Viernes, 25 de enero de 2030, Sevilla.
La Gala de entrega de los Premios Goya ya se había celebrado en Sevilla en 2019.
El lugar escogido había sido, nuevamente, el Palacio de Congresos y Exposiciones, situado en el barrio de Sevilla Este a unos seis kilómetros de La Giralda, que era lo que Samantha había tomado como referencia para hacerse una idea de su ubicación cuando recibió la invitación.
A decir verdad, le había hecho una ilusión tremenda recibir aquel sobre. Había comprobado dos veces que el remitente fuera oficial, y sólo se fió cuando le llegó también un correo electrónico a su correo personal pidiendo que confirmara su asistencia en un plazo máximo de diez días hábiles desde la recepción de la carta. No trató de hacerse la interesante. Asesorada en todo momento por su mánager, contestó al día siguiente, y si no lo hizo antes fue porque aquel día tenía que acudir obligatoriamente a la gestoría o se le iba a pasar el plazo para presentar los libros de gastos del trimestre y no le apetecía nada que Hacienda le impusiera una multa por presentar los justificantes fuera de plazo, como si no le retuvieran una burrada de IRPF y los pagos de los IVA's trimestrales no fueran ya de cantidades desorbitadas.
Al día siguiente, cuando contestó ella misma el correo, lo hizo con pompa y ceremonia. Terminó su rutina de ejercicios en el mini gimnasio que Jaume le había instalado en casa hacía casi cuatro años y después de la ducha no pudo faltar el café y el plátano para reponer potasio. Se sentó frente a su escritorio, ilusionada como una niña pequeña y agradeció a quien competiera de haber pensado en ella para asistir a la Gala.
En aquel momento, un lejano día de septiembre, no veía la hora en que llegara el día, quizá por eso le pareciera irreal bajarse de ese Audi A4 negro y brillante como su carrera y posar su finos pies en la alfombra roja más roja que había visto en su vida.
Había estado en varias ocasiones en Sevilla, pero nunca le había dado tiempo a disfrutarla. Fue una pena no poder pisarla en los conciertos que habían planeado diez años atrás cuando acabó el programa que la había catapultado a la fama, pero después de aquella vinieron muchísimas oportunidades. No recordaba cuántas, pero posiblemente hubiera estado de concierto allí hasta en tres ocasiones, quizás alguna más teniendo en cuenta algún festival compartiendo cartel con otros artistas españoles. Pero siempre se le había quedado la espinita de conocer la ciudad que todo el mundo decía que tenía un color especial. Y al celebrarse la gala en enero lo que pudo comprobar era algo que nadie te dice sobre Sevilla: hace un frío que pela. Se había cogido un par de días de esa misma semana para hacer algo de turismo, acompañada de Candela, su mánager y su alma gemela, y Débora, su hermana, que se había pedido unos días en el trabajo y había dejado a la niña con su marido que para algo era el padre. Y en escasos tres días les había cundido el tiempo: Catedral, Alcázar, Parque de María Luisa, Plaza de España, Triana de arriba a abajo, Torre del Oro, un sinfín de iglesias que Candela se había empeñado en visitar porque el noventa por ciento del patrimonio español podía encontrarse en los templos. Tampoco había faltado una visita express a Gèrard y Anne, que llevaban instalados allí algo menos de tres años y tenían un piso muy cuco, un coche muy caro y un bebé monísimo. Habían comido como en ningún sitio, se habían reído con sus gentes, habían descubierto mucho más de lo que esperaban y, efectivamente, habían pasado un frío insoportable. Conservaba una foto, que pudo subir a las redes sociales horas antes del comienzo de la gala, en la que se aferraba a su abrigo de paño rojo, riendo junto al banco de Alicante de la Plaza de España porque había comenzado a llover unos minutos antes y se había alisado el pelo expresamente ese día para tener material que colgar en redes. La foto la había hecho Candela y sentada junto a su hermana, se miraban la una a la otra riendo a carcajadas.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanfictionHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...