XXXII. Nido

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Advierto que este capítulo en un punto va a ponerse muy asqueroso y bizarro, si no tienes tripas duras ten cuidado con leerlo.

Perdí el dibujo entero, pero tenía captura del lineart. Lo publicaré a color en Twitter cuando lo repita.

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-Va a anochecer en pocos minutos... -aquellos ojos amarillos observaron las luces de colores cálidos a través de los finos cristales. -Creo que deberíamos prepararnos y...

-No.

Directo y seco, tanto como el aire caliente de un árido desierto. Daiki no estaba de acuerdo. No detuvo sus pasos, no miró por encima de su propio hombro para contestar. Ichiro sabía que estaba muy... temperamental. Entendía los motivos, pero su comportamiento desde que obtuvieron aquel mapa otorgado por el líder se había vuelto hostil. Demasiado. Se tomó demasiado en serio la situación. Y debía ser así, no era algo en lo que se pudieran permitir bromear. Sin embargo, había mejores formas de actuar con las personas que ayudaban, y el chico no estaba tomando la mejor posición al respecto. Incluso Ken había tenido la boca cerrada desde que aquellas esmeraldas adquirieron ese brillo... vengativo. El mismo brillo de deseo por castigar al demonio que se llevó a su familia. Era inusual ver al herrero tan callado, solo caminando con su máscara roja, agrietada por la mitad. Normalmente hacía burlas, contestaba a alguna conversación, se quejaba de lo que fuera. Y ahora no se le escuchaba respirar. Aun así, el chico de las gafas no estaba seguro de que su decisión fuera acertada.

-P-pero necesitamos...

-No.

Incómodo y un poco tenso, Ichiro se acomodó las asas del saco de provisiones. En su opinión, el asunto no era como para que el joven de cabello bicolor tomara una actitud tan imprudente, mucho menos cuando él estaba tratando de advertirle de que no era la decisión correcta. Buscó apoyo en Ken. No lo obtuvo, pero tampoco le echó la culpa por recibir aquellas vibraciones de aviso. Era consciente de que, por primera vez, el pelirrojo estaba evadiendo las discusiones, en general. Que no le interesaba que su cabeza volara al recibir una de aquellas bofetadas por no mantenerse callado con respecto al momento. El del mechón blanco aguantó. Tragó orgullo y continuó.

No obstante, el frío comenzó a calar los huesos en apenas diez minutos después. Diez largos minutos de una agonía insoportable para Ichiro, quien estaba demasiado preocupado por la oscuridad que se cernía y aún no se habían asentado por orden de Daiki. No pudo más, lo que buscaba no era pasar la noche al descubierto, mucho menos dejar que su amigo enfermara. Todavía tenían un corto rato de luz. Si se daban prisa podían encontrar un lugar.

-En serio, deberíamos parar. Está haciendo frío y...

-He dicho que no. -ahí estaba de nuevo, más alto, más brusco. Aun así... Dejó de escuchar los pasos del muchacho con gafas, por lo que detuvo los mismos también. Se dio la vuelta y frunció el ceño, clavando sus esmeraldas en aquellas joyas de limón que se mantenían firmes. Ken se paró a un lado, entre ambos, y fuera de su conexión visual directa, como si hubiera una corriente eléctrica recta que conectaba las pupilas de los otros dos. Una corriente que podía electrocutarle con tan solo meter un dedo.

-No podemos seguir, nos arriesgamos a qu-...

-¿Qué parte de "no" no entiendes? -el tono comenzó a subir.

-Daiki, escúchame. -y el suyo se tornó preocupado, tembloroso, pero igual de alto en volumen. -Hay que encontrar una zona segura ya, si no lo hacem-...

-¡Pues vete a buscarla, pero yo voy a seguir! -gritó, dejando a Ichiro en un silencio de tres segundos, con los ojos incrédulos, abiertos y las cejas inclinadas hacia el centro. Este pensaba que tenía que ser algún tipo se mala broma.

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora