11 - Lo que construimos se acabó, fue sólo nuestro.

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Al final, la mañana en la playa se les hizo muy corta.

Volvieron caminando al hotel después de comer en un bar de camino, encontrándose antiguos y nuevos fans que les paraban para pedirles fotos y autógrafos. Tenían maquillaje y peluquería a las cuatro porque a las cinco tenían que marchar hacia la misma playa donde tenía lugar el concierto por el que Flavio había preguntado a Samantha.

Una de las pocas buenas ideas que habían tenido a la hora de hacer ese reencuentro había sido dar un concierto para una audiencia muy limitada. Samantha discrepaba en que la hora escogida fuera la mejor, pero consideraba aquello un mal menor. Cada uno podía cantar la canción que quisiera del repertorio que hubieran ido haciendo a lo largo de su carrera, así que serían dieciséis canciones más las dos grupales que tenían como OT2020. El concierto empezaba a las siete y media, pero como no habían hecho prueba de sonido ni habían ensayado las grupales, necesitaban llegar con algo de margen a la playa para ajustar el sonido al espacio elegido.

Samantha se duchó para quitarse los restos de arena y la sal del cuerpo y del pelo pero no se molestó en secarlo para que se lo arreglaran directamente en peluquería. Cuando llegaron de nuevo a la playa, al bajar del autobús todos juntos como en las primeras galas hacía más de diez años, vieron que el escenario chill out donde les habían recibido las cámaras el día anterior se había transformado un poco. La pasarela de madera que habían atravesado emulando la peseta del plató, había desaparecido. En su lugar, toda la zona estaba cubierta con sillas de madera, típicas de espectáculos de fiestas patronales. El escenario era un poco más amplio, y habían sustituído los telones blancos por lonas que intentaban contener el viento para que no perjudicara al sonido. Había focos colgando de unas estructuras metálicas y un chiringuito ambulante de venta de bebidas. Tenía todo un rollo muy hippie que a Samantha terminó por gustarle.

La prueba de sonido fue rápida. Recordaba cuando hacían los ensayos de las galas y se le hacían eternos, pero por aquel entonces no eran profesionales como ahora, y en sólo unos segundos de escucha cada uno sabía ya lo que necesitaba para oírse mejor.

El orden de cada actuación era el mismo orden de expulsión, así que empezarían por Ari y acabarían por Nia, con una grupal antes y después, para abrir y cerrar el espectáculo. Había escasas sesenta sillas montadas, correspondientes a cada uno de los sesenta privilegiados que iban a ver ese concierto en directo e íntegro, porque duraría algo más de dos horas y era totalmente inviable incluirlo en el reportaje del reencuentro que se emitiría sabía Dios cuando en TVE. Por supuesto, la entrada no había sido gratuita. Se habían puesto a la venta las sesenta plazas un viernes a las diez de la mañana, a las diez y dos minutos la página ya se había colapsado y a las diez y diez ya no quedaban entradas, con una lista de personas en cola que ascendía a más de dos mil quinientas.

Después de su prueba de sonido, Samantha se acercó con Maialen a tomarse una cerveza al chiringuito, esperando a que acabaran los demás.

- Chin, chin, titi.

Hicieron chin chin con los botellines y escucharon la prueba de sonido de Hugo, que no paraba de dar saltos por el escenario.

- Esto es rarísimo, estoy teniendo flashbacks todo el rato - dijo Maialen.

- Yo también.

- Creo que cuando llegue a casa voy a estar llorando dos días.

- Puedes venirte a mi piso y lloramos juntas.

- Vale.

Le hizo chin chin de nuevo y la prueba no tardó mucho más en terminar. Sam no pudo prestarle toda la atención que quiso a la de Flavio porque la llamaron para retocarle el maquillaje y las trenzas del peinado.

UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora