XXII. Viaje irritante

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Estaba a punto de desatarse una masacre. No lo demostraba, pero Eiji estaba aterrado en el fondo, y mucho. Se dejó llevar, no pensó con claridad. Lo consideraba un error a la par que no. Y al parecer, ese herrero desquiciado lo había visto todo desde lejos. Temía que revelara lo que presenció. No porque le importara lo que pensaran los demás, eso era una idiotez. Sino por la propia reacción de Daiki al enterarse. Se arriesgó a despertarlo en pleno acto, pero no era lo mismo. No podía saber lo que había hecho, lo odiaría por el resto de sus días, o se alejaría de él. El rechazo amoroso era lo de menos cuando había consecuencias peores. Por suerte, Ken parecía lo suficientemente cabreado y fuera de sus cabales como para ser capaz de enlazar tres palabras seguidas que no fueran insultos y palabras de aversión. Aquel chico de gafas doradas aún lo agarraba desde atrás, separándolo del suelo, mientras el de cabello largo estaba en medio de todo, se cara al pelirrojo y tratando de tranquilizarlo en vano. Él no sabía por qué continuaba allí, tal vez por culpabilidad, quizás por no dar la imagen de que huía. Pero no tenía motivos para seguir presente. Además de ser la causa por la que ese tipo estaba escupiendo espuma por la boca bajo la máscara. Lo peor no fue todo aquello, fue escuchar la puerta corrediza azotarse a sus espaldas, escuchar ese sonido que bien conocía.

-¿Que mierda está pasando aquí? -todos los jóvenes dejaron de moverse y de respirar, mirando al recién llegado. Incluido Ken, quien se convirtió en una estatua.

Sanemi se notaba muy cabreado esta vez. Ni siquiera Eiji se atrevió a pronunciar palabra. Lo sabía, lo conocía demasiado bien. Los cuatro iban a salir escaldados y nadie los salvaría.

Pero fue injusto. Tanto su sobrino, como el herrero y el chico del mechón blanco recibieron fuertes coscorrones por haber sido tan escandaloso. Sin embargo, el Pilar de viento no le puso un dedo encima al cuarto chico. No porque le faltaran ganas, sino porque era consciente de sus condiciones. Todos los Pilares y ex Pilares las conocían gracias al contacto con Kanao y Aoi durante años, incluso si Tanjirou e Inosuke no los veían demasiado en ratos libres a aquellas alturas a causa del trabajo. Pero sí se llevo una reprimenda más larga que la del resto para compensar. En primer lugar, ¿por qué le regañaba a él? Solo estuvo durmiendo y se despertó con el estruendo. Era lo que el joven quería decir, pero no se atrevió a mover un solo pelo en su postura arrodillada y nerviosa. Los cuatro estuvieron al mismo tiempo así, esperando su turno de ser fuertemente gritados o golpeados. Y una vez que el aterrador infierno término, Sanemi arrastró a Eiji con él. ¿El motivo? Se enteró de lo estuvo buscando antes para verle pero montó más escándalo al gritar y tratar de librarse de los ayudantes de la finca que solo trataban de tranquilizarlo. Este era el segundo problema que daba en el día.

Una vez que Sanemi los dejó libres y se llevó por la fuera al más alto, los tres chicos comenzaron a prepararse para aquella misión que acababan de recibir. Bueno, realmente solo estaban esperando a que Ichiro de colocara bien aquella mochila en la espalda. Para él era como no cargar nada, y de paso, llevaban comida, agua y algunas cobijas al ser invierno. Daiki solo se recolocaba un abrigo grueso. La tela fuerte del uniforme no era suficiente para él. Ken evitaba todo contacto con cualquiera, un poco distanciado, sobre todo del chico con pelo largo.

-¿Qué rayos te pasaba? -el de gafas no dejaba de darle vueltas a su comportamiento repentino. Fue como una bomba sorpresa que nadie vio venir.

-Cierra la boca. -el herrero se negaba a dar explicaciones. Ni quería hablarlo, ni recordarlo. Solo deseaba olvidar y cargarse a ese grandísimo acosador, según él. No dejaba de apretar con rabia los mangos de las dagas en sus caderas, bajo el haori blanco.

-Ken, ya se que no te cae bien, se te nota. Pero no puedes venir y atacarlo así. -no era necesario recalcar que a Daiki no le hizo ninguna gracia ver como casi le sacó el ojo al otro. El herrero se mantuvo en silencio esta vez, reteniéndose de decirle nada. Si se enteraba de eso, tal vez le afectaría demasiado. Era consciente de que su amigo era sensible y estaba seguro de que ese fue su primer beso. Y se lo arrancaron de la boca sin que supiera. No era que tuviera miedo de hacerle llorar, sino que... Bueno, sí, era eso. -Podrías decir que lo entiendes al menos...

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora