Quería que se detuviera, odiaba sentir el suelo raspándole la piel. No importaba si tenía capas de tela o no, igualmente se le levantaba y le hería. Gritó tan fuerte como pudo, pero tuvo que callar para que nada de lo que estaba en el suelo se le metiera a la boca. Se pinchaba con las astillas, las piedras, los pequeños palitos o ramas diminutas de que solían caer de los árboles. Clavaba las uñas, pero el terreno era demasiado blando para ello. Creaba caminos con ellas, arrastrando la tierra y dejando un rastro. No podía agarrarse a los troncos, no alcanzó alguno en ningún momento. Se manchaba, se rasguñaba la cara y el cuerpo completo. Tenía que parar o al final terminaría sangrando cuanto más se le raspara la piel. Llevó una mano a la funda de su espada, y con la otra intentó sacarla entre toda la agitación. Tiró cuando escuchó un sonido chasqueante y la empuñó solo con una. Se retorció e irguió el torso un poco, teniendo dificultades para mantenerse. Tenía que cortar el brazo de lo que fuera que lo estaba llevando, y con cuidado. Unos centímetros torcidos y podría amputarse a sí mismo el pie. Alzó el arma, sin ser capaz de aguantar el pulso. Pero debía hacerlo. Bajó rápidamente la katana. No cortó nada. ¿Por qué? Estaba seguro de que lo había hecho bien, de que apuntó al lugar correcto donde debía haber algo. Lo intentó una segunda vez. Tres veces. Cuatro veces. La desesperación explotaba sus tajos sin control, angustiado por cortarlo. De golpe, fue liberado. No supo si consiguió cortar algo y no lo notó, o si directamente lo soltó sin más. Oh, pero no iba a perder el tiempo pensando. Rápidamente se levantó con intenciones claras de salir corriendo. No estaba usando la cabeza, no analizaba la situación, que debía enfrentarse a los demonios en lugar de huir de ellos. Su reacción no fue realmente culpa suya, fue un acto inconsciente relacionado con el instinto de supervivencia que cualquier persona normal tendría. Sin embargo, volvió a ser agarrado de nuevo por los tobillos en cuanto quiso dar una zancada. Cayó de bruces, posando los brazos para amortiguar la estrepitosa caída. Gritó al sentir un dolor agudo el todo el brazo izquierdo. Lo había sentido perfectamente, se lo había roto por el peso de su cuerpo y la potencia del tirón. Soltando la espada sin querer, se abrazó su extremidad contra el abdomen y se encogió sobre sí mismo por el dolor, presionando la mandíbula y los párpados con fuerza. Gimió cuando uno de sus latidos se notó demasiado en la fractura. Fue entonces cuando dejó de sentir ese agarre. Y después, una sombra que le tapaba la luz de la luna. Abrió los ojos a medias, tenso, y movió un poco la cabeza para mirar hacia arriba.
-Tiene que ser una broma. -aquella voz masculina y de extraño eco resonó en sus oídos, vacía. -¿En serio eres un cazador o solo robaste todo eso? -señaló sus ropajes y el arma que yacía en el suelo, al lado de su cabeza bicolor. -¿Y se supone que eres el que me debe matar o algo así? Qué decepción, ni siquiera me has dado pelea aún y ya estás roto. -Daiki apretó aún más los dientes y chasqueó la lengua. No veía más que una silueta negra a contraluz.
-Que te jodan... -gruñó con esfuerzo. aquellas palabras le encendieron rápidamente la ira ante su falta de paciencia.
-Tienes valor, enano. -había notado por el aroma que no era una niña.
-¿Sabes qué tengo también? Las pelotas hinchadas. -continuó hablando a gruñidos adoloridos. Lo más rápido que pudo, con la mano sana y apretando el agarre, movió la espada a ras del suelo. El demonio tuvo que saltar hacia atrás para evitar que amputara sus tobillos. Aprovechando la lejanía, Daiki se levantó sin necesidad de apoyar el brazo fracturado. Pelear con una mano iba a ser complicado, pero no tenía más opciones. Esbozó una sonrisa ladina, torcida.
-Así que quieres jugar. Está bien, juguemos un poco antes de que te mate. -en ningún momento su apariencia pudo verse, tampoco cambió su figura oscura.
El chico amplió su sonrisa y frunció el ceño. Contrajo las pupilas, mostrando los pequeños caninos de sus dientes con una mueca deformada. Fue el primero en lanzarse hacia delante sin ningún tipo de plan, a ciegas. Su manejo no era el mismo, no sin dos manos en la empuñadura. La espada se notaba un poco más pesada de esta manera, pero hizo todo su esfuerzo por controlarla. Comenzó a blandirla y a atacar, de abajo a arriba, de lado a lado, en estocada. Cada movimiento del filo fue esquivado con facilidad. La criatura oscura ni siquiera parecía moverse de forma desesperada o tensa. El joven rugió por lo bajo y borró su expresión anterior para crear una rabiosa, impaciente. Sabía por qué no podía dañarlo, un brazo no era suficiente para él, no entrenó eso. Sin haberlo visto en ningún momento, sintió que el aire de sus pulmones se le escapaba de golpe por la boca. Y posteriormente, un intenso dolor en el vientre. Su cuerpo fue lanzado hacia atrás por aquella patada. Se forzó a ser arrastrado en lugar de rodar para no destrozar más su brazo. La piel se le levantó en todo el costado y la carne quedó al descubierto bajo su uniforme, escociendo a niveles inimaginables. Sin embargo, eso no lo detuvo. Se levantó de nuevo, aguantando cada pinchazo en sus entrañas aplastadas y tomó posición. Pelear con tajos no servía. Solía evitar usar demasiado su Aliento, puesto que le requería más energía y él no era muy resistente, incluso si mantenía la respiración de concentración total día y noche desde niño. Apretó la mandíbula y rechinó los dientes. Apuntó al demonio con la punta de la espada, quien observó con ligera confusión la posición desconocida.
ESTÁS LEYENDO
El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amor
Fanfiction-Segundo libro de la historia "El Ascenso del Dragón". -InoTan (Tanjirou x Inosuke). -OC (fanchild). Tras una vida en jaula, solitaria y estricta, pero feliz, Daiki descubre por primera vez el mundo real fuera de las puertas de su hogar. Preparado...