Lo había intentado, de verdad que lo hizo, pero no hubo manera. Trató de mantener, aunque fuera, un monólogo en el que Ken le hiciera caso, o cómo mínimo que le escuchara. Supuestamente eran algo parecido a amigos, ¿no? Algo así. Todavía era confuso. Pero no hubo reacción alguna. Sabía que no podía hablar, pero sí responder preguntas de "sí" y "no" dando uno o dos toques a algo según la respuesta, algo que él pudiera escuchar. Sin embargo, nada. Incluso si no lo veía era consciente de que lo ignoraba por completo. ¿Era porque solo lo hacía para contentar a Daiki o... porque algo andaba mal con él? Por lo que sabía, terminó hecho un destrozo, tal vez eso le hundió el orgullo. Había varias opciones en las que podía pensar, imposible de adivinar. Suspiró de forma pesada. El dolor de ambos era lo más mínimo posible gracias a las medicinas, y los dos agradecían mucho eso. Tener el cuerpo despellejado o la espalda agujereada no eran cosas que se pudieran soportar por muchos minutos. No podía adivinar si el herrero estaba preocupado por el otro chico, pero él sí lo estaba, y mucho. No importaba si Kanzaki le había dicho que estaba bien a pesar de necesitar soledad, él no podía dejar de sentirse inquieto, angustiado. Quería tocarle, ya que verle sería imposible. Necesitaba sentir su suave tacto en las manos, notar que su corazón latía a rirmo melódico y agradable, que su pecho se movía por la respiración ligera y constante. Necesitaba eso, saber que estaba estable. Palpar dónde tenía vendajes, dónde estaba herido. Quería respuestas. Quería a su amigo. Si lo habían apartado a una habitación propia significaba que estaba demasiado grave como para quedarse en la sala de enfermería donde se encontraban ellos. Le molestaron un poco los párpados cuando las lágrimas se absorbieron por la venda. Su boca y nariz se estaban volviendo espesas por el llanto silencioso e invisible. Con el labio temblando, sorbió por la nariz, llamando la atención de aquel ojo izquierdo de color turquesa.
En otras circunstancias se burlaría del chico que lloraba sin hacer ruido, pero no en estas. No era capaz... Precisamente porque se sentía igual, o tal vez peor. No era estúpido, tenía la suficiente cabeza como para darse cuenta de lo mismo que Ichiro pensaba, la sospecha de por qué Daiki no estaba en aquella sala también y necesitaba un cuarto propio. Ni siquiera quiso pensar o recordar las razones por las que no podía dedicar una sola mala mirada a nada, ni a nadie, ya fueran por motivos relacionados con el dolor físico o no. Estaba muy seguro de que al de cabello largo le iban a quedar dos cicatrices, una en el pecho y otra en la espalda, por aquello... Tal vez al del mechón blanco también se le quedara alguna en la espalda. Y a él... Tuvo la suerte de que no fue atravesado, cortado o pinchado, deducía que no le quedarían marcas. Aunque estaba bastante preocupado por su ojo derecho... O bueno, sí tendría una cicatriz de aquello, pero no se le notaría, sus manos tenían demasiadas y una más grande no haría la diferencia. Sentía el pecho demasiado estrujado y no era por los vendajes. Odiaba la sensación, lo ahogaba. Deslizó su vista sin interés hacia la puerta al escuchar suaves pasos pesados. O más en concreto, unos pasos de un pie y de lo que parecía sonar como un bastón. Dejó de mirar, aburrido, cuando vio aquel pelo corto alborotado y esos ojos blancos, vacíos y ciegos. Suponía que Ichiro estaba demasiado ocupado llorando como para reparar en los ruidos que aquel enorme hombre generaba. Captó por el rabillo del ojo cómo se acercaba a la cama del otro, se sentaba en una silla y tocaba su mano. El chico se sobresaltó un poco, y casi de inmediato, reconociendo el tacto, sus lloros se hicieron sonoros y desconsolados. No por estar herido o porque le doliera, no era la primera vez, en realidad. Sino porque Gyomei, allí presente, sacó con un solo roce todo ese miedo que tenía por su amigo. El adulto comprendía lo importante que era ese niño. Lloró con él de la única forma en la que sabía, sin cambiar la expresión que normalmente portaba y dejando que aquellos ríos, muchas veces vistos, de lágrimas le bajaran los pómulos.
-Todo estará bien, pequeño. -era lo que más le estuvo repitiendo por tres minutos hasta que el chico comenzó a calmarse.
-¡Es mi culpa! -sollozó. -Debí haberme pegado más a él para que no pudieran separarnos, así habría podido evitar que le hicieran tanto daño...
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El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amor
Hayran Kurgu-Segundo libro de la historia "El Ascenso del Dragón". -InoTan (Tanjirou x Inosuke). -OC (fanchild). Tras una vida en jaula, solitaria y estricta, pero feliz, Daiki descubre por primera vez el mundo real fuera de las puertas de su hogar. Preparado...