14.

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Llegaron al corazón de Atenas apenas veinte minutos después, sorteando callejuelas y grandes avenidas atestadas de coches. Era una gran ciudad ruidosa y realmente preciosa. La más bonita de las que Christopher había visitado nunca. Aparcó en un parking público y la hizo caminar un par de calles hasta parar frente a un gran escaparate.

-          Ya hemos llegado.

De los labios de Kassia escapó un gemido, no supo reconocer si de miedo o gozo. Seguramente de miedo. Estaban entrando en la joyería más exclusiva de la ciudad.

-          ¿Qué narices hacemos aquí?- la oyó preguntar en un tono discreto.

Rodeó su cintura para pegarla a él.

-          ¡Christopher Afrodakis! Qué inmenso placer.

Un elegante empleado se acercó a ellos casi a la carrera, sorteando a los clientes que se agolpaban en los mostradores. Automáticamente, toda la tienda se giró hacia ellos, provocando un adorable sonrojo en Kassia, que se agarró con fuerza a su chaqueta.

-          Corban, te presento a mi prometida, Kassia.- contestó él en perfecto inglés.

-          Encantado, señorita.

Su acompañante le contestó con una sonrisa amable y un apretón de manos.

-          ¿A qué debemos su agradable visita? ¿Necesita una bonita joya para su preciosa prometida?

Rió mientras ella se mordía el labio con nerviosismo.

-          Me avergüenza reconocer que no la entregué un anillo de compromiso cuando aceptó casarse conmigo.

-          ¡Oh, eso no puede ser!- exclamó el dependiente, con horror- Vamos a solucionarlo.

Siguieron su apresurado paso hasta un mostrador vacío.

-          ¿Un anillo de compromiso?- preguntó Kassia a su lado e voz baja- ¿Qué pasa con el de la otra vez?

La otra vez...

Apretó el puño dentro del bolsillo de sus pantalones.

-          Ese no vale.

Kassia no pronunció una palabra más mientras Corban sacaba unos enormes cajones repletos de brillantes sortijas. La oyó contener un jadeo y depositó un leve beso sobre su coronilla caoba.

-          Aquí tenemos nuestros mejores anillos de compromiso para nuestro mejor cliente.

-          Gracias, Corban.- dijo, girándose después hacia su futura esposa.- Kassia, cariño, ¿cuál te gusta?

No pudo evitar sonreír ante su gesto de concentración. Pareció ver de nuevo a esa adolescente impresionable que conoció cinco años atrás, aquella que le sonreía a cada palabra y le seguía como un pajarito.

-          Ese.

Enfocó la mirada hacia el aro que señalaba. Tanto el dependiente como él se miraron con asombro.

-          Es... es muy bonito.- oyó decir a Corban- Es una sortija sencilla de oro blanco con un pequeño diamante de sólo medio kilate.

-          Quiero ese.

Era, de lejos, el anillo más simple de todos los expuestos.

-          ¿Seguro, agapi mou?

Kassia lo miró con fijeza, deslizando la mano por su camisa hasta acariciar la piel morena de su cuello.

-          Ese es el que quiero, cariño.- volvió a repetir.

Realmente fingía de forma maravillosa desear ser su mujer.

"Será una esposa de pega estupenda"

Sentía el peso del anillo en su dedo como si de un yunque se tratara. Por suerte, si es que se podía llamar así, la medida de muestra encajaba a la perfección con sus pequeños dedos, por lo que pudo levárselo en ese momento. Ni Christos ni ese dependiente, Corban, parecieron contentos con su elección.

Observó a su prometido mientras conducía su precioso deportivo de vuelta a casa. "Más bien a SU casa" se recordó.

-          ¿Qué sabes de Jamie?

-          Sé que esperó a la salida de una casa que no era suya hasta que salió Ryan Jones , sacó un bate de beisbol del maletero de su coche y le propinó cinco golpes antes de que los guardias de seguridad pudieron pararlo.- hizo una pausa con una mirada gélida.- Todo esto bajo la atenta mirada de una cámara de seguridad.

Un gruñido escapó de sus labios.

-          Él no lo hizo....

-          Kassia.- la miró, apartando los ojos de la carretera- He visto esa grabación.

Calló, enfadada. Pues claro que lo había hecho, y tendría que ser ella la que estuviera en su situación. El bate, esperar a ese canalla,... lo tenía que haber hecho ella.

-          ¿Qué me ocultas, gynaika?- le oyó decir a su lado- ¿Qué tienes que ver tú con Jones?

-          ¡Yo no tengo nada que ver con ese cabrón!

El coche aún no había frenado del todo frente a la enorme casa Afrodakis cuando Kassia salió como una exhalación. Casi a la carrera, entró en la mansión y se encerró con un portazo en su habitación.

Al final Christos lo descubriría todo. Era demasiado incisivo, y ya se había dado cuenta de que algo no encajaba.

Un jadeo asustado escapó de sus labios mientras se desprendía de la ropa y se metía en la enorme bañera. Cinco minutos después, intentaba sin éxito relajarse entre espuma con olor a vainilla.

No podía quitarse de la cabeza la imagen de su protector hermano pequeño entre rejas. Por ella. Por su culpa. De nuevo, una risa repugnante, maléfica, inundó su cabeza como recordatorio del principio de todo aquel embrollo. Una vez más, sintió un profundo asco e hizo amago de echarse a llorar.
Pero la puerta se abrió sin previo aviso y Christopher llenó la estancia con su imponente envergadura.

-          ¡Lárgate de aquí!- aulló automáticamente- ¡¿No ves que me estoy bañando?!

Ignorando sus protestas, se sentó al borde de la enorme bañera, arremangándose la ligera camisa blanca, y la observó con calma mientras ella trataba de cubrirse con la espuma.

-          ¡¿No me has oído?!

-          No estoy sordo, agapi mou- rebatió Christos pacientemente.- Además, no me voy a asombrar de nada de lo que vea, ya he poseído cada parte de ese maravilloso cuerpo.

Sus mejillas se enrojecieron al instante y Kassia deseó ahogarse en ese preciso instante.

-          Sólo vengo a decirte que han venido mis padres a vernos, y a recordarte cuál es tu papel.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora