LI. Asesino

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-¡DAIKI, SAL DEL AGUA! -Ichiro gritó y corrió hacia él a pesar de saber que era lento, que tenía pocas posibilidades de alcanzarle a tiempo. -¡KEN! -no necesitó decir más que eso para que el herrero ya estuviera en marcha. La chica nadó lejos de su "enemiga", buscando estar en el terreno protector de su diosa y que no pudiera alcanzarla fácilmente.

Ken se movilizó, saltó a por él de inmediato, y usando toda la fuerza que tenía en sus piernas, intentó correr, con la altura del agua hasta por debajo del pecho. Lo estaba viendo desde ahí, a través de las ondas. Algo verde e irregular que se distinguía muy mal se estaba acercando desde las profundidades. Tenían que salir de ahí de forma urgente. Aunque para el herrero fue dificultoso y más lento de lo normal, para Daiki fue rápido. Y era cierto, el pelirrojo podía notar en su cuerpo si iba más o menos veloz, pero el resto seguiría viéndole moverse igual que siempre. La única reacción que pudo dar fue un jadeo de sorpresa cuando Ken lo agarró y se lo llevó bajo el brazo para regresar a tierra, o en su caso, roca. Fue a los tres forzosos pasos cuando en herrero, de reojo y a sus espaldas, vio a Ichiro impactando la espada en horizontal como escudo contra largas algas gruesas que parecían poseer vida propia para protegerlos a ellos. No dudó, continuó avanzando hasta llegar a zona segura y dejó al chico de pie. Nada más realizar eso, como si hubiera sido de un segundo a otro, Tsunami ascendió del agua justo al lado de Ichiro, quien giró la cabeza al notar su presencia, con miedo por sus defensas bajas. Su jadeo fue intenso, lo único que se escuchó antes de que ella lo agarrara en una especie de abrazo y lo arrastrara con ella a las profundidades, desapareciendo bajo el agua al igual que las algas.

-¡ICHIRO! -ambos gritaron al unísono por instinto. El pelirrojo se zambulló sin pensarlo dos veces, y detrás de él fue Daiki, sin importarle ya la situación. Fue un desastre, el plan falló por culpa de la presencia de esa chica. Los entretuvo con estupideces sin saber que le había otorgado a Tsunami el tiempo suficiente para volver y darse cuenta de lo extraño que era que hubiera dos hombres conscientes en su guarida. Supo que fue engañada por "aquella niña" de ojos esmeralda. No la iba a perdonar, y por lo que pudo presenciar desde el fondo mientras no se percataban de ella era que esos tres eran amigos. Aun así, no planeaba matar a Daiki, continuaba teniendo un fuerte interés en que se uniera a ella, y si no era por las buenas, sería por las malas.

La situación requería toda la ayuda posible. Su objetivo era Ichiro, principalmente. Sacarlo antes de que se ahogara y regresar a donde sus pies tocaran suelo. Nada más entrar y verse obligados a bucear, cerca den fondo, presenciaron cómo la demonio había atado al azabache con las mismas algas. Se enredaban alrededor de su rostro intentando, mantenían sus extremidades atadas y extendidas, y una rodeaba su cabeza a la altura de la frente para que no la moviera. Podían ver las intenciones que ella tenía; comérselo vivo mientras se ahogaba lentamente. El muchacho se estaba resistiendo, luchando contra las ataduras para tratar de mover su katana y cortarlas. Esa era la prioridad, pero era incapaz.

-No te resistas, si te portas bien decidiré matarte rápido. -su risa dulce ocasionó repulsión en el joven. Se burlaba, se acercaba a hincarle el colmillo en el cuello.

A Daiki le hirvió la sangre entonces, y no solo eso. Fue una apuesta, una improvisación ligeramente arriesgada. A través del fuego que él podía crear y usó una pequeña parte del aire de sus pulmones. La llamarada que debió haber salido se extinguió al contacto con el agua, pero el calor repentinamente retenido ahí provocó a su alrededor un choque de temperaturas de tal manera que comenzó a burbujear, a hervir. Ken tuvo que alejarse de él, estaba demasiado caliente, como bañarse en una piscina al pie de un volcán. Daiki fue capaz de aumentar la velocidad de su nado para impulsarse por unos segundos. Chocó de lleno contra el cuerpo de ella de forma intencional. Puesto que todavía portaba la temperatura a su alrededor, como un aura, que él la tocara era como ser quemada por lava pura. Si ella no se alejaba terminaría siendo platillo de pescado hervido. La demonio gritó y se alejó, abandonado obligada a su presa. En cambio, Ichiro estaba al límite, desesperado, asustado y en busca de aire. No podía aguantar mucho más, terminaría respirando el agua y se ahogaría. La temperatura no duró mucho más, además de que estuvo menguando de forma continuada. El burbujeo se hizo débil hasta que desapareció. Sabiendo que su amigo se estaba ahogando, tuvo que insuflar aire. Por inercia, le tomó las mejillas, como si el otro tuviera la mínima oportunidad de mover la cabeza, y juntó los labios con los suyos. La angustia del momento era tanta que el del mechón blanco no tuvo su reacción típica, fue al contrario. Lo buscó porque sabía que tenía un poco más de oxígeno para él, así que abrió la boca a la par que el otro y permitió el acto. No fue mucho, pero sí suficiente si se daba prisa. Daiki se separó de él un poco y trató de desatar las condenadas algas. Ken había desviado su objetivo a vigilar la superficie, desconfiado. En su huida, esa demonio había salido del agua a la única zona exterior, sabía que los estaba esperando arriba. Tendrían que ir con mucho cuidado al dejarse ver... Era como si estuvieran atrapados en una jaula que provocaría su muerte si se mantenían mucho tiempo en ella. Tuvo que nadar hacia los otros dos, siempre atento a cualquier amenaza, para poder ayudarlos. Era complicado usar toda la fuerza bajo la presión del agua, pero no imposible. El herrero le echó una mano a su amigo de pelo largo al aflojar las algas y ser capaces entonces de retirarlas. Había notado que eran resistentes, romperlas con las manos no sería fácil. Por desgracia, no tenían tiempo para emerger con cuidado, Ichiro dependía de lo rápido que subieran. Se vieron obligados a darse prisa. Asomaron las cabeza y tomaron aire, extrañándose al no recibir ningún ataque mientras recuperaban el aire. Sin mirar al frente, se acercaron a la zona poco profunda y permitieron descansar gran parte de sus músculos al estar de pie, sin necesidad de nadar más.

El Ascenso del Dragón: La infidelidad y la crisálida del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora