44 - Alicante.

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Jueves, 8 de mayo de 2031, Alicante.

El sol de la terreta era otra cosa.

Samantha se desperezó como una leona en esa enorme cama de hotel. Estiró piernas y brazos y acarició las sábanas con parsimonia, alargando unos segundos el momento de abrir los ojos, sintiendo que la luz de un día de primavera entraba a raudales por el balcón.

El reloj le indicó que eran las nueve de la mañana y aunque tuviera por delante un día largo y ajetreado, no salió de la cama de forma inmediata, sino que cogió el teléfono y marcó el número de Flavio. El chico no tardó ni dos tonos en contestar.

- Buenos días, Samanzi.

Samanzi cerró los ojos ante ese apelativo y sonrió a la nada, reconfortada por escuchar su voz.

- Qué tempranera – la elogió. – Con la que te pegaste anoche pensaba que amanecerías a las doce por lo menos. ¿Estás nerviosa?

No le dio tiempo a contestarle porque colgó súbitamente. La valenciana miró su teléfono sin entender nada y un segundo después vio que la estaba llamando por Duo.

- Quería verte la carita – dijo Flavio. – Pero si estás en la cama todavía, zagala. ¡Que tienes una gira que empezar!

Flavio se había quedado en Madrid y Samantha volvía a subirse a los escenarios después de casi tres años esa noche. No estaba nerviosa, estaba histérica. No tener a Flavio con ella tampoco ayudaba, y no porque tenerlo allí hubiera significado que su nerviosismo fuera a desaparecer de un plumazo, sino porque se sentía dividida. Estaba preocupada por el show, por el sonido, por responder bien en su trabajo pero tampoco podía abstraerse del todo sabiendo que Flavio se había quedado allí, a más de cuatrocientos kilómetros de distancia cuando en los últimos meses no habían estado separados más de un par de metros.

Visto así, resultaba agobiante, y no mentiría si dijera que había respirado hondo al despedirse de él unos días antes. No en un sentido negativo, no era un alivio alejarse del chico, pero sí lo era salir de la burbuja de médicos, tratamientos, rehabilitaciones, radioterapias y medicamentos en que se había resumido su vida de un tiempo a esta parte. Pero se sentía algo desarropada sabiéndole tan lejos. Por eso escuchar su voz y ver su sonrisa el día que más sentía que iba a ganarle la ansiedad era tan importante para ella.

- ¿Sabes que no me creo que esté aquí? – le dijo, sin incorporarse si quiera en la cama. Le habló tumbada de lado, con la luz dándole de lleno en el rostro. – Tenemos la prueba de sonido a las doce así que en un rato bajaré a desayunar con Candela. Hace mil años que no hago una prueba de sonido, siento que voy a tardar horas en ajustarme al recinto, los pobres técnicos….

- Los técnicos van a hacer su trabajo y tú vas a hacer el tuyo, Samantha. Ya está. Si tardas cuatro horas como si tardas seis. No aceleres las cosas por los demás porque la que tiene que dar la cara sobre el escenario eres tú. Arrancas con No Pasa Nada y no pillas bien la entrada, machácala las veces que haga falta.

- Sí, papá.

Flavio le preguntó por su padre, hilando con sus palabras.

Samantha había salido de Madrid el lunes por la tarde para llegar a Beniarrés por la noche. La gira empezaba en la Comunidad Valenciana y más concretamente en Alicante porque ella lo había querido así expresamente. Y a falta de una, había puesto dos fechas consecutivas allí.

Se había cogido un tren y su padre había ido a recogerla a la estación de Adif de Alicante como cuando era más joven, y los días previos al concierto habían sido de desconexión, de ver a su familia, pasar tiempo con su sobrina y su hermana, de quedar con los amigos del pueblo, de reír hasta las tantas, de sentirse otra vez un poco la Samantha que era antes de ser la que era ahora. Le habían servido para recuperar unas energías que creía perdidas y por supuesto, todo su entorno iba a ir a verla al estreno en Alicante. El plan era hacer las dos noches consecutivas allí y después volver al pueblo unos días porque la siguiente fecha era Murcia.

UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora