XL. Fuego azul

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-Dale un beso en la mejilla a la persona a tu izquierda...

Bien, no era algo de lo que estar confuso o preocupado. Bueno, para Tanjiro un poco, sentía algo extraño con tan solo imaginarlo... ¿Celoso en un sentido protector y paternal?

Durante los días de hospedaje habían estado pidiendo todos los juegos que la posada tenía para ofrecer a sus clientes, desde muñecas daruma hasta las peonzas koma. Evidentemente, no podía faltar el juego que ponía en duda la valentía o el orgullo de los participantes. Solo se les entregaron múltiples tarjetas separadas según si eran pruebas de valor o preguntas. Algunas de ellas muy fáciles y otras no tanto, a veces un poco tontas e infantiles y otras... no muy aptas para jugar solo entre amigos. Todo lo decidía su suerte. A Daiki no le pareció ningún tipo de reto aquello, besar a la persona a su izquierda. No era la primera vez, ni sería la última, que plantara los labios sobre el cachete de Ichiro, que siempre adquiría un suave tono rosa por la emoción. Lo hizo con total confianza y con una sonrisa adornando sus facciones. Sonoro y tierno. Agradecía mil veces al cielo de que su padre tuviera 15 años ahora, era extremadamente fácil realizar aquel tipo de cosas así. Si tuviera su edad real no habría sido capaz de cumplir el reto delante de él, o incluso dejar que lo supiera.

-¡Hecho! -celebró, balanceándose de adelante hacia atrás, sentado de piernas cruzadas en el suelo. Era el único que no mantenía una postura tradicional de rodillas y Tanjiro sabía bien de dónde venía esa costumbre.

-¡Ken! ¡Aguanta haciendo el pino por un minuto y medio! -exclamó es pelirrojo oscuro. El herrero había informado incluso desde antes de empezar que él escogería siempre las pruebas, por lo que no era necesario preguntarle. Este se puso en pie, se impulsó e hizo la postura, quedándose boca abajo. Bueno, el yukata no portaba pantalón o algo parecido, así que cedió a la gravedad. De todas formas no importaba, no después de haber estado en aguas termales hacía unos días. La ropa interior no era nada de lo que asustarse.

-Ichi, ¿puedes llevar la cuenta? -el de pelo largo quería asegurarse de que cumplía con ello, y si no, se encargaría de echárselo en cara por un largo rato. El otro asintió y se preparó para su turno.

-Escojo la pregunta.

Tanjiro tomó una de las tarjetas del montón correspondiente y la leyó en voz alta.

-¿Alguna vez has robado?

-¡No! -esa pregunta le impactó un poco, pero pudo responderla con sinceridad. O al menos, eso pensó los primeros segundos... Comenzó a ponerse nervioso y a desviar la mirada, a estar rígido. -B-bueno... En realidad...

-Ichi, ¿en serio has robado algo?

-Esto se pone bueno. -dijo Ken, todavía en su postura, sonando un poco ahogado y grave por estar boca abajo.

-¡Lo siento! -pidió disculpas en un leve grito, encogiendo un poco su cuerpo. -¡N-no sabía que estaba mal!

-¿Pero qué hiciste? -Tanjiro parpadeó expectante.

-Y-yo... -tragó saliva duramente y tembló. -¡CUANDO TENÍA 5 AÑOS ROBÉ UN CARAMELO DE UNA TIENDA!

Silencio sepulcral. Ichiro se tapó la cara y lloriqueó. Nadie dijo nada, nadie se movió, ni pestañeó. El vacío auditivo en la habitación solo ocasionó más tensión en el pobre muchacho, sintiéndose juzgado. Oh, sí, no mentía, él lo hizo. Pero lo que no sabía era que al segundo Gyomei pagó por él, por lo que perdió su valor de robado. Y aunque no lo hubiera hecho, solo fue un pequeño caramelo tomado de forma inocente por un niño muy pequeño.

-Ichiro... -el de ojos ciruela no tenía idea de qué decirle. Se le hizo imposible no sonreír, enternecido por el chico avergonzado.

-Un caramelo no es nada, eso no cuenta. -agregó Daiki, restándole importancia, toda. -Cuando robes un carromato con caballos entonces me avisas.

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora