Dolía. Dolía demasiado, tanto que le costaba respirar con normalidad a pesar de no tener ninguna lesión más. Las náuseas se le subían del estómago a la garganta por los continuos pinchazos en su pierna. ¿En serio un simple giro de mano como aquel se la había roto? Era surrealista, impresionante en el peor de los sentidos. Aspiraba y soplaba en vagos intentos por calmarlo, retenía la respiración en ocasiones, desesperado porque eso hiciera desaparecer mágicamente el dolor intenso. Sus ojos se mantenían cerrados con fuerza, concentrándose en todos los métodos que llevaba a cabo, pero que no servían de nada. De nuevo, su cabeza giraba en torno a su maldita condición. Frágil, débil. Su propio subconsciente le insultaba, le hundía en un pozo sin fondo de aversión hacia sí mismo. ¿Por qué no podía tener un cuerpo normal? ¿Qué hizo mal en su vida pasada como para tener que ser castigado de aquella manera? ¿Acaso él fue un asesino sin piedad o algo parecido...? Escuchó ruidos acercándose y una sombra posarse sobre su figura tendida, cortando la calidez del sol. Abrió los ojos, captando la desgarradora imagen de aquel rostro triste, preocupado. Aquel labio inferior temblando y aquellos ojos amarillos goteando, sin las gafas puestas debido a que las pequeñas lágrimas podían mancharlas.
-¡¿Por qué hiciste eso?! ¡No se puede pelear entre cazadores! -se le abrazó, alzando con facilidad su torso para arrullarlo. No estaba enfadado. Los gritos fueron desesperados, aliviados y aterrados al mismo tiempo. No sabía qué había pasado después de que su cabeza se mareó del susto al verlos comenzar a pelear en serio. Se separó rápido de él, suspiró y lo inspeccionó de arriba a abajo con las pupilas una vez que se colocó los lentes, más tranquilo. -¿Te ha hecho daño?...
-¡No, ese idiota no puede conmigo! -mintió, pero aun así, intentó levantarse. No fue capaz. El dolor agudo en su pierna se intensificó de tal manera que ni chillar pudo. Cayó sentado de nuevo, tiritando del malestar. El otro chico sintió una oleada de frío al verlo que le atravesó cada poro con agujas imaginarias, sintiéndose culpable por no haber podido detenerlos, por no ser lo suficientemente valiente como para entrometerse. Los abusones para él eran de lo peor. Pero aun así... Cuando Daiki pudo respirar un poco después de unos segundos agonizantes, ambos dirigieron su atención al tercer sujeto, todavía inconsciente, boca abajo contra el suelo. Desplomarse así debió de haberle dolido en la nariz, aunque no más que el tremendo cabezazo que el chico más bajo le dio. Esa máscara partida por la mitad iba a tener que volver a ser arreglada. El del mechón blanco suspiró de forma pesada. -Igual creo que necesita un médico... No sé qué le hiciste, pero se ve fatal. -a parte de acabar de derrotar al demonio que ellos dos tenían como misión. Era normal estar preocupado, estaba dejando la tierra teñida de rojo. No mucho, pero de todas formas no era recomendable.
-Solo diré que te mantengas lejos si estoy muy molesto. Sobretodo de mi cabeza. -se frotó la frente y se miró la mano, sin una sola mancha o chichón que notar, ni una miserable herida. -Lo siento, pero cuando estoy así no puedo controlarme. Podría golpearte y no quiero hacerte daño. -el otro joven parpadeó, preocupado y ligeramente decepcionado por escuchar que su mejor y dulce amigo sería capaz de pegarle, comenzar a conocer una faceta tan contraria a como se mostraba con él.
-Entiendo... -pero también comprendía que no todo el mundo mantenía un autocontrol ejemplar. Daiki era un chico de emociones intensas, lo sabía. Sería extraño que solo las positivas fueran de aquella manera. Dibujó una sonrisa tranquilizadora, aceptando el defecto del contrario. Porque era una persona importante para él y no tenía derecho a dejar de quererle solo por una cosa que a él no le agradaba. Porque el 90% restante eran comportamientos que le encantaban y no merecía la pena echarlo a perder. -Creo que hay una casa del blasón de glicinias cerca, me suena el lugar. -se levantó, y un poco contra su verdadera voluntad, con un quejido de disgusto, recogió al herrero y lo echó sobre su propio hombro como si de un saco ligero se tratase. Su fuerza oculta era descomunal. Tomó los dos trozos de máscara y los guardó bajo su haori. Incluso si ese tipo abultaba mucho más que él, podía llevarlo fácilmente. Caminó de nuevo hacia Daiki y también lo levantó del suelo, buscando el equilibrio correcto en su postura para poder cargarlo en brazos a la par que mantenía al otro colgando.
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El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amor
Fanfiction-Segundo libro de la historia "El Ascenso del Dragón". -InoTan (Tanjirou x Inosuke). -OC (fanchild). Tras una vida en jaula, solitaria y estricta, pero feliz, Daiki descubre por primera vez el mundo real fuera de las puertas de su hogar. Preparado...