24.

15.3K 1.1K 4
                                    

 - Aun no entiendo cómo te ha convencido Christopher para que te cases con él.

Era al menos la cuarta vez que lo preguntaba. Kassia soltó un suspiro de agotamiento y se inclinó hacia su hermano para mirarlo con fijeza.

-          Ya te dije que lo conocí hace años-volvió a repetir-, y cuando nos vimos de nuevo... pues saltó la chispa.

-          ¿Le quieres?

Se oyó tragar con brusquedad, pero mantuvo la sonrisa firme.

-          ¿Crees que haría esto si no fuera así?

Jamie negó con un cabeceo y depositó un leve beso en su mejilla antes de salir de su habitación, donde ambos habían pasado la mañana juntos. Le había echado tanto de menos que cada minuto que pasaba con él se convencía un poco más de que debía hacer cualquier cosa para que no le condenaran. Aunque el precio fuera su propia libertad.

-          Sus cosas ya están preparadas, señorita Kassia.- oyó decir a Julli al otro lado de la puerta.

Como mandaba la tradición, debía trasladarse a casa de sus abuelos para vestirse y aguardar hasta la hora de la boda junto con su corte nupcial, que básicamente incluían a Jamie, Lauren, Holly y Calista.

Se terminó de calzar unas altísimas sandalias rosas, a juego con el vestido, y recogió el neceser del baño antes de salir por la puerta. Pero chocó de lleno con un muro de carne y hueso. Christopher la sujetó, evitando que cayera.

-          ¿Qué quieres?

-          ¿Sigues enfadada?- preguntó él, deslizando los brazos alrededor de su cintura.- Nos vamos a casar en unas horas.

Intentó deshacerse de su abrazo, pero hubiera dado más resultado empujar una pared.

-          Es muy ofensivo que me hayas hecho firmar eso.

-          ¡Olvida ya los papeles!

Se sorprendió ante su tono brusco, impaciente, y alzó la mirada hacia esos enormes ojos azules e hipnóticos. Error, pensó para sí.

-          Va a ser una boda preciosa.- dijo Christos, inclinándose hacia su rostro.

-          Lo sé.

Quería seguir enfadada. Pero era tan endemoniadamente sexy que no pudo evitar alzarse sobre la punta de sus zapatos para pegar los labios a los suyos. Afrodakis la agarró con firmeza contra su calidez.

-          ¡Vámonos ya, pervertida!- escuchó a Lauren a pocos pasos de ellos.

-          Nos veremos en el altar, agapi mou.

Dio media vuelta y siguió a su amiga escaleras abajo, donde ya los esperaba Jamie con una amplia sonrisa que consiguió contagiarla.

¿De verdad iba a casarse con Christopher?

Abrió una vez más el ordenador de Kassia. Se sentía como si estuviera viendo algo que no debería, pero la curiosidad era más poderosa que la ética. Tenía que saber la verdad, debía encontrar la razón de que estuviera tan distinta, tan enigmática con algo tan importante como la denuncia contra su hermano.

Mis Documentos/ Queens Tribune

Se echó hacia atrás sobre el asiento de su despacho doméstico al ver la cantidad de carpetas que llenaron la pantalla, al menos unas doscientas. Se moriría antes de poder revisarlo todo.
Sin embargo, la primera carpeta llamó su atención: Afrk; y pinchó en ella.

-          ¡Joder!

Ahí estaban. Cada artículo, cada foto y cada mención que habían hecho de él en cualquier revista, blog o periódico internacional. Abrió algunos documentos al azar:

"El magnate griego, Christopher Afrodakis, visto de nuevo con la actriz Hilary Dustin"
"Afrodakis vuelve a las andadas: ¡Lío con la modelo australiana Fiona Swank!"

Seguidos de muchos más etcéteras y etcéteras.

Sacudió la cabeza, sorprendido. Kassia había seguido todos sus pasos durante los últimos cinco años, era una locura, parecía el trabajo de una psicópata obsesionada.
Salió de la carpeta y buscó algún nombre que le indicara que había algo sobre Ryan Jones, pero resultó una tarea imposible. Había información sobre numerosos banqueros, políticos y empresarios poderosos, información que podrían ponerles en un verdadero aprieto si se tomaran en serio.

-          ¡Christos!

Cerró el ordenador bruscamente y lo guardó en el escritorio antes de asomar la cabeza por el pasillo a tiempo de ver a Cosmo y Neo corriendo hacia él como dos críos.

-          ¡Vamos a comer por ahí!- gritaron al unísono.

Dos minutos después, se encontraba dirigiendo su Maserati hacia el centro de Atenas, con sus amigos canturreando una canción de la radio.

-          Nunca creí que llegaría este día.- oyó a Neo a su lado- ¡Christopher Afrodakis casándose!

Ignoró el comentario y las risas que le siguieron y aparcó en un parking cercano al Parlamento.

-          Aunque estaba claro que si llegabas a esto, sería con Kassia.

Observó de reojo a sus amigos mientras caminaban hacia un pequeño restaurante en Xenofontos.

-          No decís más que chorradas.- gruñó por lo bajo.

-          Eso lo dices porque no os veis desde fuera...

El maître les adjudicó una mesa en la terraza, atestada de turistas que disfrutaban del calor primaveral de la capital.

-          Acuérdate del día que nos la presentó, Neo.- rió Cosmo, golpeándole con el codo.

-          ¡Ay, sí! Ella ahí, tan chiquita y mirándote con esos ojillos de cachorro abandonado.

Sacudió la cabeza con un bufido.

Kassia cerró los ojos mientras las chicas correteaban a su alrededor con maquillaje, peines, horquillas, y decenas de cosas más que ni siquiera sabía que necesitaba.

-          Puedo arreglarme solita.- repitió por millonésima vez.

-          ¡No digas bobadas!

Las carcajadas a su alrededor se multiplicaron. Al parecer, la tradición griega implicaba que todo el mundo anduviera de aquí para allá en torno a ella para ayudarla en todo lo que necesitara, y lo que no necesitara, al parecer.

Lauren apareció a su lado para ponerle frente a los ojos un plato repleto de karidópitas, una especie de bizcocho de nueces bañado en almíbar de brandy.

-          ¿Cómo sabías que era mi dulce favorito?- preguntó con una sonrisa, engullendo un trozo.

-          Me lo dijo Christopher.

Hacía cinco años, le contó a Christos que su madre, desde que tenía memoria, le preparaba aquel dulce. Desde aquel momento, él la llevó a comer karidópita al menos una vez por semana. Aunque le resultaba extraño que se acordara de aquel detalle.

-          Qué chico tan encantador.- oyó decir a su madre, que en ese momento entraba a la habitación que sus abuelos habían arreglado con su vestido de novia.

-          ¡El vestido! ¡Qué ganas tenía de verlo!

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora