Estaba tan nerviosa.
Acababa de mandarle un e-mail a su jefe en el Queen's Tribune adjuntándole el reportaje que le había ocupado toda la tarde y se estaba arreglando para su cena con Christopher.
Le temblaron los dedos cuando subió la cremallera de un sencillo vestido de gasa azul que había comprado en un mercadillo el día anterior. Era vaporoso en la falda y ajustado en el pecho, y se había encaprichado de él según lo vio. Ahora se daba cuenta del porqué: era muy similar a su vestido de boda, y el color era exactamente igual que el de las pupilas de su marido.
¿Se estaba volviendo loca?
Se recogió el cabello en la nuca y contó hasta diez antes de salir de la habitación y bajar por el ascensor hasta la planta baja.
Un muy impaciente Christopher la esperaba caminando de allá para acá como un león enjaulado junto al mostrador de recepción, pero la vio en cuanto apareció, esbozando esa sonrisa que hacía que su corazón se saltara unos cuantos latidos.
Vestía con unos vaqueros y una camisa de un azul casi blanco y, de nuevo, la llevaba arremangada y con los primeros botones abiertos. Sabía que para ella era una tortura ver aquella piel bronceada y no poder alargar la mano y tocarlo.
- Estás preciosa.
Se mordió los labios para reprimir una sonrisa que hubiera delatado su decisión.
- ¿Nos vamos?- preguntó.
Él le tendió el brazo y lo agarró, encantada, mientras la guiaba fuera, donde un espectacular Audi descapotable de alquiler les esperaba. Christos abrió la puerta del copiloto para que pasara y rodeó el coche para acomodarse en su sitio y arrancar el motor. Ese era el hombre que la había enamorado hacía años.
Tenía los dedos tensos sobre el volante mientras recorría los últimos metros hasta un pequeño e íntimo restaurante que le habían recomendado. Kassia, a su lado, parecía seria, lo que hacía que su inquietud se acrecentara.
Aparcó con destreza en un hueco libre y se apresuró a ayudar a su mujer a salir a pesar de que no lucía esos altos tacones que siempre llevaba con él, sino unas sandalias bajas y sencillas. Cogió fuertemente su mano y la guio hacia la entrada, donde un maître les saludó con amabilidad antes de guiarles a la mesa que había reservado previamente.
Le dio las gracias en un perfecto español y Kassia le miró con una sonrisa irónica antes de sentarse frente a él.
- Dijiste que no se te daban bien los idiomas.
- Bueno, los latinos no se me dan tan mal.- reconoció.
Ella cabeceó, hundiendo el rostro en la carta. Era increíblemente guapa, aunque no se percatara de ello.
- No te asustes, pero últimamente tengo mucha hambre.
Rio, animado.
- Puedes comer todo lo que quieras, gynaika, estás embarazada.
Cuando vino un camarero a preguntar qué deseaban y le tradujo todos los platos que le había dicho Kassia, vio en él un gesto de sorpresa que le divirtió.
- ¿Has pensado ya...
Necesitaba saberlo.
Ella le calló con un gesto, levantándose de su asiento para acercarse a él. Temió que fuera a estrellar la mano contra su mejilla, pero se sorprendió cuando, sin previo aviso, Kassia se inclinó y posó los labios sobre los suyos.
¿Qué...
Rápidamente, cogió a su mujer por la cintura y la sentó en su regazo para responder con entusiasmo a su beso. Era tan deliciosa.
Se sentía tremendamente aliviado.- Agapi mou...- murmuró entre sus labios.
- ¿Qué...
- Cásate conmigo.
Kassia se apartó con los ojos muy abiertos, riendo entrecortadamente.
- Ya estoy casada contigo, Christos.- dijo, alzando la mano para que viera su alianza de boda.
Christopher metió la mano en el bolsillo para enseñarle de nuevo el anillo de su primera pedida. El rubí y el zafiro unidos a la perfección brillaron bajo las luces del restaurante.
- Deja que lo haga bien esta vez.
La dejó sentada en su asiento y se arrodilló frente a ella con una sonrisa divertida. Oyó los murmullos emocionados de los comensales que les rodeaban, pero fijó su mirada en el gesto sonrojado de su esposa.
- Kassia Afrodakis, ¿quieres volver a casarte conmigo?
Una sonrisa incontrolable escapó de su boca. Jamás creyó que vería a Christopher en esa situación: arrodillado ante ella, tendiéndole un anillo. Aunque fuera la tercera vez que se lo pedía y ya estuvieran casados. Era igualmente romántico.
- ¿Podrías contestarme, agapi mou?- le oyó preguntar con los labios tensos- Se me está durmiendo la pierna.
- Eh..., sí, sí.
- ¿Sí puedes contestarme o sí quieres casarte conmigo?
Se echó a reír como no lo había hecho hacía semanas.
- ¡Sí quiero casarme contigo, tonto!
No había terminado la frase y su boca ya estaba sellada con sus labios de fuego. Estallaron aplausos a su alrededor, haciendo que un vergonzoso sonrojo se instalara en su rostro.
Le quería tanto, pensó para sí.
Pero no podía cometer el error de volver a confesarle algo así. Aquella vez haría bien las cosas y se guardaría para sí ese amor casi enfermizo que sentía por él.
Christopher la sentó en su sitio y se acomodó frente a ella con una sonrisa, tomando su mano para deslizar el anillo en el dedo donde llevaba su alianza de boda.
- ¿De verdad vamos a volver a casarnos?
- Cuando volvamos a Atenas iremos al juzgado a pedir una renovación de votos- explicó él-, haremos una pequeña fiesta, muy íntima.
Nunca dejaría de ser ese hombre controlador y mandón que había conocido.
- ¿Y tendremos otra luna de miel?
Christos rio, besando con suavidad el dorso de su mano.
- Tendremos todas las lunas de miel que quieras.- contestó animadamente mientras un camarero llenaba la mesa con todos los platos que había pedido.
Su teléfono sonó con demasiado estruendo y se disculpó antes de contestar.
- ¿Sí?
- ¡Kassia!- exclamó su jefe- Acabo de terminar de ver lo que me has mandado, ¡es lo mejor que he leído en mi carrera!
- ¿Lo publicarás?
Se llevó a la boca un trozo de calabacín mientras oía los soniditos emocionados de Rick Hollande al otro lado de la línea.
- ¡Claro! Lo voy a mandar ahora mismo a la rotativa para que lo metan en el número de mañana mismo.- sonrió, encantada- Muy buen trabajo, Kassia.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
Любовные романыKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...