Nueve horas después, Christopher Afrodakis estaba seguro de que Kassia llamaría.
Se recostó con una media sonrisa sobre el sofá, maravillado por el exquisito silencio de su escandalosamente costoso apartamento de Uper East Side. Un ático provisto de todo lujo y comodidad existente.
Rompiendo su perfecta armonía, el timbre de la puerta retumbó por toda la primera planta, arrancando un gruñido disconforme del fondo de su garganta.
Habiendo despachado al servicio hacía ya un par de horas, se encaminó él mismo a abrir. ¿Quién molestaba su preciada calma pasada la medianoche?Sin siquiera mirar de quién se trataba, abrió la puerta de par en par. Su boca se secó al instante.
Kassia se encontraba frente a él, los ojos negros luciendo una mirada airada, el rebelde cabello recogido en un moño casi deshecho, su esbelto cuerpo cubierto por una larga gabardina negra fuertemente apretada en la cintura.
- Pasa.- ordenó, retomando ese deseo que antes de su llegada aquella misma tarde creía extinto.
Ella obedeció en silencio mientras Christopher volvía a cerrar, apoyándose indolente contra la pared para observarla. Una belleza.
Una sonrisa felina iluminó sus labios mientras se oía preguntar:
- ¿Qué te trae por aquí?
- Terminemos cuanto antes.- replicó ella.
Se mantuvo en relativa calma mientras seguía el rumbo de sus manos, que fueron desabrochando uno a uno los botones del abrigo, dejando caer éste al suelo a tiempo que clavaba su intensa mirada en sus ojos asombrados.
Era millones de veces mejor de lo que hubiera imaginado. Kassia. Expuesta sólo para él. Dispuesta a sofocar aquel deseo aplastante.
Vestida únicamente con un diminuto conjunto de lencería de encaje negro, a Christopher le pareció más un demonio que una mujer. SU mujer.- No quiero que te entregues a mí como una cualquiera.- rezongó con desagrado, intentando ocultar su desesperante deseo.
- Es lo que me obligas a ser, Christopher.
Esbozó una leve sonrisa ante su gesto airado.
- Para nada, gynaika, ni siquiera te dije que quisiera sexo contigo.
- Lo dejaste bastante claro.- replicó Kassia, visiblemente dolida.
¿Cómo a aquella preciosidad podría ocurrírsele que no querría acostarse con ella? Era de locos.
- Tú también dejaste claro que jamás lo harías y no me lo he tomado al pie de la letra.
Adoraba jugar con su paciencia.
Con un bufido, Kassia recogió la gabardina del suelo y se la puso, evitando mirarlo a los ojos mientras abrochaba rápidamente los botones.
- Buenas noches, Afrodakis.- dijo, segura y altiva, al pasar a su lado y abrir la puerta.
No hizo ademán de impedir su huída. Una vez más. Era la tercera vez que desaparecía. Y algo le decía que no sería la última.
Veinte minutos después, Christopher marcó su teléfono con una sonrisa divertida.
- ¿Sí?
Incluso sólo con oír su voz, un ardor ya normal cuando se trataba de Kassia acudió para su tormento.
- Mañana por la mañana pasarán a recogerte.- dijo simplemente.
- ¿Christopher? ¿Por qué narices tienes mi número?
- Es irrelevante.- terció- Estate preparada sobre las nueve.
- Si pretendes que vaya contigo a alguna parte te equivocas de persona.
Siempre tan deliciosa.
- Vendrás donde te diga, Kassia.
- Olvídalo.
- ¿De verdad quieres arriesgarte a que tu hermanito ingrese en prisión, agapi mou?
Un silencio incómodo se instaló a través de la línea telefónica.
- Puedo conseguir otro abogado que le defienda.- terminó por decir su pequeña rebelde.
- No es por alardear, pero dudo que consigas ganar si represento a la familia Jones, querida. Ryan Jones está deseando echarle las manos al cuello al pequeño Jamie.
- ... No serías capaz de hacerlo.
- ¿Estás segura de eso?- rebatió con claro sarcasmo.
- Eres odioso, Christopher.
Afrodakis pasó la lengua por los labios resecos, saboreando la inminente victoria.
- Ve preparando tu equipaje, gynaika.
Kassia colgó bruscamente.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...