Domingo, 24 de agosto de 2031, Madrid.
Durmieron poco y durmieron mal.
Samantha pensó que sería la primera en levantarse, pero cuando bajó a la cocina cerca de las ocho y media de la mañana, Lola ya estaba sentada a la mesa, dándole vueltas a su café solo con la mirada perdida.
- Buenos días – dijo la valenciana, por decir algo.
- Buenos días, cariño. ¿Has dormido algo?
- Algo.
Samantha sólo tomaba café descafeinado y pese a llevar meses sin vivir en esa casa, había de todo de lo que ella solía comer. Había miel, su café, las galletas que le gustaban, el pan de molde que siempre pedía, los únicos yogures que comía...
Se había dado cuenta de ello la noche anterior, al volver del hospital. Mientras esperaba a que su suegra y su cuñada volvieran a Madrid, había tratado de comer algo, aunque no tuviera hambre, y había encontrado la nevera y la despensa llenas de cosas que siempre estaban en su lista de la compra pero no en la de Flavio, y supo por qué era: el chico la había invitado a cenar a casa el sábado esperando que ya no volviera a irse y había sido tan previsor que había hecho compra como si nunca se hubiera ido de allí. En ese momento, Samantha había resoplado y respirado hondo para no dejarse llevar por el augurio de que algo malo, todavía peor, ocurriría, ni dejarse contagiar por el pesimismo imperante en situaciones así. Cenó un sándwich de pavo y esperó despierta a que sonara el timbre para recibir a la familia de su chico.
- ¿Cómo estás? – preguntó Lola al tiempo que Sam se sentaba a su lado con sólo un café en la mano.
La miró a los ojos y supo que Lola lo sabia. No sabía cómo, pero lo sabía. Se lo había notado en el funeral y se lo estaba notando ahora, y no supo si mentir o decirle la verdad. Al final se iba a enterar todo el mundo antes que Flavio.
No dijo nada, porque Bea apareció por la puerta en ese momento, con el pelo rizado y despeinado como una leona y la ropa de su hermano que Samantha le había dejado la noche anterior a modo de pijama.
- Pasamos más tiempo aquí que en Murcia – dijo, por todo saludo. Lola se levantó automáticamente para prepararle el desayuno. - ¿Habéis dormido algo? ¿A qué hora salimos? Necesito ducharme antes.
- Todavía tienes tiempo, es muy temprano.
La matriarca preparó tostadas para dos, cortó fruta para dos y puso dos platos en la mesa, uno para su hija y otro para su hija política, instándole con la mirada a que no lo rechazara, y no se pudo negar ante el olor del pan tostado y untado en mermelada de melocotón.
- Tienes que comer, Samantha – le dijo. – Y lo sabes.
Bea la miró, con media tostada en la boca.
- ¿Qué te pasa? ¿Estás malita?
Lola se sentó de nuevo y se aguantó una risa, cosa que Bea no entendió porque no estaba el horno para bollos.
- Tiene que coméh por doh – le dijo su madre, bien de acento murciano en sus palabras.
- Como si a Flavio le fuera a engordar lo que ella coma, no te fastidia.
Eso hizo reír a Samantha, que con la tostada también en la boca, negó con la cabeza y le dio tiempo. No había necesitado decirle nada a Lola para que ella lo supiera, y era cuestión de tiempo que Bea se diera cuenta.
La valenciana miró a su suegra, sin que su cuñada entendiera nada, y bajó los hombros, abrumada.
- Ay, Lola... - gimió.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanficHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...