XLII. Los ojos del desamor

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Recomiendo MUCHO reproducir la música del vídeo de portada en bucle, pero para una mejor experiencia poner después esta lista de reproducción. Sé que no se puede copiar y es un poco  kk tener que hacerlo a mano, pero merece la pena, creo (?): 

https://www.youtube.com/watch?v=tp2MJaQlerA&list=PLAVZItAuKmrTV_7Aq4VnQGuaD6a9B4p5r&index=1

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¿Entregarme o intentar huir? Ni siquiera sé cuál es la mejor opción. No quiero morir, nunca quise. Pero esta vida... Incluso si es mucho mejor que la anterior, ¿por qué siento que no voy a ningún lado? ¿Por qué es como si estuviera vacío y triste? No lo entiendo. No estoy sujeto a leyes, soy inmortal, nadie pasa por encima de mí. Tal vez... es porque no tengo nada por lo que vivir, no tengo un motivo que me impulse. ¿Qué es lo que quiero en realidad? Creo que no existe respuesta a eso, porque no hay nada que yo quiera a parte de no morir y parece no bastarme. No tengo años suficientes convertido en esto como para olvidar todavía mi vida anterior. Lo recuerdo todo y creo que eso es lo que me impide tener un mínimo de felicidad. Pero ya dudo que hasta olvidando pueda poseerla. ¿Por qué me mira con esos ojos? Son iguales a los míos, pero totalmente diferentes. Siente lástima, pena, tristeza. Es normal, estoy dando la imagen más cutre. Y aun así, no veo burla o superioridad. ¿Es así como este hombre le ha enseñado a vivir? Ojalá... Ojalá mis propios padres hubieran sido de esa manera para poder ser yo quien le enseñara eso. Ojalá hubiera huido antes de aquel infierno al que ambos llamaban hogar y olvidar ese horror en el que vivía. No he madurado, lo sé, ni siquiera era mayor de edad cuando este niño llegó. Fue todo muy rápido y yo soy el culpable. No voy a olvidar ese día en el que estaba desesperado y me escapé de casa para no volver, no soportaba tanto dolor, tanto castigo por cada cosa que hacía. Estaba perdido, solo era un niño, pero eso no me impidió buscar una oportunidad digna para vivir en paz. Entonces fue cuando la conocí. Ella era hermosa, jamás olvidaré esos ojos ambarinos y ese cabello azabache, esa mirada dulce. No me importaba si ella era diferente, si a veces sus ojos se perdían como si estuvieran viendo algo que no existe, si aseguraba oír susurros extraños, si pensaba que todas las personas menos yo, incluyendo niños, eran demonios. Estaba obsesionada. Estaba loca, la gente la miraba como si fuera un espécimen, siempre fui consciente de eso. Pero a mí no me importaba porque ella era más que una simple enfermedad mental. Ella era amor, era ternura, era amabilidad. Era la persona que me quería. Había huido de un hogar apestado de alcohol y palizas buscando calma, pero encontré algo mucho mejor que eso. Aún no conozco su historia completa, a ella le costaba recordar, tampoco sabía exactamente de dónde venía. Solo sé que ella se culpaba día tras día por algo y decía "el demonio lo hizo". Evidentemente, yo pensaba que todo aquello era fruto de su mente desequilibrada. A pesar de eso, yo la apoyaba y ayudaba a sobrellevarlo. Todo ocurrió muy pronto. Nos enamoramos, y de alguna manera, a pesar de ser pequeños adolescentes perdidos en un mundo ajeno, conseguimos casarnos. Trabajé tan duro para darle una vida tranquila y feliz... todo mi cuerpo dolía al final de los días, pero merecía la pena por volver a ver su sonrisa bajo un techo seguro, por escucharla reír. Era el amor de mi vida... Y eso se rompió. Poco tiempo después me acusaron de robar algo valioso, me señalaron por ser un crío, y sobre todo, por ser pobre. Lo que ganaba no era mucho, nos daba para no morir y yo quería crecer para mejorar eso, tener un hogar más estable, ser capaz de regalarle los más bonitos kimonos, todo lo que ella deseara. No pudo ser. Todos estuvieron en mi contra. Yo no lo hice, jamás robaría algo que no fuera agua o comida en