XXXVIII. Herencia infiel

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Era inaudito. Ninguno de los tres era capaz de reaccionar, ni siquiera sabía si estaban respirando o no. Ese chico... pelirrojo, de piel suavemente bronceada, estatura entre las alturas de Daiki y Ken, la inconfundible marca colorada en la frente, sus ojos burdeos, ambos funcionales... ¿Era Tanjiro? Incluso su voz al decir el nombre de alguien que no estaba presente era la misma, mucho más aguda de lo que ellos acostumbraban, más juvenil, pero con el mismo filtro vocal. Era él, no cabía duda. Después de unos cortos segundos de impacto, Ichiro comprendió la situación. Estaba casi seguro de que el demonio que convirtió a Ken en niño seguía vivo, no había otro motivo lógico para explicar aquello. No dudaban de que era Tanjiro, era imposible equivocarse. El herrero llegó a la misma conclusión justo cuando Daiki comenzó a amenazar con llorar. Sin previo aviso, se lanzó sobre él y lo abrazó tan fuerte como pudo. El de cabello rojo oscuro se quedó clavado en el sitio, confuso por unas milésimas hasta que correspondió el gesto, estrujando el cuerpo del chico.

-¡Te he estado buscando todo este tiempo! -Tanjiro comenzó a sollozar de la misma manera. Daiki quería decirle que él también, pero no podía, se le trababan los labios y la voz. El pelirrojo se separó de él y lo miró al único ojo visible, tomándolo por los hombros, preocupado y angustiado. -¡¿Inosuke, qué pasó?! -la pregunta era general, tenía que saber quién le hizo aquellas heridas, cómo. Preguntar sobre su cabello, sobre la marca de la frente, sobre su ropa tan distinta, su voz...

Daiki solo podía mirarle a los ojos, como si acabara de poner los pies en la tierra. Observarle con profunda tristeza disimulada porque no le reconocía. Su padre no le reconocía. Estaba dolido, confundido. Al principio no atinó a pensar en la razón por la que lo hacía. Al par de segundos que parecieron años recordó que a Ken le pasó lo mismo, que rejuveneció y su memoria regresó al pasado. ¿Y si tal vez...? Presionó la mandíbula y apretó los puños. Maldijo muy fuertemente al demonio que lo hizo, ese que pudieron haber exterminado si no hubiera sido por la llegada de la policía en aquel momento. No había otra explicación. Volvían de nuevo al mismo punto; encontrarlo o pedir un segundo antídoto. Pero, ¿cómo? Ni siquiera sabían si en la finca Mariposa estaban bien... Si fueron alcanzadas por la plaga venenosa y no pudieron... Le retiró las manos, su contacto cálido no se sentía igual porque no le estaba tratando como su hijo. Y si lo que una vez le contó era cierto, debía tener cuidado con acercarse demasiado mientras lo confundiera con su madre. Que estuvo fijándose en él sin ser consciente, gustándole en las sombras. Tanjiro se preocupó todavía más por el rechazo, su rostro abatido lo expresaba. Iba a abrir la boca para llamarle por aquel nombre que no era suyo, pero Ichiro se adelantó.

-No sabes quién es... -lo afirmaba, su tono bajo y melancólico resonó en los oídos del de ojos colorados, quien lo miró sin entender. De un segundo a otro, la confusión dio paso a la inquietud.

-¡Claro que sé quien es! -para él era evidente, era uno de sus dos mejores amigos, uno por el que se sentía atraído a niveles de fantasía pero que no se daba cuenta. Estaba equivocado. Fue entonces cuando notó las orejas de su supuesto mejor amigo. -¡Mis aretes! -se tocó los lóbulos a sí mismo, asegurándose de que... no estaban. Los tenía el otro.

Daiki frunció las cejas y se rozó los pendientes con las uñas de las manos. Recordaba que su padre siempre los tuvo, le convenció para que se los quedara y le diera otros de imitación porque temía perderlos. Pero Tanjiro no tenía nada ahora... Si mal no recordaba, los aretes falsos no tenían más de cinco meses de haber sido fabricados, y su padre acababa de regresar su cuerpo, mente y vestimenta 17 años atrás...

-Me mentiste... -no se lo podía creer, jamás habría esperado tal traición por su parte. Para muchos podía ser una estupidez, pero no para él.

-¿Qué?... -si Tanjiro estaba aturdido, ahora más.

-¡Me engañaste! ¡¿Cómo mierda fuiste capaz?!

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora