21 - No quiero palmaditas en la espalda ni frases de aliento barato.

3.2K 174 50
                                    

Lunes, 15 de abril de 2030, Madrid.

Samantha consultaba Instagram por las mañanas como si fuera el periódico, y fue así, tomándose su café descafeinado con los ojos aún pegados a causa del sueño o de la carencia de este, cuando la publicación de Flavio apareció en su feed.

Habían sido días convulsos, en muchos aspectos.

En lo musical, tenía que compaginar tantas cosas que no sabía cómo daba abasto. Si no fuera porque su representante era la mejor del mundo, sabía que no se enteraría de qué tenía que hacer en cada momento, y eso que se había vuelto muy organizada y metódica en lo que a trabajo se refería. Todas las mañanas, de miércoles a sábado, las ocupó en el estudio, de nueve a tres de la tarde. Con un pequeño parón para comer, después tenía que cambiar de estudio para grabar algunas colaboraciones para la radio que tenía pendientes y terminar de firmar contratos con artistas que le habían dado el visto bueno. Y mientras lo hacía, no podía parar de pensar que tenía que finalizar ese proyecto más temprano que tarde: había sido una idea en la que se había embarcado en una época de su vida en la que su volumen de trabajo había sido menor, pero ya no era el caso. Y aunque sabía que hacía una buena labor donando parte de los beneficios de esas canciones a organizaciones sin ánimo de lucro, se estaba viendo sobrepasada por el nivel de trabajo.

En lo personal ni siquiera sabía cómo se sentía. Flavio no daba señales de vida desde la noche en que Jaume se había ido de su casa tras aquella conversación tan extraña como necesaria. No sabía nada de ninguno de los dos, y no podía negarse a sí misma que sentía el vacío que ambos le habían dejado. Ya no podía coger el teléfono y contarle a Jaume los progresos que estaba haciendo con el próximo single, ni lo bien que pintaba el siguiente CD. Ni podía llamar a Flavio y preguntarle qué tal estaba, si sabía algo nuevo, si los médicos habían diseñado ya un tratamiento para él, y no podía hacerlo porque parecía que se lo había tragado la tierra.

Se armó un gran revuelo mediático con el artículo de la discordia que tantas situaciones había provocado.
Por un lado, los fans. Fans nuevos, fans antiguos, fans que le habían seguido desde sus inicios en OT. Aquello había supuesto una conmoción para ellos, y el silencio de Flavio no ayudaba en nada a disipar esas malas noticias porque la ausencia de respuesta por su parte parecía una confirmación en sí misma. En varios días, se elevaron varios Trendig Topic a nivel nacional y alguno incluso a Tendencia Mundial, manteniéndose durante horas y hasta días en algunos países de Latinoamérica en Tema del Momento.

Otros medios se habían hecho eco también de la triste noticia, dejando un margen de duda en el que no querían pillarse los dedos o verse obligados a desdecirse de noticias falsas, pero al cabo de unos días, a nadie se le había olvidado aquello. Jaume le había dicho a Flavio que lo dejara estar porque el interés decaería con el paso del tiempo, pero de momento, esa circunstancia no había llegado.

Y el sábado, cuando Samantha salió del estudio cerca de las cinco de la tarde, algo más tarde que de costumbre, vio muy oportuno que Maialen la invitara a su piso a tomar unas cerves, porque en verdad lo necesitaba. Sabía que no iba a pisar el pueblo en semanas y necesitaba conversaciones distendidas, superfluas y banales con amigos de siempre.

No fue lo que encontró al llegar al piso de la navarra.

Allí no sólo estaba Maialen, también estaba Eva, y Bruno, y hasta Hugo.

Y ninguno de ellos parecía muy feliz.

- ¿Qué pasa? - preguntó la valenciana entrando al salón y repartiendo saludos.- ¿Qué es esto? ¿Una encerrona?

Maialen trajo cervezas y ceniceros para todos. Se sentó a su lado y habló ella, ya que era la que había orquestado todo y había puesto el piso.

UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora