Uno... Dos... Tres... Innumerables segundos perdidos de los que nadie se preocupó, de los que no eran contados, pero sí sentidos en cada milímetro de existencia. Sensación de un vacío, una pausa en el tiempo que hacía volar la angustia y presionaba el aire. Las respiraciones se hicieron lentas y silenciosas a propósito, temerosas. Era aberrante. La imagen delante de ellos era desagradable. La carne siendo rasgada desde dentro para dejar salir una a una escamas ensangrentadas, de un tono verde que se escondía bajo el color rojo. Sus oídos recibían los gruñidos de agonía, dolor punzante. Y lo era, a nadie le apetecería ser atravesado desde dentro por miles de pequeños trozos. Lo veían rascándose, intentando eliminar aquella invasión cutánea, sacándose las entrañas de la piel. Se rasgaba los brazos, la cara, el cuello, toda área disponible. Y aún así, dos segundos bastaban para la desaparición de todo arañazo, como si nunca hubiera existido un solo rasguño. Las escamas y trozos de piel que conseguía desprender caían al suelo, manchándolo con sangre. Le dolía, su mente estaba totalmente centrada en eso; en el intenso dolor en todo su cuerpo, incluyendo sus adentros. Los pulmones le quemaban, el estómago se le retorcía como si alguien lo estuviera apretando como un trapo mojado, sentía en sus encías y ojos numerosas agujas que realemente no estaban ahí. Y nadie podía hacer nada por él, no se podía detener el proceso una vez que la sangre ya estaba reaccionando a la contaminación.
¿Qué podían hacer ahora?
Las dos opciones más seguras eran que, uno; los demonios lo mantuvieran a raya hasta que se calmase y rezar para que no fuera una amenaza letal... O dos, acabar con él en el acto inmediatamente. No hacía falta ser un genio para saber que casi nadie aprobaba la segunda solución, o al menos, no los cuatro humanos presentes. Dejaron pasar demasiado tiempo debido al impacto psicológico de la situación. Como se mencionó, el transcurso del tiempo, de los minutos, fue ignorado por sus conciencias. Shin hizo el antes y el después en el momento, esquivando los obstáculos de la puerta para arremeter contra aquello que supuestamente había sido una persona un rato antes. No fue un ataque, nadie lo catalogó como tal a causa de la velocidad con la que demostró sus intenciones. Lo agarraba por la espalda, aprisionando sus brazos y clavando los pies en el suelo, y no de forma metafórica. Se había visto obligado a hundirlos en la madera hasta los tobillos. Arrivó en la habitación dos milésimas de segundo antes de que Daiki se abalanzara sobre alguno de los tres que tenía delante.
-¡NURA-SAMA! -gritó justo antes de que aquella cola se le enroscara en el cuello y comenzara a apretarlo hasta dejarlo como una cuerda gruesa. Tenían que irse, eso era lo que trataba de hacer entender. Quería mantenerlos a salvo, por Nura. Resistía, algo como eso no era mortal, pero sí doloroso y agobiante. Recibía sin quejas los arañazos violentos del chico en la carne de sus brazos y en sus huesos. No cedía a la pataleta que estaba llevando a cabo, ni a los talonazos que abrían agujeros en el suelo y hacían temblar la primera planta completa.
-¡Vamos! -Nura se dio la vuelta, no le quedaba más remedio que dejarlo en manos de los que sí podían sobrellevar el problema. Trató de llevarse a los dos chicos a la puerta, donde Ken todavía no había sido capaz de mover un músculo. Ninguno de ellos lo permitió. Eiji fue el primero en zafarse del empuje, más brusco de lo que Ichiro pudo haberlo hecho.
-¡No! ¡No me voy sin él! -pronunció con firmeza, como si no fuera capaz de entender el calibre de la situación.
-¡Lo siento, pero yo tampoco! -el joven con lentes aprobó la decisión.
No obstante, pareciera que sus presencias enloquecían al joven desbocado. Este dio un último grito, una última muestra del sufrimiento que se lo comía desde dentro. Su agonía terminaba, su dolor menguaba, mas su locura permanecía a flote. Su fuerza impuso un mínimo de poder, un nivel de poder físico que superaba el de Shin. Poco a poco, abría el agarre que este tenía sobre él, luchando contra su prisión. Sin embargo, el demonio no planeaba permitir daños. Había visto al entrar la ventana abierta, ahora mismo era su única opción. Envió toda la potencia a sus piernas y saltó de espaldas, atravesando el umbral de la ventana. Las exclamaciones de los jóvenes se escucharon ahogadas. Ichiro y Eiji se apresuraron hasta el alfeizar y se asomaron lo suficiente para ver aquella patada lateral que Daiki acababa de propinar a Shin en plena sien. Para el demonio era imposible retenerlo, y mucho menos, hacerle frente peleando. Ese único golpe lo estrelló contra los muros de la casa. El impacto separó los huesos expuestos, salieron disparados en trozos y en distintas direcciones. Su torso se había separado de la cadera por la rotura de sus vértebras. No era grave a pesar de cómo se veía, cada pieza fue renovada por regeneración. Aun así, dejar a aquel demonio solo contra Daiki era de delito. Los dos chicos saltaron, sabiendo a lo que se arriesgaban.
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El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amor
Fanfiction-Segundo libro de la historia "El Ascenso del Dragón". -InoTan (Tanjirou x Inosuke). -OC (fanchild). Tras una vida en jaula, solitaria y estricta, pero feliz, Daiki descubre por primera vez el mundo real fuera de las puertas de su hogar. Preparado...