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El baño de mujeres de un recóndito local de Barcelona quedó inutilizado durante algo más de quince minutos. Quince minutos podían ser muy largos o muy cortos dependiendo de la situación, y a Samantha se le hicieron insignificantes.
Flavio había cerrado el pestillo de la puerta, apenas un cerrojo diminuto para encerrar entre cuatro paredes algo que no era la primera ni sería la última vez que ocurriría allí.
Cuando Sam se puso de nuevo de pie, tenía algo resentidas las rodillas, enrojecidas, de haber estado en esa postura durante unos minutos. Se las miró durante un segundo, pensando que si hubiera sabido que iba a acabar así, se habría puesto un pantalón para al menos disimularlo. Ser tan blanca tenía esos inconvenientes, pero se desdijo a sí misma pensando que finalmente había acertado con el vestido cuando vio que Flavio no sólo no se subía los pantalones ni los calzoncillos, sino que con ellos por los tobillos, se acercaba al inodoro, bajaba la tapa y se sentaba en ella, esperándola. Con un pantalón vaquero no podrían hacer lo que estaban deseando hacer.
Le miró, no sabía si la estampa le causaba risa o la excitaba. Quizás un poco de los dos.
El baño estaba perfectamente iluminado. No era un sitio lúgubre y oscuro en el que hubiera que dejar espacio a la imaginación, no. Además, una pared entera era un espejo, por lo que la luz se reflejaba por todos lados. Flavio sonrió, haciéndole un gesto con la mano a Samantha para que se acercara, y apoyó los brazos en los soportes metálicos de los que se valen las personas minusválidas para poder acceder al inodoro. Parecía un rey sentado en un gran trono, nunca mejor dicho, ambicioso y seguro de conseguir lo que quería. Samantha se acercó a él lentamente, aunque el tiempo corriera en su contra porque en cualquier momento sus compañeros podían darse cuenta de su prolongada ausencia y ver algo extraño en su comportamiento, si es que no lo habían visto ya.
- No tengo condones, Fla—dijo ella. No quería entrar en conversaciones de anticonceptivos ni rollos similares.
Seguía manteniendo relaciones con Jaume y sabía Dios lo que hacía Flavio porque no contaba ni media palabra. Sin preservativo no había nada que hacer.
- Yo sí – declaró él.
Sam inclinó la cabeza hacia un lado, dando un paso hacia él, que abrió ligeramente las piernas, en un gesto claro que indicaba que quería que se sentara sobre ellas.
- ¿Es que ahora vas por la vida con una ristra de condones encima o qué?
Flavio rio, y miró atento y en silencio cómo Samantha daba un último paso hasta quedar justo frente a él, pero sin ponerle una mano encima. Observó que la chica se inclinaba, e introducía sus manos por debajo de su vestido amarillo. Un segundo después, su ropa interior caía con ligereza al suelo. Saltó fuera del tanga blanco y lo recogió. El baño estaba limpio, pero sabía que ya no iba a volver a sentirse limpia hasta que regresaran al hotel y pudiera darse una ducha. Le devolvió una sonrisa y se colocó a horcajadas sobre él, piel con piel.
Se retiró el pelo de los hombros sin romper el contacto visual y sintió el tacto cálido de sus piernas contra sus glúteos. Posó sus manos en los hombros del chico, cubiertos con esa camisa oscura, y empezó a desabrochar los botones muy lentamente, acompañándolo del suave vaivén que su cadera empezó a dibujar sobre Flavio, un movimiento medido, sinuoso, acompasado.
- No me has contestado – le dijo, jugando con él.
- ¿Qué me habías preguntado?
Las manos de Flavio abandonaron las estructuras metálicas del baño y se introdujeron bajo el vestido de Samantha, que no pudo ahogar una risa ante la desconcentración de su amigo. Sus manos, ahora en sus glúteos, empezaron a mecerla, a marcar el ritmo, para frotarla contra él a la velocidad que él quería, que él necesitaba.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanfictionHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...