caso de necesitarlo. Ni siquiera sabía qué diablos era lo que había desaparecido, ni de dónde. Nadie me creyó, solo ella... Nos lo arrebataron todo menos la casa para "pagar" el precio de lo que se robó, y aun así, todavía estaba obligado a deber dinero, mucho dinero que no tenía. Pero es que yo no lo hice... No era justo... No hice nada malo... Estoy seguro de que todavía ni había cumplido 15 años... ¿Cómo va un mocoso llorón a defenderse de varios adultos que lo acusan de ladrón? No se puede. Simplemente es imposible probar ninguna inocencia. Sayo fue afectada de forma directa al vivir conmigo. Prometí que le daría todo y al final no me quedó nada... Fue en ese momento cuando mi mente no pudo más. Rememoré mi vida anterior, esa asquerosa vida. Recordé que mis padres decían que beber alcohol era relajante, que les calmaba a menudo y les hacía sentir mejor cuando había problemas. Yo, tan ingenuo, tan joven, tan estúpido y desesperado por dejar de sentirme como una basura y un ser insuficiente, empecé a imitarlos. Comencé a beber creyendo que sería bueno, que me mantendría más tranquilo y menos deprimido, menos angustiado, que ella dejaría de preocuparse tanto y volvería a sonreír. Todavía no sé cómo ocurrió, pero me volví adicto. Mis padres tenían razón sobre que era relajante, pero eso fue solo al inicio. Cuando me quise dar cuenta ya no podía dejarlo, me sentía enfermo cuando pasaba demasiado tiempo sin beber, me daban náuseas y me sentía como si estuviera sufriendo un ataque de ansiedad infinito que me impedía respirar. Necesitaba el alcohol para quitarme la sensación de estar agonizando. Pero cuanto más bebía, peor era. Los momentos en los que no lo hacía era horrible, estaba tan desesperado y angustiado que todo se reflejó a través de la violencia. Cada vez que Sayo me hablaba yo escuchaba cosas que no eran. Si ella me pedía algo, yo oía órdenes. Si ella me aconsejaba sobre un error, yo oía quejas. Si ella lloraba, yo oía victimismo. Todos mis sentidos estaban mal, incluso mi cara y cuerpo se demacraron a tal punto que aparentaba casi 30 años cuando apenas tenía 16 y ella 15. Y a pesar de todo, volvía a beber para evitar sentirme muerto. Cada vez que la golpeaba estando ebrio y me daba cuenta de lo que había hecho me disculpaba. No era mentira, ninguna disculpa fue mentira. Pero no servían porque siempre recaía y regresaba a perder el control. Me convertí en lo que siempre odié, me convertí en mis padres, en lo que me mostraron. Sayo debió haberme dejado, debió haberse ido. Si lo hubiera hecho yo no habría abusado de ella aquella noche. Fue ahí, en ese momento cuando todo se tornó más difícil. Ella quedó embarazada pero lo ocultó hasta que ya fue imposible de esconder, y yo, tan miserable, y sin recordar que era el causante, la acusé de encamarse con otros hombres. Creía que lo había hecho por dinero, por mis deudas, y porque ella ya no me quería. Mi mente estaba perdida, yo ya no era la persona de antes. Cuando el niño nació todo fue a peor. Más gastos, más ruido, menos calma. Me descontrolé, me estaba volviendo loco, así que los golpes ya no caían solo sobre Sayo. En una de esas situaciones dejé al bebé al borde de la muerte. Se salvó, pero acababa de cargarme su vista, lo noté porque el niño ya no podía gatear sin chocarse. Sayo siempre le escondía de mí o lo cargaba en brazos cuando estaba cerca. No pude continuar, estaba agotado y ya no había amor, sino miedo y dolor. Yo solo quería poder sobrellevar nuestra miseria económica con más calma, por eso empecé a beber... Nunca busqué recrear el mismo hogar del que vengo... El suicidio pasó por mi mente, si moría ya no podría sentir esa agonía que me causaba no beber alcohol, y lo más importante, ellos ya no serían maltratados por este monstruo. No pude llegar a hacer nada, alguien se metió en mi camino... Sayo tenía razón en sus palabras, los demonios no son cuentos para niños. Era aterrador, enorme, como un animal de dos patas con gran cornamenta. Creí que iba a devorarme y estaba asustado, aunque la idea de que lo hiciera era atractiva de todas formas porque era lo que quería; desaparecer. No lo hizo, me habló con mucha calma, no se veía agresivo. Hasta parecía sentir hacia mí genuina lástima. Me dijo que si me convertía en demonio podría vivir tranquilo, pero estaría solo, además de poder librarme de las deudas si mataba a los que me tenían con la soga al cuello. Para mí era mejor eso, ya no tenía nada que perder. Fue doloroso, pero la sensación de ahogo se desvanecía, mi cuerpo ya no tenía la necesidad de obtener alcohol, mi mente estaba mil veces más clara. Para mí ese momento fue un rayo de esperanza. Estaba emocionado, tanto que regresé a casa. Pero Sayo no se alegró, ella pareció entrar en un pánico que jamás había visto. Todo lo que hacía era gritar "demonio" una y otra vez, como si hubiera perdido la cabeza del todo. Aquel ser no me avisó de que pronto sentiría hambre... Casi como si hubiera regresado a la dependencia de una droga, enloquecí. Les ataqué, quería devorarlos. Sayo huyó con el bebé, no supe a dónde. No les seguí puesto que había más personas, vecinos o cualquiera que se me cruzara que se convirtiera en mi comida. Mi objetivo no eran ellos, mi objetivo era saciar el hambre horrorosa. Eso es lo último que recuerdo antes de comerme a aquellos que me destrozaron la vida. Pero ahora que lo pienso más despacio... no toda la culpa es de ellos. Yo también la tengo, por ingenuo, por débil, por ignorante... Por confiar en las palabras sobre la bebida de unos padres que odiaba. Soy un monstruo, mil veces peor que ellos. Estoy enfadado, me cabrea darme cuenta de esta mierda solo porque estoy sintiendo esa desesperación que hacía años había olvidado y dejado atrás en mi vida humana. Soy un demonio y tengo tanto miedo como si no lo fuera. Soy incapaz de reaccionar, de dejar de mirar esos ojos idénticos a los míos, esos ojos que yo dañé. Sé que acabo de empezar a llorar porque estoy notando el cosquilleo en la cara, pero no puedo detenerlo. Esto es patético. No pasé de los 16 años, ahora mismo estoy atascado en esa edad para siempre aun pareciendo más mayor. Él es más adulto que yo en muchos sentidos. ¿Debería terminar lo que empecé, como si nunca me hubiera cruzado con esa criatura? ¿Debería ofrecer mi cabeza? El hombre que tengo detrás dijo que puedo tener una segunda oportunidad. Si me ofrezco... podré rebajar un poco esa pena. De todas formas, sigue siendo injusto porque he pasado toda una vida pagando... Incluso ahora debo pagar, y después de morir también... El mundo es cruel, muy cruel. No sé si realmente quiero regresar a él aunque termine de expiarme en el infierno... A lo mejor sería una vida feliz, pero... ¿merece la pena el riesgo? Ya no lo sé. De todas formas... Si en esa segunda vida no puedo estar mejor que en esta terminaré rápido, es mi opción. Iba a causar una explosión a mi alrededor porque de verdad que no quiero morir. Pero... Ya no me sirve seguir vivo ni para mantenerme en una falsa felicidad o libertad. Siempre lo dije y siempre lo diré, me arrepiento de cada golpe y cada paliza que les he dado a las dos únicas personas de mi vida. No conozco a mi propio hijo a pesar de tenerlo delante, pero al mismo tiempo puedo ver la bondad de Sayo en él, puedo ver esa pureza. Veo como se arrodilla delante de mí, pero yo no puedo moverme. A medida que sus manos se acercan puedo notar que son las manos de un hombre, están marcadas por el trabajo duro, un poco callosas, se ven duras. Duras y gentiles es lo que puedo pensar. No sé qué hacer, sigo incapaz de mover un dedo. Estoy atrapado, me está abrazando y no entiendo por qué, después de todo lo que he hecho. Soy patético, muy patético. No puedo dejar de llorar, me escucho a mí mismo hacerlo más fuerte, incapaz de levantar un brazo. No veo nada, todo está borroso y húmedo. 

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora