19.

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Se sentía llena de vida mientras se dirigía a toda velocidad hasta Atenas al volante de un precioso Mercedes blanco. Hacía mucho que no cogía un coche, por lo que procuró elegir el más modesto de la colección, aunque el Maserati que ya le había visto conducir a Christos seguía llamando poderosamente su atención. Quizás para cuando tuviera más práctica.

Aparcó sorprendentemente bien en un parking del centro y se dirigió a pie hasta el lugar de reunión. Recordaba muchas de las calles de la capital de su última visita, por lo que pudo llegar sin problemas hasta la impresionante Plaza Sintagma.

En Nueva York no había lugares como aquel, ni siguiera en todo el país. Atenas rezumaba siglos de antigüedad miraras donde miraras, no había grandes rascacielos, un tráfico agobiante o ese olor a polución constante. Grecia era cálida, añeja, repleta de gente amable y acogedora, y con un trocito de historia a cada paso que dabas.

-          ¡Kassia!

Entornó los ojos bajo las gafas de sol para ver a sus dos nuevas amigas caminando hacia su posición. Hacía un sol veraniego y ya sentía el calor atravesando su delicada piel.

Saludó educadamente y les preguntó, casi avergonzada, si podían ayudarle con el asunto que rondaba su cabeza aquella mañana. Calista y Holly se mostraron encantadas con la idea y la llevaron casi a rastras por las callejuelas mientras hablaban sin parar.

Holly era increíblemente alta y delgada, con la piel aceitunada, un largo cabello rubio y los ojos grises. Al parecer procedía de una familia inglesa, y había conocido a Neo durante unas vacaciones en Grecia con sus padres.

Calista era completamente opuesta, bajita, incluso más que ella, con unas envidiadas curvas, ojos y cabellos castaños y la piel increíblemente bronceada. Había nacido en una pequeña isla cerca de Creta, donde Cosmo trabajó durante un verano en la finca de su tío.

Parecían historias tan románticas, pensó.

Frenaron frente a una enorme boutique de novias y la internaron a empujones. Sus nervios volvieron a dispararse, pero procuró mantener la calma mientras Holly le explicaba a la dueña del local quién era ella y qué buscaban en un perfecto griego. O eso suponía ella, porque apenas podía reconocer algunas palabras de su idioma materno.

-          Ka Neville, enhorabuena por su enlace.- le dijo la mujer.- Mi inglés no es muy bueno, me temo.- rió, amable- Soy Luchia y voy a ser su asesora hoy.

Sonrió y estrechó la mano que le tendía.

-          Creo que podremos entendernos.

El irritante timbre de su teléfono móvil llamó la atención de las pocas personas que allí se encontraban.

-          ¿Sí?

-          Gynaika...

Miró la hora de su reloj y negó con un cabeceo.

-          Aún no has llegado, ¿desde dónde me llamas?- preguntó mientras Luchia las guiaba a un salón privado repleto de espejos.

-          Desde el avión.

Dos segundos después, un muchacho que rondaba la veintena les trajo una botella de champagne y tres copas, que Calista se apresuró a servir.

-          ¿Ha pasado algo?

-          No- oyó por la línea-, sólo quería hablar contigo, ¿dónde estás? estoy oyendo risas.

Sonrió y dio un largo sorbo de su copa.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora