobre los rumores de separación con su marido, pero, después de que él asegurara en una revista que sólo estaba allí por motivos laborales, no se había atrevido a contradecirle.

Cada vez que veía su nombre en la prensa, el corazón le daba un vuelco.

Miró su reloj con impaciencia.

-          Tengo que irme.- anunció, levantándose de la mesa para alcanzar su chaqueta.

-          ¿Adónde vas?

Retorció las manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros, nerviosa por mentirlas una vez más.

-          He quedado con mi editor.

Parecieron tomar su excusa como buena, pues se despidieron con un par de besos y la dejaron marchar bajo la fría lluvia neoyorkina de finales de octubre.

Cogió un taxi y, en menos de quince minutos, se encontró sentada en la sala de espera de la consulta de su nuevo ginecólogo. Era su primera ecografía y, ya que el padre de su hijo no estaba ni estaría, prefería pasar sola por aquello.

Christopher miró las fotografías con cierto pasmo. Habían llegado aquella misma mañana mediante mensajería urgente.

"Está sano" era lo único que ponía en la nota que acompañaba a la ecografía.

Intentaba encontrar en aquellas manchas blancas y negras la silueta de un feto, pero parecía una tarea titánica, sólo veía curvas que parecían carecer de forma.

Aún así, sintió cierta opresión en el pecho y pasó los dedos con cuidado sobre las imágenes con emoción. Una emoción que se esfumó al recordarse que Kassia pretendía pasar por todo el embarazo sin contar con él, sin permitir que estuviera a su lado.

Neo se sentó frente a él sin siquiera pedir permiso para entrar en su despacho y miró lo que él observaba con tanta atención.

-          ¡Anda, ¿Kassia te ha mandado una ecografía?!

La sola mención de su nombre hizo que el vello de sus brazos se erizara con una mezcla de odio y deseo.

Asintió, extendiendo las fotografías hacia él mientras se levantaba para pasearse, nervioso, por la habitación durante unos minutos antes de volver a su sitio.

Estaba confuso. Y eso le ponía furioso. Jamás se había sentido en la incertidumbre de no saber qué hacer, cómo proceder en algo. Pero con ella siempre había sido así, nunca sabía cómo comportarse, cómo conseguir que no le nublara el juicio.

-          Bueno, yo no veo nada, lo siento.- dijo finalmente su amigo, tendiéndole la ecografía- ¿Te estás leyendo el libro?

-          Sí.

No podía parar de leer cada capítulo con inquietud, preguntándose a pesar de ser uno de los protagonistas de aquella historia real, qué pasaría a continuación. Era todo un descubrimiento saber cómo se sentía Kassia, pues ella siempre había procurado mostrar cierta distancia con él.

-          Debe estar ganando una pasta, porque es número uno de ventas en Estados Unidos.

Afirmó con un cabeceo.

Andreus y Rick, los guardaespaldas que tenía contratados para cuidar en la distancia de ella seguían ahí, vigilando sus pasos, aunque él nunca leía los informes que le enviaban casi cada día. Prefería no saber qué hacía su esposa sin él, a qué o quién dedicaba su tiempo; le valía con que le dijeran que estaba sana y salva.

A pesar de ello, siempre le llegaban informaciones sobre su nueva vida profesional como escritora de éxito, sus numerosas firmas de libros y su negativa de conceder entrevistas, previendo, acertadamente, que saldría a relucir su vida privada.

-          ¿Siguen Calista y Holly en Nueva York?

Supo por sus amigos que las dos mujeres habían decidido ir a pasar una temporada junto a Kassia. Al parecer, ésta les había relatado toda la verdad de su matrimonio y ahora se posicionaban a su favor. Lo cual parecía comprensible.

-          Sí, no tienen previsto volver de momento.- contestó Neo.- En serio, Christopher, no entiendo cómo pudiste chantajearla para casarte con ella...

Apretó el puño sobre el escritorio mientras escribía rápidamente en el ordenador el documento con el que finalizar el asunto que le había tenido tan ocupado durante los últimos meses.

-          Kassia te quería, podrías haberla tenido cuando quisieras.

-          Te recuerdo que me rechazó la primera vez que le pedí matrimonio, como ya te conté hace unas semanas.- respondió, arrastrando las palabras para intentar mantener la calma.

-          ¡Tenía dieciocho años, ¿qué esperabas?!

¿Es que nadie le entendía?

"con el presente expediente debidamente foliado y compulsado, se suplica al Juzgado condenar al acusado a la mayor pena recogida por la Ley..." escribió en la pantalla.

-          Además, ¿qué es eso de casarte con ella para que Niniadis te cediera su empresa? ¡Tú no eres así!

Alzó los ojos sobre el ordenador para dirigirle a su amigo una fría mirada que le hizo retroceder en la silla.

-          No sabes cómo soy.- hizo un gesto despectivo con la mano- Lárgate, tengo mucho trabajo.

Oyó el fuerte portazo cuando salió de la habitación y, automáticamente, cogió el libro que guardaba en el primer cajón para continuar leyendo por donde lo había dejado la noche anterior:

"Capítulo XI: una proposición hecha negocio.

Cuando llegaron a la enorme casa de él, sintió cómo los nervios amenazaban con hacerla perder el control. No podía dejar de pensar en la última vez que había estado en aquella preciosa mansión a las afueras, alejada de cualquier tipo de civilización: hacía ocho años, él la llevó a conocer a su familia. Aún recordaba la emoción propia de la adolescencia que sintió, como si creyera en serio que para él era algo más que una muñequita de la que presumir..."

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora