Han pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros.
Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...
Al mismo tiempo que Samuel salía de su casa, Samantha recibió un mensaje.
Acababa de terminar su clase con uno de sus alumnos y respiró tranquila al cerrar la puerta. Las últimas semanas no habían sido fáciles para ella por diversos motivos, tanto personales como profesionales, y había anulado decenas de clases de canto con sus cuatro alumnos, lo cual le dejaba una sensación de abandono que se había convertido en algo habitual en ella últimamente, sentir que abandonaba a la gente. Gracias a Dios, o lo que era lo mismo, a Candela, había podido organizar todas las tareas que tenía para esa semana, y la mejor decisión había sido mover las clases a la tarde y dejar las sesiones de grabación del CD por la mañana, para tener fresca la voz para lo que realmente importaba.
Eran algo más de las seis y media de la tarde y en el momento en que el bolsillo trasero del pantalón le vibró con la entrada del mensaje, recordó la "reunión" que le había organizado su representante para la tarde, y decía reunión entre comillas porque sólo estarían ellas y que básicamente era un "eh, me paso por tu casa que tengo que comentarte unas cosas de la colaboración con Flavio y nos tomamos una cerve" porque aunque trabajara para ella, no todo era trabajar. Así que imaginó que ese mensaje era de ella. Pero no.
Era del murciano.
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Se le escapó una sonrisa al ver ese "bb", como en los viejos y buenos tiempos.
Tecleó una respuesta y corrió al baño a asearse un poco y perfumarse.
Desde el viernes, no habían tenido tiempo para verse como les hubiera gustado, y lo cierto era que a Samantha tiempo era algo que no le sobraba.
Había regresado a casa la noche del viernes sonriéndole a los carteles de la M-30 como una gilipollas y nada más avisarle de que estaba sana y salva en el interior de su vivienda, no habían parado de intercambiar mensajes en todo el fin de semana. No era algo enfermizo ni con un sentido controlador, simplemente fluía. Flavio pospuso para otro fin de semana bajar a Murcia a ver a su familia para verla el domingo porque el sábado lo pasó entero grabando con Vanesa Martín y sabía que la siguiente semana era una semana de trabajo a destajo. Él tenía demasiado tiempo libre y ella no tenía tiempo para nada y aún así, el granito de arena lo ponían los dos con cosas como esa: "me acerco a tu casa", "acabo el rodaje, te llevo la cena y vemos una peli en tu casa". Eran detalles sin importancia, pero que importaban más que nada.
A Samantha no le había hecho especial ilusión que el chico no fuera a su casa a pasar tiempo con su familia y menos para quedarse allí por ella, sabiendo que no le iba a poder dedicar todo el tiempo que le gustaría, pero de nada le valió ponerse cabezona porque con los años, él también se había vuelto algo más testarudo.
El timbre de la calle sonó poco después y al verle la cara por el telefonillo volvió a sonreír.
- ¿Sí?- preguntó, aunque sabía de sobra que era él.