XXXIX. El hogar del corazón

330 27 32
                                    

No había sido el reencuentro perfecto, tampoco el que esperaban, pero estaban satisfechos con el resultado. Después de tanto tiempo desde que salieron a aquel viaje con el objetivo de encontrar a los padres de Daiki fue como un milagro dar de repente con Tanjiro. No creyeron que sucedería así, pensaron que tendrían que seguir pistas. ¿Cuáles? Pues no lo sabían, en realidad. No era un cebo, ni un engaño. Ichiro podía poner la mano en el fuego a que ese era el padre de su amigo, sus vibraciones no mentían, la forma en la que ronroneaba su presencia era la misma que cuando estaba con él al visitar a Daiki. Aunque cierto era que había algunas cosas que percibía que eran diferentes, pero lógicas. Los nervios y el miedo por hacer algo mal frente al que ahora sabía que era su hijo, la incertidumbre de no conocer nada sobre él y equivocarse, más la total inexperiencia de cómo tratarle, si como tuvieran una relación amistosa o algo diferente. Podía entenderle, y si veía que la situación se tornaba confusa o tensa para el pelirrojo no tardaría en meterse para aconsejar de forma sutil y abrirle más puertas. De todas formas, no creía que fuera necesario, ya que el más bajo parecía consciente de que su padre no recordaba lo básico.

-Entonces... ¿no te gusta la tempura? -eso había sido lo más impactante hasta el momento. No se separó del otro desde que retomaron el camino para continuar con la búsqueda, teniendo detrás a los otros dos. No se sentía molesto de que Daiki estuviera tomando su mano y se encontrara casi pegado a su hombro como si fuera un adhesivo. Su aroma extraño a menta cálida era muy agradable y único, le causaba una sensación de recuerdo, y su presencia era pura energía y dulzura. En ciertos momentos, hablando solo de comportamiento, le recordaba a Inosuke, y en otros a sí mismo. Podía jurar que era cierto, solo ellos dos influyeron en él como los que más. Era emocionante y vergonzoso saber que de verdad había creado una familia con uno de sus mejores amigos. Jamás lo hubiera imaginado, provocaba que su pulso estuviera acelerado cada dos por tres y sintiera el calor subir desde los pies hasta las puntas del pelo.

-No. Me da mucho asco el marisco y el pescado. Aun así siempre me fuerzas a comerlo. -desvió la cabeza hacia un lado, levemente molesto. Fue una acción que puso un poco nervioso a Tanjiro, quien no quería por nada del mundo que Daiki se enojara, pero parecía un poco imposible a pesar de no haber hecho nada.

-Y-yo... ¿Lo siento?

-No se disculpe, Kamado-sama. No es el único que le obliga a comer eso. -Ichiro no tardó en salvarle el pellejo al pelirrojo. -Es por su bien. Además, tenemos a Ken para hacer que se lo coma.

-¿Yo? -el herrero alzó una ceja bajo la máscara, aturdido.

-Sí, sé que te enfada cuando Daiki se niega a comer por eso y puedo percibir de ti que te entran ganas de hacérselo tragar. -carraspeó al mismo tiempo que Daiki los miraba con los ojos entrecerrados. -No estoy en desacuerdo con eso...

-¡Ichiro! -el otro giró la cabeza hacia atrás para mirarle con reprobación. No podía creer que hubiera dicho aquello. Se sentía traicionado.

-Lo siento, pero sabes que debes alimentarte de forma variada y eso incluye pescados. -recibió un gruñido por parte del chico, un sonido que hizo reír suavemente a Tanjiro. Este acarició la cabeza negra azulada, cariñoso.

-Está bien, ellos tienen razón en que debes comerlo. Siempre puedes intentar tomar trozos no muy grandes y tragar directamente para no saborearlo. -no quería que Daiki lo pasara mal con una variedad de comidas que no soportaba, pero tampoco que su dieta se desbalanceara. Ichiro tuvo que sacudir la cabeza para cerciorarse de que estaba escuchando la realidad y no una alucinación. Estaba en total desacuerdo con aquel punto.

-¡P-pero puede atragantarse aunque sean trozos pequeños! -sobre todo sabiendo que el joven era un poco torpe.

-No si se concentra en tragar fuerte. -su sonrisa amplia y alegre, ingenua sobre todo, fue la gota que colmó en vaso y alteró la percepción que ellos tenían.

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora