5.

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Christopher la miró una vez más. Sentado ahora frente a ella, no podía evitar apartar la vista de la pantalla del portátil sobre sus piernas para observarla.

Había cambiado demasiado en aquellos años. La cría que lo había cautivado había desaparecido tras aquella sensual apariencia. Exquisita.
Recorrió con la mirada su escultural cuerpo, acurrucado sobre el amplio asiento como si fuera de nuevo una niña, deslizándose después para admirar la delicadeza de sus rasgos.

-          Ya basta.- gruñó para sí, volviendo de nuevo la vista a los informes de su ordenador.

-          ¿Uhm?

Kassia se estiró lentamente, felina, incorporándose para abrir los brazos, aún con los párpados cerrados fuertemente.

-          Buenos días, gynaika.

Lo miró con cierto asombro algunos segundos antes de recomponer su expresión indiferente.

-          ¿Cuánto he dormido?- preguntó casi en un susurro.

Christopher lanzó una significativa mirada a las ventanillas del avión, desde donde ya se podía distinguir el clareo del amanecer.

Kassia se había quedado dormida apenas una hora después de haber despegado.

-          Unas diez horas.

-          ¡¿Diez horas?!

Su gynaika soltó un gemido al dejarse caer sobre el asiento.

-          Sí, no hace mucho que hemos hecho escala en Madrid.

-          Deberías haberme dejado allí.- la oyó protestar de nuevo.

-          Lo que debería hacer es conseguirte un bozal.

Esperaba un nuevo ataque de ira, pero se sorprendió cuando escuchó cómo se levantaba sin decir palabra y se alejaba rumbo al baño.

-          Señor Afrodakis, estamos acercándonos a la península.- dijo Johana, la asistente de vuelo, acercando los labios a su oreja.

-          Bien.

-          Te eché de menos anoche...

Christopher alzó una mano para acallarla. Su affaire con Johana se había reducido a un par de noches en algún hotel internacional adonde el trabajo le había llevado, pero ella parecía no entender que se había terminado.

-          Vuelve a tu trabajo

Kassia hizo acto de presencia frente a él justo en el momento en que la azafata daba media vuelta con gesto disgustado y se marchaba de nuevo a la cabina de mandos.

-          Otro corazón roto-chascó con la lengua en una sonrisa irónica-, Christopher Afrodakis siempre dejando tras de sí un largo camino de mujeres despechadas.

La observó con calma, intentando no reaccionar ante su provocación.

-          ¿Tú eres una de ellas?

Su gesto confiado pareció transformarse en una máscara de frialdad.

-          Fui yo la que se fue, no tú.

-          Y, sin embargo, fuiste tú la que decía estar enamorada de mí.- la recordó con socarronería.

Kassia se mantuvo en tensión, apoyada casi bruscamente contra el asiento y con los brazos cruzados sobre el pecho.

-          Se dicen muchas tonterías con dieciocho años.

-          ¿Estás negándolo todo?

Sus perfectos labios se curvaron en una mueca disgustada antes de abrirse, dispuestos a replicar de la forma más dura que conocía.

-          Señor Afrodakis, señorita Neville.- llamó la atención una voz por megafonía.- Estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto internacional de Atenas, por favor, tomen asiento y esperen a la detención completa del avión para desabrocharse los cinturones de seguridad.

Christopher se acomodó con una media sonrisa sobre el suave cuero mientras observaba a Kassia dirigirse hacia el otro lado del aparato para sentarse tan lejos de él como se le permitía.

-          Sigues siendo una niña, agapi mou.

Casi rió cuando ella giró el rostro hacia la ventanilla, evitando su mirada.

Al final Kassia, la Kassia que él había conocido hacía cinco años, no se había ido por completo. La cría con la que había estado prometido apenas unas horas seguía allí, bajo aquella elegante blusa y los pantalones de vestir, como si de verdad creyera que el resto del mundo vería en su rostro delicado, casi infantil, a una adulta hecha y derecha.

Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora