XXIII. Hacia otra época

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Daiki no había tardado demasiado en dormirse contra el cristal de la ventana, las vibraciones de este en su cabeza terminaron por dejarlo completamente fuera de juego. Ichiro estuvo prestándole atención desde el inicio, supervisando que no se escurriera y cayera. Al mismo tiempo, su propio cerebro comenzó a jugarle malas pasadas. Estaba inquieto, observando los alrededores cada dos minutos, sintiendo las miradas encima. No se sentía cómodo, y no era por culpa de su hermoso amigo o el varonil herrero, sino por su mechón blanco, extraño para cualquiera desde el primer momento. Sabía que no era normal, pero... ¿era necesario cuchichear así? Intentó ocultarlo de forma desesperada, pero sutil, varias veces. No funcionó. Aun si escondía la mayor parte, el cabello a la altura de su cabeza por encima del cuello no lo podía hacer desaparecer. Se arrepintió de no haber llevado puesto algo con capucha. Sabía que si intercambiaba lugares con su amigo dormido no estaría al alcance de la vista de nadie. Sin embargo, no se atrevía a despertarlo por eso. Trataba de todas las maneras concentrarse en él, ya que si lo hacía sobre el otro, este reaccionaría mal, era evidente. Además, observarle tan tranquilo era relajante y le ayudaba un poco a distraerse con su belleza. Le gustaba la forma en la que sus cejas estaban tan relajadas, tan finas, de ese oscuro tono morado a simple vista, pero que si se miraba muy de cerca eran vellos pelirrojos y negros azulados mezclados entre sí. Se fijaba en lo largas que era sus pestañas, abundantes y negras, como si las hubieran entintado con pincel pelo a pelo. Envidiaba mucho su piel, era pálida, pero sin rozar lo extremo. Un color brillante y limpio. Tal vez no solo le estaban mirando a él por el mechón, sino también a Daiki. No por ser tan agraciado, sino por la mezcla de colores en su cabello. Era extraño que dos tonos opuestos estuvieran en un mismo individuo. Rojo y azul, si se contaba el subtono de ese negro. Porque brillaba como azul a la luz del sol que le golpeaba por la ventana. Su vista reparó sin querer en el más alto, en frente. Lo cazó haciendo lo mismo, observando al chico con las pupilas dilatadas. Se preguntaba qué estaría pensando, que cruzaba por esa cabeza. Parecía concentrado, como si estuviera rememorando algo relacionado con el joven Kamado. Veía que su atención iba de acá para allá en el cuerpo de este más que en su cara. ¿Por qué? No era nada llamativo, además de que el abrigo no daba ningún tipo de forma especial.

-¿Cómo puede seguir durmiendo ahora?

Su voz grave sacó de las cavilaciones a Ichiro, quien volvió a observar a Daiki por la pregunta. Sus cejas se torcieron y las comisuras de su boca cayeron ligeramente.

-Pasó mala noche... -le dio toda la comodidad y calor posible al meterse con él en su propio futón. Pudo mejorar la situación, pero parecía que el chico no había descansado lo necesario con el frío que hizo. -Al menos conseguí que no se resfriara... Ya lo vi así una vez y lucía horrible. -tomó a su amigo por los hombros y lo alejó de la ventana. La postura que tenía era mala y podía terminar con el cuello entumecido. En su lugar, lo fue guiando con cuidado hasta su propio regazo, dejando de su cabeza bicolor reposara. Se inclinó un poco para alcanzar sus pies y subirle las piernas dobladas al asiento, evitando así un dolor de cadera posterior. Se relajó estaba profundamente dormido, ninguno de aquellos movimiento lo despertó o perturbó. Comenzó a peinar mechón por mechón, y fue en ese momento cuando Ken retiró la vista hacia el exterior, hacia el aburrido paisaje que cambiaba cada milésima de segundo.

-Sigo sin saber por qué se presentó a la Selección. -comentó para sí mismo en voz alta, siendo escuchado.

-B-Bueno... Creo que él solo quiere proteger a sus padres. Me refiero... -continuó peinándolo, sintiendo en sus dedos la suavidad de cada cabello. -Ambos trabajan arriesgando su vida, sobretodo Hashibira-sama... Y aunque sea un Pilar, eso no le hace inmortal o inalcanzable...

-No tiene sentido. -en ningún momento dejó de mirar por la ventana, sin interés en el exterior.

-Lo que quiero decir es que tal vez quiera deshacerse de la mayor cantidad de demonios posible para que sus padre tengan menos posibilidades de ser atacados por estos. -ante su explicación el herrero chasqueó la lengua.

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora