No había más que silencio. Un silencio hecho trizas diminutas por la presencia de aquellos sonidos, esos pitidos artificiales y rítmicos que se mezclaban con el ruido profundo del flujo de oxígeno de aquella máscara translúcida. Podía ver muy bien a través de ella aquellos labios ligeramente resecos, agrietados, de un rosa más pálido de lo normal. Le había observado en todas sus facetas, no era nuevo para él verle dormir o descansar. Y aun así, era imposible no sentirse atrapado y arrastrado por el deseo intenso de continuar mirando. Demasiadas veces había presenciado aquel rostro, aquellas pestañas frondosas y largas, tan oscuras como el mismo pozo en el que creía caer cada vez que se le acercaba demasiado. Aun con las ojeras amoratadas, la piel pálida y la expresión agotada seguía expulsando su propia belleza. No lo entendía. No sabía cómo era posible que una persona en un estado tan deplorable pudiera continuar siendo tan hermosa de ver. Cada vez que respiraba se empañaba el plástico de aquella máscara, aun así, era capaz de mantener intacta aquella imagen de belleza milagrosa. Tenía tantas preguntas sobre tantas cosas... Cuestiones personales sin resolver, dudas sobre aquella situación. No podía hacerse cargo de todas ellas sin un orden.
-Se pondrá bien. -la voz sosegada y grave de aquel gigante se adelantó a los propios labios del chico.
Escuchar aquellas palabras le causaba tanto bienestar en el corazón que podía llegar a ignorar el dolor físico por mucho tiempo. Le brindaba tranquilidad y alivio. Observaba detenidamente todo lo que estaba a su vista. Se había dado cuenta de los centímetros extra que aquel cabello bicolor obtuvo "de la nada".
-¿Cuánto...? -su tono rasposo y cansado resonó a la par que se permitió arrodillarse en el suelo, dejando que sus piernas temblorosas reposaran. -¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
-Cuatro meses.
Demasiado tiempo. ¿Cuatro meses desde aquel día? Entonces, aquello que supuso que podía ser un posible sueño no lo fue, esos efímeros momentos en un mundo de luz en el cual todo su ser se dejó desnudar, dónde hizo visible cada pequeño sentimiento. Entonces... así era... ¿verdad? Tal y como Eiji Shinazugawa dijo. No quiso creerle, lo tomaba por estúpido, incoherente. Incluso comenzaba a recordar que ya se había dado cuenta antes en algún momento. Sí, lo hizo. Pudo confirmarlo en el momento preciso en el que Daiki le sonrió por última vez, justo cuando aquella vara de hierro lo atravesó para protegerle a él de su propio hermano. Su vista turquesa viajó inconscientemente al torso del chico, oculto bajo aquella sábana blanca. Ahí debía estar... Sus labios temblaron y su garganta se cerró. La angustia regresó tan pronto como se marchó. Agachó la cabeza y posó la frente sobre el hombro del joven. No se había dado cuenta, pero aquel demonio desapareció. Estaba solo. Y en parte, ahora que no notaba su presencia, lo agradecía. Fue cuando pudo derramar a gusto y en total silencio cada lágrima que había estado bloqueada. Sabía por qué aquel idiota le hacía sentir de aquella manera, sabía por qué lo quería cerca, sabía por qué su risa le hacía feliz y por qué verle llorar le hacía trizas. Sabía por qué ahora era incapaz de insultarle en serio o golpearle como al principio de conocerse. Y sabía por qué odiaba a Eiji. Eso era lo peor de todo, que ya era consciente de la situación y no podía hacer más que enojarse consigo mismo. Miedo. Ken tenía miedo de Shinazugawa, no cómo rival, ni como cazador de demonios. Temía de "ese" Eiji, "ese" que deseaba a la única persona que era su esperanza y que era capaz de arrebatársela. "Ese" que no iba a retroceder ni un paso por mucho que él se interpusiera. "Ese" que poseía un amor tan potente hacia el chico de ojos verdes que le veía capaz de hacer hasta la más aterradora de las locuras. Era ese Eiji, el que no poseía ningún tipo de freno. Lo supo desde el primer momento por la forma en la que lo miraba, por sus gestos. Y él no quería. Tenía miedo de que Daiki cayera preso de unos sentimientos nuevos y le dejara solo. Imaginaba miles de escenarios y en ellos él era olvidado, dejado atrás o reducido a un simple complemento sin importancia. Desolado. Podría quedarle Ichiro, pero no era lo mismo. No era la misma relación, ni los mismos sentimientos. Sabía que él no sería capaz de ayudarle, no importaba si se mantenía a su lado. Era cierto, le apreciaba, hacía su día a día un poco más ameno, pero... Podía vivir sin él, mas no sin Daiki. Aunque eso no significaba que le quisiera fuera de la ecuación. Era su amigo, de alguna manera extraña que ni él llegaba a comprender. ¿Qué estarían haciendo ahora aquellos dos? ¿Y los padres de Daiki? No tenía noticias de nada en absoluto... No avanzaron.
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El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amor
Fanfiction-Segundo libro de la historia "El Ascenso del Dragón". -InoTan (Tanjirou x Inosuke). -OC (fanchild). Tras una vida en jaula, solitaria y estricta, pero feliz, Daiki descubre por primera vez el mundo real fuera de las puertas de su hogar. Preparado...