6.

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Christopher la cogió fuertemente del brazo cuando bajaron las escalerillas del avión y cruzaron la pista hacia la terminal, imposibilitándola una huida que Kassia ya había descartado en el momento en que despegaron. Estaba segura de que para alguien tan poderoso como Christopher Afrodakis retenerla en cualquier lugar del globo que él deseara sería pan comido, mucho más si se trataba de su propia tierra. Era prácticamente imposible toser en Atenas sin que los Afrodakis lo supieran. Ya había conseguido escapar una vez y dudaba que volviera a tener esa suerte.

-          Suéltame.- protestó, intentando deshacerse de su agarre.

Le pareció intuir una leve sonrisa de satisfacción en su rostro, sin embargo, la sujetó aún más firmemente junto a él, rodeando su cintura con un brazo. Como si la perteneciera.

-          Te he dicho que me sueltes, Afrodakis.

-          Cierra el pico, gynaika- ordenó, impasible-, y sonríe, tus abuelos nos están mirando.

Kassia alzó sus grandes ojos oscuros, estupefactos cuando se encontró con la mirada gemela de su abuelo. Dante Niniadis la observaba con una atención y una simpatía que no entendió. Sólo la había mirado una vez así. Cinco años antes. Cuando Christopher le anunció su fingido compromiso.

-          ¿Qué coño...

-          Cállate.- volvió a exigir su acompañante, acercando los labios cálidos a su oreja.

-          ¡Kassia, mi pequeña niña!

Al lado de su abuelo, su mujer, Alissa Niniadis, tendió los brazos con una amplia sonrisa dibujada en su rostro moreno, y Kassia se dejó abrazar, empujada a su vez por la presión de la mano de Christopher en su cintura.

-          Nos alegramos tanto de que estéis aquí de nuevo...

Antes de que pudiera replicar exigiendo una razón ante tal comportamiento, Afrodakis volvió a acoplarla contra su costado, manteniéndola recta a su lado con un firme agarre.

Dante se acercó entonces a ella, tan alto cuan era, elegante aún a sus más de sesenta años, y mostrando la arrogancia que su poder le proporcionaba.

-          Por fin puedo decir que estoy orgulloso de ti, Kassia.- concluyó, lento pero firme, con los ojos negros fijos en su gesto inescrutable.

Su mente confusa intentaba sin éxito encontrar una explicación ante aquella pésima actuación, pero su cerebro no parecía encontrar ninguna respuesta medianamente coherente.

-          Será mejor que la lleve a casa, debe estar cansada después del largo viaje.- interrumpió sus pensamientos la voz de Afrodakis- Si nos disculpáis...

Con un gesto de aprecio, su abuelo palmeó levemente el hombro de Christopher cuando éste los condujo hacia un Mercedes negro impoluto aparcado en la puerta de la terminal.

Sólo cuando estuvo bajo la protección de su techo, Kassia pareció volver en sí.

-          ¡¿Se puede saber qué narices ha sido eso?!

Él la miró con tal indiferencia que su aliento pareció cortarse unos segundos eternos.

-          Te dije que no se enfadarían contigo.- se limitó a contestar.

-          ¡¿Bromeas?! ¡Me acaban de decir que están orgullosos de mí, Afrodakis! ¡¿Se puede saber qué coño les has dicho?!

-          Sólo que te habías arrepentido de todo lo sucedido hace cinco años y que nos habíamos reconciliado.

Kassia se llevó las manos a la boca, perpleja.

-          ¿Re... reconciliado?

-          Sí, la fiesta de compromiso se celebrará dentro de unas semanas.

Una chispa de ira estalló como fuegos artificiales.

-          ¡¿Pero tú eres idiota o qué te pasa?!- gritó, abalanzándose sobre él con una fuerte sacudida.

Christopher la sujetó sin esfuerzo por los brazos, acomodándola en su regazo como si estuviera tratando con una cría.

-          La verdad es que el anuncio formal del compromiso no es necesario...

-          ¡¡Por supuesto que no lo es!!

-          ...ya que aún no hemos roto el anterior.- continuó, sin prestar atención a sus gritos.- Técnicamente seguimos prometidos.

-          ¡¡Deja de decir idioteces!! ¡No me casé contigo hace cinco años y desde luego que no voy a hacerlo ahora!

-          Lo harás.

Kassia se revolvió cada vez con más violencia sobre sus piernas, intentando evitar cualquier contacto con su cuerpo que pudiera traicionarla.

-          ¡Y déjame salir de aquí, quiero volver a casa!

Justo en ese momento, el coche redujo su velocidad hasta detenerse del todo.

-          Ya estás en casa, agapi mou.- dijo en un lento susurro.

Uno de los hombres de traje que habían viajado con ellos en el avión abrió la puerta y la ayudó a salir, seguida muy de cerca por Christopher.

-          No.- jadeó, casi asustada, al ver la enorme mansión señorial que se extendía ante ella- No me hagas esto, por favor.

-          Mis padres ya no viven aquí.

Alzó la mirada hacia sus ojos marinos, indiferentes, cubiertos por una película de frialdad que nunca había desaparecido, mientras él tomaba su mano y la conducía hacia la entrada, donde una menuda mujer de cabellos ya blanquecinos y sonrisa amable les esperaba en el umbral.

-          ¡Señorita Kassia, me alegro de verla!- exclamó, causando un brinco de sorpresa en ella- ¡Cuánto ha crecido, y qué guapa está!

Julliana, la ama de llaves y antes niñera de Christopher había servido en la casa de los Afrodakis desde que, según sus palabras, "el niño más guapo del país había venido al mundo", veintiocho años atrás. Era, en realidad, la única que no había censurado su decisión de huir, es más, era la persona que había conseguido hacerla desaparecer de aquel teatro.

-          Julliana, me alegro de volver a verte.

Los sabios ojos de la mujer la observaron atentamente.

-          No parece muy feliz, señorita Kassia.- dijo en un hilo de voz antes de girarse como un rayo hacia Christopher, que se mantenía en un discreto segundo plano.- ¿Qué la has hecho?

-          ¿Y yo por qué?

-          Contesta a mi pregunta, Christos.

Kassia apretó los labios para reprimir una leve sonrisa ante el gesto infantil de enfado que mostraba el gran Afrodakis ante la mirada inquisidora de su antigua niñera.

-          Sólo voy a sacar a su hermano de la cárcel, ¿es por eso por lo que debería estar triste?

Su humor se desmoronó de nuevo. Jamie.

-          ¿Lo harás?- preguntó en un murmullo.

Sintió sus cálidos dedos vagando por su mandíbula, agarrando ésta para alzar su mirada.

-          Por eso estás aquí, ¿no?

-          Christos, suéltala, estás intentando intimidarla, te conozco.

Se deshizo fácilmente de su suave agarre, echando la cabeza hacia el lado contrario. ¿Qué intentaba? ¿Para qué la había llevado allí?

-          Estamos prometidos, Julli, no hace falta que la trates como si fuese un cachorrito al que me fuera a comer- pasó a su lado sin siquiera volver la vista-, ya no es la niña que conociste.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora