XLVI. Tregua

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-¿Todavía no hay noticias?

-No... Su rastro es muy difícil de seguir, su olor se camufla demasiado bien entre humanos y demonios.

-Eso es un inconveniente... -suspiró. -Incluso a los demonios de la Hoja Escarlata les está costando... No puedo imaginar qué tan complicado sea como para que ellos tampoco consigan dar con él... Pero debemos poner nuestro mayor esfuerzo, es la última esperanza que nos queda. -hizo una corta pausa en la que el joven no hizo ni un miserable sonido. -Dime, Jashin. ¿No recuerdas haberle visto en algún momento y que no lo supieras? Ambos sois cazadores, la probabilidad de haberos encontrado es alta.

Silencio. El hombre se mantenía expectante, esperando pacientemente su respuesta. Mantenía la firmeza, observando los ojos ambarinos del muchacho que le miraba de vuelta, sin parpadear. Una especie de tira y afloja visual desde la tensión de uno y la comodidad del otro. Estaba un poco oscuro, el ambiente de aquel despacho no ayudaba a mantener la calma. Los segundos transcurrían y el joven continuaba sin abrir la boca, acto que el hombre atribuyó a que estaba tratando de acordarse de si ocurrió. Oh, pero no era así. Aquel chico sabía perfectamente quién era y captó su olor de inmediato. En un principio, a alturas de la Selección Final, sí fue imposible determinar que fuera algo más que un simple humano, pero por alguna razón, su olor se estuvo intensificando con el paso de los días, a medida que crecía y dejaba a atrás la etapa más temprana de la adolescencia y entraba en una más compleja, más caótica a nivel hormonal y físico. Él supo desde que percibió ese aroma a muerte y corrupción que ese idiota de cara bonita era el semi-demonio que buscaban.

-No.

Lo estaba engañando y no entendía exactamente la razón. Sin embargo, sentía una corazonada que le dictaba que no dijera ni una maldita palabra, que mintiera. Sabía muy bien la dirección que ese trío de tontos tomaron, su rastro también era posible de seguir para su ejemplar olfato. Él mismo se encontraba en una encrucijada, sin comprender exactamente sus propias razones para ocultarlo aun odiándolo por haber matado a la mitad de su familia.

-Nos conocemos desde que tu padre necesitó de mi ayuda para poder mantener la cordura, así que me gustaría que, si me estás mintiendo, te agradecería que no lo hicieras. Sabes que es muy importante. -pausó. -Sé que estás pasando por un mal momento, lamento mucho lo que ocurrió y lo único que puedo hacer por ti es refugiarte como he estado haciendo desde que abandonaste tu hogar.

-Eso no era mi hogar, sin mi padre no.

-Entiendo... -deducía que el chico no aceptaba que su madre hubiera rehecho su vida después de tal golpe de gracia a su familia. Un padre convertido en demonio que se fugó por la fuerza porque casi asesinó lo que más amaba. -Aunque tu padre no estuviera trabajando para mí, ya sabes que le ofrecí todo lo posible para que no perdiera la cordura del todo. Así como a él, no voy a dejarte solo.

-No necesito que nadie me cuide. -gruñó, apretando los puños y tensando los brazos a cada lado del cuerpo.

-Tal vez, pero eres un ser social, una persona. Incluso los demonios se sienten mejor si tienen a alguien a su lado. -dejó unos breves segundos de silencio. -Volviendo a lo que nos concierne, eres cazador también, ¿no viste alguna vez a ese chico? ¿En una misión o por simple casualidad? ¿Alguna información sobre su familia?

El silencio regresó por tercera vez en la sala, lúgubre, fría, ordenada. Solo existía el sonido de sus respiraciones y la sensación de incomodidad. Los segundos transcurrían y la paciencia era tan larga que aterraba.

-He dicho que no sé nada. -comenzó a rugir por lo bajo y a mostrar una mueca de ira contenida.

-Ya veo... -suspiró con pesar. -No importa, pero no podemos dejar d-

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora