Jueves, 6 de febrero de 2031, Madrid.
Samantha sopló las treinta y siete velas con los ojos abiertos.
No creía en los deseos, ya no. Durante años, de pequeña, pedía una casa de muñecas en cada cumpleaños. Soplando siete, y ocho, y nueve y diez velas. Incluso cuando se le caía una pestaña y su madre se la quitaba con cariño de la mejilla, pedía la casa de muñecas de sus sueños, y nunca la tuvo. Después, cambió la casa por la heladera Famoplay, y todavía la estaba esperando. A medida que iba soplando más velas, los deseos dejaban de ser materiales: quiero aprobar selectividad, ojalá me pida salir, que me baje la regla por Dios bendito, que mi abuelo viva para siempre, que me cojan en los castings de OT, que el poemario funcione bien, que mi padre supere el cáncer de próstata, que... Había cambiado la casa de muñecas por salud para los suyos. Pero nunca jamás habría imaginado que soplaría las velas con la mente en blanco.
Miró a sus amigos, justo al otro lado de la luz parpadeante de las treinta y siete velas exactas, con las cámaras de los móviles enfocándola en grabaciones y fotos que seguramente terminarían en las redes sociales después, y les dedicó una sonrisa triste.
No estaba siendo para ella un día feliz, ni tampoco un mes ni un año. Aceptó los aplausos, el beso que Eva le dio en la mejilla, las risotadas de Maialen, las bromas de Hugo, aceptó los regalos de todos ellos, de Javy, de Bruno, de Anajú y Gérard, que se habían desplazado unos días a Madrid para estar allí en esa fecha, aceptó el esfuerzo que todos ellos hicieron para que el día fuera menos sombrío, pero cuando el jaleo después de repartir la tarta se acalló un poco, sintió unas ganas tontas de llorar.
El lugar escogido había sido la casa de Flavio, que ya consideraba como suya, porque era más grande que su piso. La urbanización estaba llena de los coches de sus amigos y algunos incluso habían aparcado en el jardín dentro de la parcela. Habían organizado aquello porque ningún cumpleaños debía quedarse sin celebrar.
- Nunca vas a ser tan joven como eres ahora - le había dicho Maialen varios días antes, cuando la valenciana se había planteado cancelarlo.
- Pero es que no tengo nada que celebrar, Mai.
- ¿Cómo que no? - la navarra puso el grito en el cielo y se atragantó con la cerveza que estaban tomando. - Has hecho un CD que es una puta pasada...
- Que no ha salido todavía...
- Y estás preparando una gira que va a ser un auténtico éxito.
- Que no se estrena hasta mayo...
- Si vas a seguir así de negativa, yo no puedo tirar del carro sola, Titi.
Fuera por lo que fuese, había seguido adelante con el cumpleaños, aunque les advirtió a todos de que no sería gran cosa y que no quería que gastaran dinero en ella. Aún así, no le hicieron caso y todos los que vinieron la agasajaron a regalos.
Miró a todos los allí presentes, repasó sus caritas de cariño y se abstrajo de las conversaciones que mantenían entre ellos: Eva hablaba con Hugo con total cordialidad como si por fin, después de tantos años, hubieran superado lo suyo, aunque Sam supiera que no era así, al menos por la parte que le tocaba al cordobés. Mai y Anajú charlaban con Nia con una copa en la mano y la tarta medio olvidada en la mesita de té del salón. Bruno y Gérard hacían lo propio sobre algo que Bruno le enseñaba al ceutí en su teléfono y Javy era el único que se encontraba solo, hablando por el móvil, seguramente con su mujer, que no había podido acudir. Samantha miró a sus amigos con los que había iniciado la aventura de su vida diez años atrás, y se dio cuenta de que por lo menos podía celebrar tenerlos con ella todavía.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanficHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...