Un nudo alrededor de su garganta la impedía respirar mientras esperaba su respuesta. ¿El gran Christopher Afrodakis echándola de menos? Era una locura.
- Déjalo, ya sé que es una broma de tus amigos.- terminó ella misma por decir.
Él siguió callado, dirigiendo hacia el vacío una mirada gélida e indiferente, pero agarró con fuerza su cintura y la introdujo de lleno entre los invitados, que automáticamente se volvieron hacia la mujer que había conseguido hacer sentar la cabeza al magnate griego más codiciado.
Parecía leer en el rostro de varias de las deslumbrantes mujeres griegas la frase "no es para tanto" pintada en el rostro al mirarla, casi con pena. Sabía que todo el mundo se preguntaba la razón por la que alguien tan impresionante como Christos había acabado con alguien como ella, una insignificante periodista neoyorkina con sólo la mitad de su genética griega. Pero él fingía estar encantado con el compromiso, la arrastraba de aquí para allá presentándola a todo el mundo sin mover un centímetro los cálidos dedos de su espalda desnuda.
Le fue imposible recordar tantos nombres y apellidos, se limitó a sonreír y entablar amables conversaciones con sus invitados, de los que no recibió más que halagos y bromas a cerca de las distintas facetas del carácter de su prometido. Alguna broma sobre su discreción, otras sobre su pasado mujeriego, otras risas por su frialdad en los negocios, incluso alguno mencionó ese mote de "tiburón" que Christopher ya había señalado en alguna ocasión.
Intentó esquivar todo lo que pudo tanto a los Afrodakis como a sus propios abuelos, que parecían los más dichosos del mundo recibiendo la enhorabuena por el enlace de "su encantadora nieta". Estaba asqueada.
Se encontraba rodeada por aquella gente a la que siempre había despreciado, ricachones sin más preocupación que elegir bien el color de su próximo yate. Había escrito miles de artículos reprobatorios y críticos a cerca de ese tipo de personas, y ahora se iba a codear con ellos. Era como si el karma le diera una patada en el culo. A ella y a su ética.
- Agapi mou- oyó a Christos pegado a su oreja.- Esta noche vas a dormir conmigo.
Su sangre empezó a bullir con una curiosa mezcla de deseo y enfado.
- El trato era que me casara contigo, no que te calentara la cama.
Lo dijo con una sonrisa y lo suficientemente bajo como para que sólo lo oyera él, por lo que los invitados más cercanos seguramente creerían que se trataba de una conversación de enamorados.
Christos se limitó a reír y contestar con esa arrogancia que la irritaba:
- Ese pequeño cuerpecito tuyo va a estar pegado a mí unas cuantas horas hoy, te lo aseguro.
- Que no soy pequeña.- protestó.
En ese momento, la banda que tocaba desde primera hora de la noche subió el volumen y Christopher la hizo girar con elegancia para después pegarla a su calidez. La gente de su alrededor reía encantada ante la escena, era insólito que él hiciera tales frivolidades en público.
- Eres del tamaño perfecto.
- Tú eres demasiado grande.- se oyó decir a pesar de sí misma mientras la agarraba fuerte para seguir el ritmo del suave jazz.
- A sí que no has olvidado aquella noche...
Su mandíbula se abrió en un gesto de asombro, y habría apostado todos sus ahorros, que eran escasos por otra parte, a que su rostro se sonrojaba por segundos.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...