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Jamie está libre, libre, no dejaba de repetirse.

Se sentía tan agradecida que sólo quería acurrucarse entre los brazos de su hermanito al menos durante un par de días. Pero debía mantener esa pose enojada que tanto le había costado lucir.

-          Gracias.- susurró en el oído de Christos, prodigándole un suave beso en la mejilla.

Había pagado un alto precio por aquel momento, su libertad ni más ni menos, pero ahí estaba Jamie, en su nuevo hogar de Uper East Side, frente a ella y sin rejas de por medio.

-          ¿Cómo te has enterado de lo de Lauren y...?

Apretó las manos con fuerza, aún indignada por la noticia.

-          ¿Tú qué crees?- preguntó, enfadada- ¡Me lo contó tu novia!

-          Lauren no es mi novia.

-          Como te atrevas a decirme que sólo te acuestas con ella, te pego otra vez.

Oyó a Christopher riendo a su lado, pero su mirada se centraba en el rostro sonrojado de su hermano, que retrocedió sobre el sofá como si le hubieran propinado una patada.

-          ¡No eres mamá!

-          Soy tu hermana y la mejor amiga de la tía a la que te tiras, así que opinaré tanto como me dé la gana.

-          ¡Tú te has casado y ni siquiera has pedido mi opinión!

Fue como un puñetazo en el estómago. Quería decirle que ni ella misma había opinado sobre el asunto de la boda, pero apretó los labios con fuerza mientras Christos rodeaba su cintura con la mirada ausente, como si aquella discusión no fuera con él.

-          No seas ingrato, niño.- protestó, haciendo el amago de levantarse para volver a abofetearlo.- Christopher te ha salvado el culo.

-          Y se lo agradeceré toda la vida.

-          Eso no será necesario.- intervino su ahora marido.

-          Mira, me voy, porque de verdad que me pones de los nervios, Kassia.

No le dio tiempo a contestar antes de que Jamie se levantara y saliera casi a la carrera del enorme apartamento.

-          Es un maleducado.- murmuró para sí.

-          No puedes elegirle las novias, gynaika, tiene veinte años.

-          ¡Es un niño!

-          Yo a su edad...

Se apartó de él con brusquedad, apresurándose a cortar la frase antes de que la terminara.

-          Ya, a su edad ya te habías tirado a media Grecia,- contestó con rudeza, levantándose de un salto del sillón para alejarse de él-, no hace falta que me lo recuerdes.

Christopher no pareció molesto por su acusación, más bien indiferente.

-          En realidad iba a decir que a su edad ya dirigía la empresa familiar, pero si quieres hablar de mis amantes...

Era la persona más arrogante e insensible que había conocido en toda su vida, y su fría réplica había sido un perfecto detonante para que lágrimas de rabia se desprendieran de sus ojos.

-          ¡Vete a la mierda, Afrodakis!

No hizo el amago de detenerla cuando salió a la carrera escaleras arriba, directa a encerrarse con llave en la enorme habitación que compartían.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora