Jueves, 14 de febrero de 2030, Madrid.
El jueves catorce de febrero amaneció lloviendo.
Por alguna razón, Samantha se despertó sobresaltada. El reloj de la pared del dormitorio marcaba las siete y cuarto de la mañana, y al otro lado de la persiana casi completamente subida, todavía era de noche. El despertador no sonaría hasta las ocho y media porque no tenía clase hasta las diez pero decidió mantenerse despierta o después le costaría el doble salir de las sábanas. Se obligó a sí misma a no coger el teléfono que reposaba en la mesilla conectado a la luz y no engancharse desde tan temprano a las redes sociales y se mantuvo durante unos minutos tumbada de lado, en posición fetal mirando hacia el balcón.
Las gruesas gotas de lluvia golpeaban con fuerza contra los cristales, y silbaba un aire aún más fuerte, haciendo que las copas de los árboles de la calle se movieran a su son y que ella pudiera escucharlo incluso desde dentro de la seguridad de su piso. Habría mentido diciendo que no le gustaba la lluvia, pero sólo lo hacía en circunstancias como esas, guarecida en casita, calentita y sin mojarse.
No paró de llover en toda la mañana.
Salió de la cama a las siete y media después de decidir que aprovecharía ese tiempo extra para ejercitarse en el pequeñísimo gimnasio que Jaume le había instalado en lo que el comercial que le había vendido el piso había calificado como "dormitorio de invitados". Recordaba haberse reído pensando que su vida parecía un programa de Divinity y que no quería perder metros cuadrados en un espacio que no iba a aprovechar y disfrutar ella, así que decidió convertirlo en un lugar en el que mantenerse en forma. Le dedicó sólo cuarenta minutos aquella mañana, y el despertador estalló en el preciso momento en que entró a la ducha, por lo que su melodía durante los siguientes siete minutos fue la infernal alarma repitiéndose una y otra vez hasta que salió chorreando del baño y la paró con un gesto de malas pulgas.
- Me cago en tus muertos- le dijo al teléfono, como si éste tuviera la culpa.
Se vistió con ropa cómoda pero adecuada para la clase de canto que tendría después y se secó el pelo a conciencia para evitar constipados. Preparó un buen desayuno y con la taza de café humeante junto con las tostadas de Philadelphia y aguacate, se sentó en una de las sillas altas de la cocina y cogió el teléfono para ponerse al día con su bandeja de entrada. El ritual siempre era el mismo: correo electrónico, WhatsApp, Instagram y por último Twitter, porque era donde más tiempo perdía.
En el correo electrónico encontró un email de su representante del día anterior en el que le redirigía la solicitud de una radio para hacerle una entrevista en un par de semanas, algo de publicidad de marcas de ropa y avisos de suscripciones a plataformas de diverso contenido digital. Contestó a Candela aceptando la entrevista porque conocía el medio y siempre la habían tratado correctamente y saltó a WhatsApp. El grupo de la familia tenía ochenta y siete mensajes nuevos desde las once de la noche, la última vez a la que se había conectado. Otros treinta y dos chats mostraban mensajes sin leer y dedicó unos segundos a valorar cuales quería contestar o cuales no merecían la pena todavía, y encontró mensajes de Eva, Maialen, alguna quedada pendiente con sus colegas del pueblo, otra con los de Madrid, y un "este mensaje fue eliminado" de Jaume a las doce y cinco de la noche. ¿Sería un mensaje de Feliz San Valentín del que se hubiera arrepentido rápidamente?
Entró a su chat y no le vio en línea, tampoco tenía visible la hora de última conexión y la última conversación que habían mantenido había sido hacía unas semanas. Se mordió el labio inferior, dejando que el café perdiera algo de calor para no quemarse la lengua, y dudó si preguntarle qué era aquello que había borrado o dejarlo estar.
Decidió dejarlo estar momentáneamente sólo porque su hermana mandó una fotografía por el grupo de familia cercana. Lo abrió y sonrió al ver a su sobrina, pelirroja como una niña de anuncio, con la mochila de dinosaurios llorando en el coche de camino al colegio. Mandó un par de emojis y decidió aparcar el chat de Jaume para otro momento en que tuviera fuerzas de enfrentarse a ello.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanfictionHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...